¡Tú también! Oye, pero esto qué es. ¿Una película de espías? Se lo he contado ya a medio mundo: a su ex, a Elvira, a ese amigo plasta que no entendía nada. Y ahora tú. ¿Cómo no iba a ser ella?…
La gente que se da un baño desde un velero, en mar abierto y en un lugar que no conoce, no se aparta para nada del barco. Se dan un chapuzón, dos brazadas y se acabó. Y cuando yo avisté a Ena estaba por lo menos a una milla del velero. Y en el velero no se veía más que a un tío haciendo todas las maniobras…
Bueno, pues vi a una tía con un gorro como el de Ena y que nadaba con el mismo estilo de Ena y que llevaba un bañador como el de Ena. Porque no la vi sólo en el agua, la vi trepar por la escala de gato y subir a cubierta. Y cuando alguien está agotado no sube por la escala de gato; se le echa un salvavidas y se baja la escalerilla de popa…
No sé de qué color era. Blanco o azul. No sé. Tiene uno blanco y otro azul. Son de competición, nadie los lleva así en la playa. No sé cuál llevaba puesto. Creo que el blanco, pero no estoy seguro. Pero ¿qué pasa? ¿Por qué me preguntan todos si era Ena? La cuestión, me parece a mí, es dónde está y por qué se ha ido así. ¿Es un secuestro? ¿Se ha fugado? ¿Qué diablos pasa? Si me explicas algo, a lo mejor puedo ayudar. Yo soy su amigo, ¿sabes?, y estoy de su parte, pase lo que pase. Ella sabe que en mí puede confiar…
Hace poco vi una película en la tele, de terror, un tío se hace pasar por muerto, engaña a su mujer, le hace creer que está muerto, que lo ha matado ella, su mujer, con la ayuda de una amiga, porque a la mujer la maltrataba, y después se le aparece a la mujer para matarla él, porque la mujer padecía del corazón y era muy rica y él quería heredar. Un lío, porque la amiga de la mujer era también la amante del marido y estaba compinchada con él, un follonazo. Pero esto también es un follón, pero al revés, porque la que desaparece es Ena, y lo del marido también es muy raro. Primero dice que va a avisar a los guardacostas y que es un secuestro y después cambia de opinión y como si quisiera echar tierra al asunto. Dice que Ena le dijo a la criada que se iba a cenar con unos amigos, y que probablemente quedó con ellos en el velero. ¿Tú te lo crees? Lo de la criada es cierto porque yo llamé y también me lo dijo a mí, que no la esperaba para cenar, que le había dicho que si a las diez no estaba, que no la esperase. Yo a esa señora la conozco porque algunas veces baja a la playa y sólo se baña en los charcos como las carolas y yo le tomo el pelo y le digo que se meta en el mar, que si le pasa algo yo la salvo, así que nos conocemos y me lo contó. Estaba preocupada porque todo el mundo llamaba a casa preguntando, y que el marido de Ena le había dicho que no diese explicaciones, que se limitase a decir que la señora había salido. Y yo le dije que sería el ex, porque Ena está separada y ella dijo que sí, pero que no se acostumbraba y que seguía diciendo el marido de la señora o el señorito Luis cuando hablaba con Ena…
No, yo no lo creo. Me lo habría dicho. Se puso a hacer largos porque se lo mandé yo: había resaca y cuando hay algún peligro no quiero que vaya sola hasta la isla. Nos hacemos señas, ya sabes, con el catalejo ella, y yo con los prismáticos, nos vemos como tú y yo ahora. Si esperase a alguien se habría acercado a la playa a decírmelo: «Oye, que he quedado con un tío de un velero», ¿no?, es lo normal, Ena y yo somos amigos, nos tenemos confianza. Y no dijo nada. Puso las manos en las orejas con las puntas hacia arriba, que quiere decir «me aburro». Y yo le hice este gesto, que quiere decir «te aguantas», porque había viento y resaca, y no podía irme con la lancha como otras veces, acompañándola; había una excursión de niños y hay que tener siempre un ojo puesto en ellos. Estoy seguro de que si hubiera planeado irse con el del velero me lo hubiera dicho…
