Año 2605 a. C.
Le temblaban las manos. Estaba a punto de abrir el arcón con el legado del sabio Imhotep. La llave que le convertiría en un dios viviente.
Miró alrededor. Nadie perdía detalle. Memu sonreía ansioso. Merittefes jadeaba de un modo casi sexual. Cuando abriera el arcón, la tomaría ahí mismo.
Le había excitado tomar a Henutsen delante de todos sin que nadie se hubiese atrevido a respirar. Recordaba cuando debía pedir permiso para casi todo.
Ahora tomaría lo que era suyo cómo y cuándo quisiese.
Gul era el único que permanecía impasible. No le duraría mucho el desafío. En cuanto fuera entronizado y se hiciera con guardias de confianza, acabaría con él.
Volvió la vista al viejo y sucio arcón. El fruto de toda una vida. De varias vidas. El estudio de la mente más sabia que hubiera pisado Egipto. Él no era un hombre tan instruido como su hermano. Ni siquiera como su padre, pero sabía de la importancia de lo que estaba a punto de tocar.
Tal vez aquellos papiros tuvieran la fuerza de la divinidad, pues en ellos estaba reflejada la palabra de los dioses por boca del sabio. Tal vez había algún hechizo en ellos…
Sintió miedo. Sus manos temblaban. Apenas podía tocarlo. Pensó en rezar, pero su cara enrojeció de orgullo. Aquello no tenía nada que ver con Ra, y al fin y al cabo, pronto le miraría de igual a igual.
Finalmente rompió el sello que Memu había falsificado. Suspiró hondo y abrió el arcón.
Paños.
Levantó el primero con gran reverencia. Otro y otro más hasta que dio con el primer rollo. Era un papiro común. Sin riqueza ni decoración. Intentó controlar el temblor y lo abrió.
Devoró las letras con ansiedad, pero lo que mostró su cara fue estupor.
¡Un tratado de elaboración de cerveza!
No lo podía creer. Lo repasó entero. Podía ser una trampa, una tapadera.
Pero no. Le dio la vuelta, lo puso del revés, lo miró al trasluz…
Y lo arrojó contra la pared. Cogió otro, abriéndolo con furia.
¡Cosmética!
Otro.
¡Caza!
Fue mirando uno tras otro, plegado sobre el arcón como un buitre.
Protocolo. Cocina. Jardinería…
Un rugido se abrió paso desde lo más hondo de su ser, rematándolo con un grito que sobresaltó hasta al hierático Gul.
—¡Arrrrrrrhg!
Levantó el arcón y lo estampó contra el suelo.
Cuando se volvió, sus ojos estaban inyectados en sangre. Miró a Memu.
—¿Qué mierda me has traído? ¡Habla antes de morir!
El capitán buscó entre el pánico las palabras que le salvaran la vida.
—Una familia entera ha muerto torturada lentamente por esto. Es lo que les fue entregado originalmente como el legado del sabio. Si no, yo lo hubiera sabido. No me presentaría así por nada. Una vida de trabajo da que pensar que es algo importante. Si le fue dado como una pista falsa, no es mi culpa.
Keops hizo un gesto torpe y le golpeó. Memu aguantó sin pestañear. Fue un arrebato sin fuerza que no le hizo ni daño. El nuevo rey cambiaba de postura sin cesar, como uno de los leones enjaulados de palacio.
—Gul. Mátale. Ya.
Pero el maldito nubio permanecía tan quieto como le había conocido toda la puñetera vida.
Keops se agarró la cabeza entre las manos, jadeando.
—¿Qué voy a hacer? Mi hermano me matará.
Merittefes se adelantó y le dio una bofetada a Keops.
Incluso Gul abrió la boca de la sorpresa.
—No. Memu dice la verdad. Cálmate.
—¡Pero sin la llave no soy nada! ¡No soy Dios!
—solo lo sabemos los que estamos aquí. Nadie más lo sabrá y serás faraón. Tenemos mucho tiempo para buscar los verdaderos papiros —recogió los rollos colocándolos amorosamente en el arcón—. Esto es el legado de Imhotep y tú eres faraón. Construiremos una pirámide perfecta para nosotros y nuestro hijo, y ambos seremos dioses, porque así lo proclamaremos, por derecho legítimo.
Keops lentamente reaccionó, sorbiendo sus lágrimas.
—¡Sí! Sí. Nadie lo sabrá. Conseguiremos el legado. La llave. Sí —la besó con furia—. Sí. Sí. Sí.
Merittefes miró a Memu.
—¿Quién más conocía la búsqueda?
—El escriba Uni.
—Buscadle. Interrogadle. Si no sabe nada, que muera. ¡Gul!
El nubio se estremeció.
—Sí
—¿Qué vas a hacer? ¿Cuál es tu posición sobre lo que has visto?
—No he visto nada. Yo no he estado aquí.
—Bien. Te prohíbo ver a Kanefer. Se te vigilará. Memu: ni intentes huir, ni pienses que puedes mejorar tu posición. Mientras nos seas fiel, serás afortunado. Tu destino es paralelo al nuestro. Si le cuentas algo a Kanefer, los dos moriréis. ¿Entiendes?
—Sí.
—Bien. Largaos.
Se fueron. Ella volvió a tomar la cara de Keops en sus manos.
—Esto solo es un leve retraso. Nada ha cambiado. Serás faraón y yo seré tu reina. Y juntos seremos dioses —repitió.
Le besó. Él respondió con furia. Ella se tumbó sobre él, tomando su miembro entre las manos y acoplándose con un suspiro. Se movió, repitiendo en cada suspiro.
—Faraón.
—Faraón.
—Faraón.