NO A TODO el mundo le interesa saber de dónde salen los cuentos, lo cual es perfectamente válido. No hay ninguna necesidad de saber cómo funciona un motor de combustión para conducir un coche. Ni tampoco hay por qué conocer las circunstancias que rodean la elaboración de una obra literaria para encontrar placer en su lectura. De la misma manera en que los motores interesan a los mecánicos, la creación de una novela interesa a los académicos, los lectores y los curiosos (los primeros y los últimos son casi sinónimos, pero no importa). He incluido aquí algunas notas referentes a varias de las narraciones, cosas que creo que podrían atraer al lector. Aunque, de no ser así, te aseguro que puedes cerrar el libro en este mismo instante sin pesar alguno. No vas a perder mucho.
La expedición.— En principio, estaba destinado a Omni, que lo rechazó con toda razón por lo deficiente de las descripciones científicas. La idea de los colonizadores buscando agua bajo tierra es de Ben Bova y la he incorporado a esta versión.
Superviviente.— Un día empecé a pensar en el canibalismo —que es el tipo de cosas en que piensan los chicos como yo— cuando mi musa evacuó una vez más sus mágicos intestinos sobre mi cabeza. Sé que suena grosero, pero es la mejor metáfora que conozco, elegante o no, y créeme que le daría un laxante si me lo pidiera. Bueno, empecé a preguntarme si sería posible que una persona se comiera a sí misma. La idea era tan absoluta y perfectamente nauseabunda que la satisfacción me impidió hacer otra cosa que pensar en ello durante días. Finalmente, un día en que mi mujer me preguntó de qué me reía mientras comíamos hamburguesas en el porche, decidí que, al menos, debía intentarlo.
Vivíamos entonces en Bridgton y me pasé una hora conversando con Ralph Drews, un médico retirado que ocupaba la casa contigua. Aunque al principio no dejó de mirarme lleno de recelos (el año anterior, mientras escribía otro cuento, le había preguntado si era posible que un hombre se tragara un gato), finalmente convino en que un hombre podría subsistir durante algún tiempo comiéndose a sí mismo. Como todo lo material, señaló, el cuerpo humano no es más que energía acumulada. Ah, le pregunté, ¿y qué hay del continuo shock traumático de las amputaciones? La respuesta a la pregunta es, con algunos cambios, el primer párrafo de la historia.
Supongo que Faulkner nunca hubiera escrito algo semejante, ¿verdad? ¡Qué le vamos a hacer…!
Bien, eso es todo. No sé si a ti te ocurre lo mismo, pero cada vez que llego al final es como si me despertara. Es un poco triste perder de vista un sueño, pero lo que hay a nuestro alrededor —el mundo real— también merece la pena. Gracias por viajar conmigo. Me lo he pasado muy bien. Siempre disfruto. Espero que hayas llegado sano y salvo y que vuelvas otra vez porque, como dice ese mayordomo de Nueva York tan divertido, siempre hay más cuentos…
STEPHEN KING
Bangor, Maine