Año 2605 a. C.
No había esperado obtener una información tan valiosa de Neferti, el brujo, aunque su rey pareció recibirla con escepticismo, e incluso el nubio le miró con desprecio. Él, que debería comprenderle mejor que nadie, ya que su país era la cuna de la magia oscura…
No podía huir de su misión, pero la actitud del rey le hirió profundamente. ¡Como si no le hubiera conocido toda la vida para saber que no se embarcaría en semejante quimera sin saber lo que hacía!
Se sintió contrariado. Razón de más para no acudir a la fiesta de regeneración del rey. ¿En calidad de qué iba a ir?
La experiencia había colmado sus expectativas, incluso las más fantasiosas. Le costó una semana recuperarse: los mejores médicos, medicinas y alimentos nutritivos para recuperar su salud, y aun así le quedaron unas oscuras ojeras que no pudo disimular con kohl; sus criados le dijeron que su pelo estaba más blanco que antes.
Pero valía la pena.
Le costó mucho tiempo volver a contactar con el médium. Se diría que esperaba que no le viera más. ¡Si todo había salido bien!
Pero al final le citó. Las precauciones incluso doblaron las de la primera vez, pero al fin, y con la cabeza aún embotada por el brebaje, tenía a Neferti delante.
—¿Qué queréis de mí? No suelo repetir con mis clientes.
—¿Tal vez porque vuestros clientes no están satisfechos de vuestros servicios?
—No estáis en posición de provocarme.
—Y no lo hago. Pagaré vuestra tarifa, pero quiero saber algo más. Tal vez iniciarme en vuestro arte.
El mago miró largamente al escriba.
—¿Con qué fin?
—Con el de servir al faraón.
—¿Y pagaréis mi precio sin discutirlo?
—Así lo haré, siempre que vuestras palabras me satisfagan.
—Preguntad pues.
—¿Qué es la magia?
Neferti sonrió. Aunque llamar a eso sonrisa no hacía justicia. Su nombre mismo era como una broma pesada, pues hablaba de belleza cuando no recordaba a nadie más feo. Había visto personas y animales con increíbles deformaciones, pero aquel ser era verdaderamente horroroso. Ojos caídos como un sapo, labio también caído y lleno de granos, piel picada de viruela, el pelo le colgaba lacio, en mechones. No. No era un hombre sano. Parecía que no le quedaba mucho tiempo en este mundo. Escuchó su respuesta con la nariz arrugada.
—Ra dijo: «Yo cedí el heka a la humanidad para que pueda protegerse contra lo que pudiera pasar». Soy un hekau, y mi ciencia sirve tanto para castigar a una persona, curar a un enfermo o intentar comunicar con personas muertas, ya sea para rendirles culto y repetir su nombre de manera que lo oigan o saber algo de ellos. El dios Heka viaja en la barca solar que cruza el tránsito de los vivos a los muertos, porta dos varas cruzadas, tiene forma de serpiente y en la cabeza lleva un estandarte en forma de rana.
Uni casi se rio, pero Neferti ignoró el gesto. Debía estar acostumbrado a las bromas.
—Personifica el gran poder mágico del sol, o la magia. Es considerado el Ka de Ra, a quien protege de la serpiente Apofis. Isis lo obtuvo de Ra por medio del engaño, tras escuchar su nombre secreto, y lo traspasó a su hijo Horus. Por eso son los tres amos de la heka. Se manifiesta a través del verbo mágico, la palabra.
—Y los sacerdotes de Sekhmet protegen con ella al faraón de hechizos y fuerzas demoníacas. ¡Decidme algo que no sepa!
—¡No lo toméis a broma! Es un transporte poderoso de fuerza. solo percibimos una parte ínfima de su poder, y ha de ser usado con responsabilidad. Sabed que las palabras son poderosas, pero no solo en su concepción hablada. Pueden ser escritas, o incluso pensadas, y cumplir su propósito. Es una vibración luminosa que da a los hombres un poder útil y maravilloso y les guía al conocimiento si ese poder es usado adecuadamente, de igual manera que los discursos de los ignorantes son destructores y agresivos.
Uni comenzó a relajarse. De nuevo había captado su atención. Le hizo un gesto, invitándole a continuar.
—Para aprender a usar beneficiosamente esta energía heka y «volver dichoso al corazón», el primer paso es conocer los deseos-pensamientos propios, tomando conciencia de lo que verdaderamente fluye del corazón-conciencia y se manifestaría en el devenir.
—No he entendido nada.
—¡Que hay que tener cuidado con lo que se desea y se dice, pues a veces uno es prisionero de sus errores y las palabras no mienten!
—Disculpa. ¿Me enseñarás esas palabras?
—Las palabras y los objetos sagrados e imágenes. Los difuntos, por ejemplo, se hacen acompañar por figuras shawabty, o respondedores, quienes harían los trabajos más duros en el Más Allá gracias a las fórmulas de heka que se inscriben sobre cada uno de ellos. También nos valemos de cuatro varas mágicas de marfil. Son utilizadas para invocar la protección de diferentes divinidades o seres míticos que se hacen tallar en su superficie. Con este instrumento trazamos un círculo, y todo lo que queda encerrado en su interior estará protegido por la divinidad. Pero es un mero ejemplo de muchas variantes según las costumbres antiguas de cada pueblo. Hay quien moldea figuras de cera que representan a un enfermo o a quien se desea dañar. Incluso los más incultos pescadores recuerdan recitar un encantamiento sobre el cocodrilo para sentirse protegidos mientras se encuentra trabajando en el río. Las madres dicen las palabras que evitan enfermedades a sus hijos, y les protegen mediante el uso de amuletos que colocan en su cabello. La magia se usa también para evitar la picadura del escorpión, a la serpiente y otros peligros comunes.
Uni se acercó a Neferti. Estaba febril.
—Y se vierte semen sobre aquel a quien se quiere causar daño o maldecir.
Eso es materia de medicina común que incluso yo he recibido. ¡Quiero algo más! Quiero conocer la magia oscura que permite hablar con los muertos antiguos, sin ninguna cortapisa. Dime… ¿cómo se manifiestan tus visiones?
Recuerda que de tu respuesta depende toda mi fortuna.
Neferti suspiró. Miró a Uni con el aire apesadumbrado del que da una mala noticia.
—Primero veo como una niebla. Esta, igual que en un papiro, se compone de puntitos o manchas. La mayor parte de las veces, mis visiones no pasan de ahí. Sin embargo, cuando me siento pleno e identificado con el sujeto o con el caso, las líneas se cruzan y forman figuras bidimensionales, igual que las pinturas. Por último, si estoy en plena forma, las imágenes cobran vida. Más inusualmente aún, las imágenes me hablan. Las visiones no acuden siempre que las llamo. A veces vienen sin llamarlas, y la mayoría de las ocasiones simplemente no vienen. Esa es la verdad. Lamento decepcionarte. La verdad es que los clientes, como tú has dicho, no suelen quedar satisfechos y por eso tomo precauciones, pues el esfuerzo sobrehumano lo hago, con o sin resultados.
—Con eso me basta. Quiero que me enseñes.
—Si soy honesto, no creo que reúnas las condiciones.
—¿Por qué?
—Mírate. Eres pequeño y débil. Aún no te has recuperado de la última sesión.
—¡De mis fuerzas me preocupo yo!
—Entonces, te enseñaré.