Los pequeñitos están aprendiendo a leer
Parece un poco absurdo decir que lee, teniendo solo 3 años; para cuando vamos al supermercado lee los nombres de muchas latas y envases.
CASI TODOS LOS PADRES QUE TIENEN NIÑOS DE 3 AÑOS.
En noviembre de 1962, en una reunión de un grupo de educadores, médicos y otros especialistas relacionados con el desarrollo neurológico de los niños, el inspector de educación del distrito contó la siguiente historia:
Había sido educador durante 35 años, y dos meses antes de la reunión, una profesora de un jardín de infancia le había informado de que cuando se preparaba a leer un libro a sus niños de 5 años, uno de ellos se prestó a hacerlo voluntariamente. La profesora le advirtió que era un libro nuevo que él no había visto nunca, pero el niño insistió en que, de todas maneras, lo podría leer. La profesora pensó que el camino más fácil de disuadirlo era dejar que lo intentara. Le dejó, y el niño lo hizo.
Leyó el libro entero, en voz alta, para toda la clase, fácil y correctamente.
El inspector subrayó que durante los 32 primeros años de su vida de educador había oído, de cuando en cuando, algunas historias sobre niños de 5 años que leían libros, pero que en esas tres décadas realmente nunca había visto ninguno que lo hiciera.
Sin embargo, en estos últimos 3 años, subrayó, en cada jardín de la infancia ha habido, por lo menos, un niño que sabía leer.
¡En 32 años no hubo ningún niño de 5 años que supiera leer, y en los últimos 3 años, por lo menos, había uno en cada jardín de infancia! El educador concluyó afirmando que había investigado cada uno de los casos para determinar quien había enseñado a leer a estos niños.
"¿Sabe usted quién había enseñado a leer a estos niños?", le pregunto al puericultor que presidía la reunión.
"Sí —respondió el puericultor—, creo que lo sé. La respuesta es que nadie les enseñó."
El inspector corroboró esta afirmación.
En cierto sentido, nadie había enseñado a estos niños a leer, como también es verdad, en cierto sentido, que nadie enseña a un niño a entender el lenguaje hablado.
En un sentido más amplio, todo el mundo, además de los del ambiente del niño, le ha enseñado a leer, así como todo el mundo, además de los de su propia ambiente, le ha enseñado a entender el lenguaje hablado.
Actualmente, la televisión está convirtiéndose en una parte normal del medio ambiente de casi todos los niños americanos. Este es el factor más importante que se ha añadido a las vidas de esos niños de jardín de infancia. Viendo en la TV los anuncios comerciales de palabras claras y letras grandes, acompañadas de una pronunciación clara y en voz bastante alta, los niños, inconscientemente, están comenzando a aprender a leer. Haciendo unas cuantas preguntas clave a los adultos, que no se dan cuenta de lo que esta ocurriendo, se amplía esa capacidad de leer. Al leer los padres a sus niños unos libros de cuentos, con el solo afán de entretenerlos, han logrado que esos niños alcanzaran un sorprendente vocabulario de lectura.
En casos en que los padres se han dado perfecta cuenta de lo que realmente estaba pasando, han ayudado encantados al niño en su aprendizaje.
Y lo han hecho, generalmente, a pesar de las horribles pero vagas predicciones de unos amigos bienintencionados, que opinaban que al niño le ocurría algo terrible, aunque difícil de clasificar, si le ayudaban a aprender a leer antes que fuera al colegio.
Aunque no dimos a conocer públicamente nuestro trabajo hasta mediados de 1963, hubo centenares de profesionales que visitaron El Instituto, así como posgraduados de este que conocían nuestro interés por enseñar a leer a niños pequeñitos.
Por añadidura, hubo más de 400 madres y padres de niños con lesiones cerebrales que estaban enseñando a leer a sus niños, en varios grados distintos, bajo nuestra dirección. Más de un centenar de estos niños tenían entre 1 y 5 años, mientras que otro centenar tenía 6 años o más.
Fue inevitable que empezara a divulgarse parte del trabajo que estábamos haciendo. En los comienzos de 1963 habíamos recibido cientos de cartas. A mediados de ese año, a continuación de un artículo del autor en una revista nacional, las cartas recibidas se contaban por miles.
Un porcentaje sorprendentemente pequeño de estas cartas eran de naturaleza crítica, y más adelante trataremos de ellas y de los problemas que planteaban.