No lo sé. Quizá le apeteció irse a la isla. No suele desobedecerme, pero alguna vez lo hace. Y debió de notar que la resaca era más fuerte de lo que parecía y entonces prefirió nadar hacia el barco que volver. No sé el tiempo que estuve sin verla, pero no fue mucho. Llevo ocho años de socorrista y estoy acostumbrado a mirar a mucha gente a la vez. Fui a decirles a los chavales que no se tirasen desde el muro. No les hacían caso a las monitoras y tuve que ir yo, me lo pidieron ellas. No sé cuánto tiempo fue, con los críos se pasan los minutos sin darte cuenta: tuve que ir hasta el espigón y reunirlos a todos para decirles que no se tirasen; me tuve que poner serio con ellos, les dije que podían matarse o quedarse paralíticos. Digamos que fueron quince o veinte minutos. Cuando volví a ver a Ena estaba como a una milla del velero y nadaba en dirección a él, y el velero hacía ya la maniobra de aproximación y era seguro que llegaba antes que yo. Es un velero de competición, de unos doce metros, ¡menudo cacharro!, para dar la vuelta al mundo, ¡macho!, y yo no tenía quien me ayudase a sacar la Zodiac…
Igual no me vieron. Ena seguro que no me vio. Iba cagando leches hacia el velero, por ese lado yo estaba tranquilo, porque si estás agotado no nadas así, iba a toda pastilla. Y el del velero debía de estar pendiente de la maniobra, con un barco tan grande hay que atender a muchas cosas, y recoger a un náufrago no se hace todos los días. Aunque después resulte que no es un náufrago, el tío debió de alucinar al encontrarse a Ena nadando a dos o tres millas de la costa. Lo único raro es que no la trajese a tierra, o la acercase al acantilado, a su casa, como hago yo cuando se queda conmigo en la playa. A veces después de nadar se viene a la playa. Siempre tiene en la caseta toallas y algo de ropa y se cambia y paseamos un rato por la orilla del mar o nos sentamos a ver ponerse el sol y nos tomamos unas patatas fritas y una Coca. Es una tía estupenda, da gusto hablar con ella, no es como otras, es una tía especial, nos tenemos confianza…
Quiero decir… o sea… Confianza tengo con todo el mundo, si no me tienen confianza qué hago yo allí. Con las tías en general eso no es problema, saben que estoy para ayudar, pero los tíos a veces se ponen chulos por presumir delante de ellas, y no atienden cuando les digo que no se metan y después tengo que entrar yo a sacarlos, y aún dicen que no hacía falta. Y con Ena es diferente, con Ena se puede hablar, también contigo y con Elvira, sois estupendas, pero es distinto, con Elvira tengo confianza para gastarle bromas, y ella a mí, ¡macizo!, me dice, y ¡quién te pillara!, y yo le digo que a mí me gusta la fruta madura, cosas así y ella dice que ya, ya, y me toma el pelo con Ena, es muy maliciosa y siempre me está tomando el pelo. Y a Ena esas bromas no le van, es muy inocente, de verdad, ni las de quince, ¡qué digo las de quince!, menudas son. Ena es como una niña pequeña, no está en la onda, a veces estamos Elvira y yo venga de bromas y no se entera, y si se entera se pone colorada. Nadie es como Ena, ninguna tía de las que conozco, ¡si yo te contara! Dice Elvira que sacas a la gente en tus libros, yo no he leído ninguno, porque con tantas horas vigilando ¿cuándo voy a leer?, pero todo el mundo dice que son muy buenos y a mí no me importa que me saques en una novela, me parece bien y cuando quieras te cuento, si yo te contara las historias que yo me sé y las cosas que me pasan, menudo escándalo si las cuentas, señoras que ni te imaginas…
Pues al ver que se iban yo pensé que… Oye, pero dime primero qué es lo que tú piensas, tú y todos los demás, porque a mí venga de preguntas y nadie suelta prenda. Conmigo puedes hablar con confianza porque Ena y yo hablamos de todo, somos muy amigos, supongo que lo sabes, nos vemos mucho y hablamos, todos los días mientras hace bueno, y en el invierno menos, pero también nos vemos en el gimnasio, ya lo sabes, ahí también te veo a ti. Así que puedes decirme lo que sea, que, si tú no quieres que se sepa, de mí no pasa…
