1. Montpellier, ciudad de los perfumes

En Montpellier, todos los comerciantes, o casi todos, vendían aguas y polvos odoríferos. Los boticarios tenían una doble actividad. Desde 1572 poseían sus primeros estatutos y la independencia de su corporación quedó confirmada en 1674. Importaban y fabricaban drogas para los enfermos. Aunque no pertenecían al cuerpo de comerciantes de la ciudad, componían y vendían perfumes. Este fue el caso de su antepasado Jean Fargeon, boticario y perfumista en 1653 de Su Alteza Real mademoiselle Ana María Luisa de Orleans, duquesa de Montpensier.

Los destiladores, droguistas, vendedores de refrescos y licoristas preparaban bebidas, jarabes y licores, pero los procedimientos de destilación eran los mismos para los frutos que para las plantas aromáticas. Los barberos-peluqueros-bañistas, autónomos desde 1691, estaban autorizados a hacer «jabones, esencias, polvos de aromas, pastas y otras cosas semejantes para su uso y su profesión». Por último, los merceros y vendedores de telas y cintas fabricaban y vendían preparados odoríferos y cosméticos. Desde 1551 la ciudad también tenía guanteros que desde 1750 se hacían llamar «guanteros-perfumistas». Al tratar las pieles para la confección de guantes, las curtían con diferentes productos, entre ellos el mirto, que las teñía y las desodorizaba según la práctica italiana. La hoja de mirto secada y luego pulverizada daba un polvo para curtir más apreciado que el que se obtenía de la hoja de roble. Las pieles quedaban perfumadas. Sin embargo, los curtidores fueron más numerosos en Grasse. En 1680 apareció en los registros fiscales el título de comerciante perfumista con el nombre de Marc Antoine Deloche, «comerciante perfumista del rey en Montpellier». La familia Deloche y la familia Fargeon eran las dos más antiguas y de mayor fortuna de su profesión en Montpellier. En noviembre de 1722, se crearon y vendieron seis maestrías de «guantistas-perfumistas en la generalidad de Montpellier». Desde 1669 hasta mediados del siglo XVIII, catorce comerciantes se convirtieron en maestros: esta institución es muy anterior a la de los estatutos de Grasse, que datan de 1724. Desde fines del siglo anterior apareció en la ciudad una serie de pequeños tenderetes con el cartel de perfumistas. Todos comerciantes, desde el creador que poseía su laboratorio y su caldera en la trastienda hasta el simple revendedor. Instalaron sus tiendas en las calles más comerciales de la ciudad. Hacia 1739 había cien perfumistas que contaban al padre, a la viuda que tomaba el relevo a la muerte de éste y luego al hijo. El término «perfumista» era un denominador común de otras varias actividades cercanas como destilador, comerciante perfumista, guantero-perfumista, comerciante de licores y licorista, que también vendían aguas de olor.