Nos escribieron madres de todos los Estados Unidos y de muchos países extranjeros. Fue maravilloso y muy grato para nosotros saber que muchos padres habían enseñado a leer a sus hijos de 2 y 3 años. En algunos casos, lo habían hecho así hacía 35 años o más. Muchos de estos niños estaban ya en la Universidad, o incluso habían terminado la carrera. Estas cartas constituían un abundantísimo material de nuevas pruebas sobre la capacidad de leer de los niños pequeños.
He aquí unos párrafos de algunas cartas que hemos recibido:
"Muy señores míos:
… Creo que quizá les pueda interesar saber que he enseñado a leer un bebé hace 17 años. No tenía un sistema concreto y realmente ignoraba, en aquel entonces, que esto fuera tan poco corriente. Todo surgió debido a lo que me gustaban los libros que le leía a mi hija cuando esta tenía 2 años, y después, cuando estuve enferma durante varios meses, necesité algo tranquilo con que entretener a mi hija de 2 ½ años.
Jugábamos con letras de 5 o 10 centímetros de altura y tarjetas con palabras sencillas. Se interesó mucho por estas letras y le gustaba volverlas a encontrar en nuestros libros infantiles. Incluso aprendió algunas letras de verlas escritas en el cielo por un avión.
Con una edad inferior a la de los niños de jardín de infancia, ya leía lo bastante para localizar, en el periódico, artículos sobre incendios, que la asustaban; y, claro está, ya había superado la cartilla hacía mucho…
Ahora es una brillante alumna en una prestigiosa Universidad y, además, tiene mucho éxito social y deportivo, así como en otros aspectos de habilidad e interés. Este es el resultado, al menos para una persona que leía antes de los 3 años…"
"Muy señor mío:
Lo he comprobado en mi propia hija. Tiene ahora 15 años, es estudiante de último curso de bachillerato, y ha sido siempre una de las primeras alumnas de su clase desde la primera enseñanza.
… Posee una maravillosa personalidad, y tanto profesores como compañeros le tienen gran simpatía…
Mi marido es un veterano mutilado de la primera guerra mundial… Ninguno de los dos teníamos la suficiente preparación para obtener un trabajo que mereciera la pena. Él llegó al quinto grado y yo al octavo en la escuela primaría. Nos ganábamos la vida vendiendo pequeños artículos de casa en casa… Compramos una casa remolque, de unos 5 metros. Nuestra hija creció en este remolque. Cuanto tenía 10 meses, le compré su primer libro… Era realmente una cartilla con el abecedario, y con el nombre de un objeto que empezaba por cada letra que ponía allí, como, por ejemplo, "Árbol" en la A, etc. Seis meses después conocía cada uno de los objetos y los nombraba. Cuando cumplió 2 años, le compré un abecedario más extenso y algunos otros libros.
Los viajes resultaban excelentes para enseñarle. Cuando nos deteníamos en los distintos pueblos, la niña necesitaba algo en que entretenerse. Si yo iba a vender, mi marido tenía que quedarse con ella. Siempre quería saber cómo se deletreaban los diferentes signos… Mi marido se lo tenía que decir… Lo cierto es que nunca le enseñamos el alfabeto. Lo aprendió más tarde, en el colegio… Empezó a ir al colegio de primera enseñanza cuando cumplió 6 años, y no hubo ningún problema que le impidiera alcanzar siempre los primeros puestos… Seguimos viviendo en un remolque de unos 10 metros. Uno de sus extremos es para sus libros… Tenemos aquí cerca una biblioteca municipal, de la que se aprovecha para hacerse con un buen número de libros.
Sé que esta carta está siendo ya muy larga y puede parecer un alarde, pero no pretende serlo. Sé que si los padres jóvenes tuviesen el tiempo necesario, muchos niños podrían hacer las mismas cosas que hizo nuestra hija, si les hubieran dado esa oportunidad. No se les puede dar un empujón y meterlos de golpe en el colegio, a los 6 años, esperando que aprendan rápidamente, sin una pequeña labor de base realizada cuando eran pequeñitos.
… Si cree que esta carta puede ayudar a los padres jóvenes, puede publicarla. Sí no, es igual, de todas formas.
Lo que yo quería principalmente era que usted supiera que yo sé que se puede enseñar a leer a los bebés."