¡Qué dices! ¡Yo la vi con mis propios ojos! Cómo se va a haber… ¡La vi! La vi nadar y después subir al velero…
Quería encontrarla, sí, quería verla y estaba preocupado, pero también quiero otras cosas y no las veo ni las consigo. No estoy chalado. ¡La vi! ¡Joder!, qué ocurrencia. Mira, no pensaba hablar de esto, pero te lo voy a contar. A mí Ena me contó que hace muchos años conoció a un tío, a un navegante solitario, ¿lo sabías?…
Pues a mí me dijo que ella estaba casada y ya tenía a los hijos, y que por eso no había podido ser, pero que se entendía muy bien con él a pesar de que él no era español, ni sabía nada de nuestras costumbres, pero aun así. Y por eso Ena comprendía que yo me entendiese bien con ella y estuviésemos a gusto juntos, a pesar de la diferencia de edad, y de todo, porque esas cosas son así, que te entiendes o no te entiendes. Y yo le pregunté si se había enamorado y dijo que prefería no pensarlo, porque no podía ser y lo que no puede ser, mejor no darle vueltas. Y yo esta tarde, en un primer momento con el susto no caí en eso, pero después cuando vi que el velero no venía a tierra ni se iba hacia el puerto me acordé de repente y empecé a atar cabos: Ena me dijo que el barco del navegante solitario era un velero como los que le gustaban a su padre, para dar la vuelta al mundo o bajarse al paralelo cuarenta, y dijo que el tipo era del norte de Europa y que habían hablado en inglés porque él no hablaba ni español ni francés, ni portugués, ni nada de por aquí abajo. Y también me dijo que era rubio, no quería decírmelo, se puso colorada como una cereza, decía «qué más da, lo importante es que nos entendimos tan bien», y yo insistí y ella me dijo que muy rubio y de ojos azules, que yo entonces pensé que me lo decía para desanimarme, pero debía de ser verdad porque siempre te gusta lo contrario, a mí me gustan también las rubias; con Ena es diferente porque cuando hay trato, quiero decir cuando tratas a la persona, ya miras otras cosas, pero gustarme, me gustan rubias. Así que cuando vi que se alejaban me dije: ¡joder!, dos palos, navegante solitario, noruego y rubio, y ahora Ena no está casada, o sea, está separada y los hijos ya no viven con ella. Y cuando vi que se iban pensé: «El once no estorbar…».
Pues no, no me pega nada en Ena. Yo siempre hablé con ella con el corazón en la mano, de veras, y creo que ella también, y yo pensé, yo pienso, que si lo tuviera planeado me lo habría dicho. Pero no sé, me sentí muy estúpido siguiendo a aquel velero. Si Ena fuese algo mío, comprendes, mi mujer, o mi hermana, o lo que sea, a buena hora se largan así. Yo con la Zodiac me pongo a treinta nudos y no hay velero que se me escape. Y puestos a mal, me voy a buscar a los guardacostas y con la patrullera antidroga los cazamos antes de que lleguen a cualquier puerto. Pero tú me entiendes, llego a su altura y qué les digo. Y qué diría Ena al verme aparecer con la policía, ella que es tan discreta siempre…
Ni se me ocurrió pensar eso que tú dices. Que no puede ser porque yo la vi, ¡la vi!, pero si se me llega a ocurrir me voy detrás del velero y ahora más tranquilo estaría. Porque es verdad que a Ena no le pega nada hacer algo así, que eso ya lo pensé yo después. Y cuando su marido, su ex quiero decir, salió con que podía ser un secuestro yo le dije enseguida que podíamos avisar a la Guardia Civil costera, y lo mismo al Kostka ese de las narices. En lugar de dar la tabarra con tantas preguntas podía hacer algo, porque yo ya empezaba a darle vueltas, sabes, que no es normal que Ena se vaya así, sin avisar, sin decirme nada, que puede que la hayan secuestrado, hay mucho loco suelto por el mundo, muchos asesinos, ya se ve en la tele, y yo creo de verdad que era ella la que se subió al velero, no puede ser otra cosa, yo la vi, ¡joder!, pero tantas horas que faltan para que haya luz…