"Señores:
… Deseo añadir que eso puede hacerlo una ignorante aficionada como yo… Por casualidad, mi hijo mayor aprendió el alfabeto antes de los 18 meses…
… A los 3 años preguntaba qué significaban las señales de la carretera…, y antes de ir al jardín de infancia ya leía, sin más ayuda por mi parte que la de contestar a sus preguntas. Aunque está ahora en primer grado y está aprendiendo a escribir correctamente a este nivel, alcanza el segundo grado en lectora y aritmética, y en ambas cosas obtiene la calificación máxima de la clase… ¿La lectura a temprana edad produce un CI alto, o es el CI alto lo que hace que un niño lea a tan tierna edad?
… Nunca he dispuesto de tiempo suficiente para dedicarlo a mi segundo hijo, y el resudado es que no sabe casi nada. Sin embargo, no puedo dejar de lamentar el hecho de haberle prestado menos atención en este aspecto, y puede que suponga para él una desventaja durante toda su vida.
… Digo también que a ellos les encanta aprender, y pueden aprender mucho más a una temprana edad, cuando para ellos no es más que un juego de niños."
"Muy señor mío:
… reconociendo finalmente el hecho de que a los niños de 1, 3 y 4 años se les puede enseñar a leer y que, además, quieren aprender a leer. Mi propia hija, a los 2 años, sabía el alfabeto completo… y leía algunas palabras. Pocos días después de haber cumplido 3 años, de pronto, al menos eso parecía, se dio cuenta de que leyendo varias palabras sucesivamente se formaba un pensamiento completo, lo que llamamos frase. Desde entonces ha progresado rápidamente en la lectura, y ahora, a los 4 ½ años, lee por lo menos tan bien como la mayoría de los niños que están terminando el segundo grado”.
Una doctora noruega hace los siguientes comentarios:
"Muy señor mío:
He enseñado a leer a dos de mis tres hijas, a los 4 y a los 3 años, por un método ligeramente distinto al suyo. Sus argumentos me parecen muy convincentes. Por experiencia propia, creo que su método es, sin discusión mejor que el mío, y lo utilizaré el próximo año con el más pequeño de mis hijos (de 7 meses).
… En Noruega, leer es algo que se mantiene tan celosamente alejado de los niños en edad preescolar como la información sexual en otros tiempos. A pesar de ello, cuando examiné a 200 niños preescolares, encontré los siguientes resultados: un 10 por 100 leía perfectamente bien, y más de un tercio conocía todas las letras.
Creo que el desarrollo del cerebro es el quehacer más importante y prometedor de nuestro tiempo, y, en mi opinión, su trabajo ha sido verdaderamente precursor."
Hemos de aclarar que estas madres habían enseñado a leer a sus hijos, o habían descubierto que sus niños podían leer, antes de la publicación de este libro, y de ninguna manera deben interpretarse sus conclusiones como garantía de los métodos expuestos aquí. Son, sencillamente, unas cartas de madres atentas que concuerdan plenamente en que los niños pueden leer, están aprendiendo a leer y deberían aprender a leer antes de empezar a ir al colegio.
En Yale, el doctor O. K. Moore ha estado llevando a cabo, durante muchos años, una profunda investigación sobre cómo enseñar a leer a los niños en edad preescolar. El doctor Moore cree que es más fácil enseñar a leer a los niños de 3 años que a los de 4, y a estos, más fácil que a los de 5, y a los de 5, más fácil que a los de 6.
Desde luego que lo es.
Debe serlo.
Sin embargo, ¿cuántas veces hemos oído decir que los niños no pueden aprender a leer hasta los 6 años, y que no deben aprender hasta entonces?
Hace aproximadamente medio siglo, una mujer llamada María Montessori fue la primara persona del sexo femenino que se graduó en una Facultad italiana de Medicina. La doctora Montessori se interesó por un grupo de niños francamente desatendidos, clasificados vagamente con el nombre de "retrasados". Esta clasificación no es en absoluto científica, puesto que hay centenares de razones distintas que pueden provocar el retraso del desarrollo de un niño. María Montessori llevó a este grupo de niños tristemente incomprendidos tanto su formación médica como su simpatía y consideración femeninas.
Trabajando con estos niños, empezó a darse cuenta de que se les podía preparar para que lograran un nivel mucho más alto que el alcanzado hasta entonces, y que esto se cumplía particularmente si la preparación comenzaba antes de la edad escolar.
La doctora Montessorí concluyó, después de varios años, que se debería educar a estos niños utilizando todos sus sentidos; y empezó a enseñarles con medios visuales, auditivos y táctiles. Los resultados conseguidos fueron tan satisfactorios que algunos de sus niños "retrasados" comenzaron a actuar tan bien como cualquier niño normal.
Como consecuencia de sus experimentos, la doctora Montessori concluyó que los niños normales no utilizaban, ni con mucho, todas sus posibilidades, y que debería dárseles la oportunidad de hacerlo.
Los colegios Montessori existen desde hace muchos años en Europa, tanto para niños subnormales como para niños normales. Ahora hay colegios Montessori en los Estados Unidos dedicados a ayudar a los niños normales en edad preescolar para que desarrollen todas sus posibilidades. Existe un amplio programa para los niños de 3 años, y, normalmente, la mayoría de ellos ya lee palabras a los 4 años.
El colegio Montessori más antiguo de Estados Unidos es el Whitby School, en Greenwich, Connecticut; si visitamos este colegio veremos un grupo de niños encantadores, felices y bien adaptados, que están aprendiendo a leer y a realizar otras tareas que hasta ahora se habían considerado prematuras para los niños preescolares.
Un año después de haber introducido el programa de lectura en El Instituto, había 231 niños con lesiones cerebrales que estaban aprendiendo a leer. De estos niños, 143 tenían menos de 6 años. Los demás tenían 6 años o más, y antes de dar comienzo al programa no sabían leer.
Estos niños, que tenían problemas tanto físicos como de lenguaje, iban a El Instituto cada 2 meses. En cada revisión se hacían pruebas de su desarrollo neurológico, incluyendo su capacidad para leer. A los padres se les enseñaba entonces la etapa siguiente, tal como la describimos más adelante en este libro, y se les enviaba a casa a continuar el programa de ejercicios físicos, así como el plan de lectura.
Cuando los niños con lesiones cerebrales llevaban cumpliendo este programa períodos que oscilaban desde una visita (60 días) a cinco visitas (10 meses), todos los niños sabían leer algo: desde letras del abecedario hasta libros enteros. Muchos de los niños de 3 años con lesiones cerebrales incluidos en este grupo leían frases, e incluso libros, con absoluta comprensión.
Insistimos en que esto no prueba que los niños con lesiones cerebrales sean superiores a los normales, sino simplemente que los niños normales no alcanzan las metas que pueden y deben alcanzar.
Las cifras mencionadas no incluyen los centenares de problemas de lectura planteados en El Instituto por niños que no sufren lesiones cerebrales, pero que van mal en el colegio porque no saben leer.
Tampoco incluimos el grupo de niños normales de 2 y 3 años, cuyos padres les están enseñando a leer bajo la dirección de El Instituto.
En la Universidad de Yale, como hemos visto, el doctor Moore está enseñando a leer a niños pequeñitos.
También lo hacen los colegios Montessorí.
Y también El Instituto en Filadelfia.
Es muy posible que otros grupos, desconocidos del autor, estén también enseñando a leer a niños pequeñitos, utilizando un sistema organizado. Uno de los resultados de este libro debería ser descubrir lo que están haciendo otros grupos en este aspecto tan importante.
Prácticamente, por todos los Estados Unidos los niños pequeñitos están aprendiendo a leer, incluso sin la ayuda de los padres. Como resultado, vamos a tener que tomar algunas decisiones.
La primera será si queremos o no que los niños de 2 o 3 años lean.
Si decidimos que no queremos que aprendan a leer, hemos de hacer, por lo menos, dos cosas:
Por otra parte, si no queremos molestarnos tanto, podemos tomar el camino más fácil y seguir adelante, dejándoles leer.
Si nos decidimos realmente a seguir este fácil camino y permitir que lean los niños de 3 años, deberemos tomar alguna decisión acerca de lo que leen.
Creemos que el mejor sistema es enseñarles a leer en casa, con la ayuda de los padres, y no solo a través de la televisión. Es fácil, y los padres disfrutan casi tanto como los niños.
Si los niños están o no aprendiendo a leer no es una teoría que podamos discutir. Es un hecho. El único problema es lo que vamos a hacer a este respecto.