Incluso el oponente más pequeño puede resultar mortal.
Informe analítico Bene Gesserit sobre el problema tleilaxu
Cuando Duncan, Sheeana y Teg llegaron al puente de navegación, las gruesas escotillas estaban selladas, eran inexpugnables. El puente había sido diseñado para aguantar incluso frente a un ejército.
Otras hermanas llegaron enseguida, después de correr a la armería para hacerse con algunas armas de mano: pistolas de agujas venenosas, aturdidores y cortadores láser de alta potencia. Ninguno de aquellos artilugios sería suficiente. Los niños ghola se unieron a la multitud ante el puente sellado, entre ellos Paul, Chani, Jessica, Leto II y la pequeña Alia.
Cuando la no-nave saltó por el tejido espacial Duncan lo notó enseguida.
—¡Está en los controles, nos mueve!
—Entonces Garimi ha muerto —fue la conclusión de Sheeana.
—El Danzarín Rostro nos llevará al Enemigo —dijo Teg.
—Ha llegado el momento de utilizar el gas venenoso de Scytale para matar al Danzarín Rostro. —Sheeana se volvió hacia dos de las hermanas que esperaban en el corredor—. Buscad al tleilaxu y llevadlo al almacén de seguridad. Que coja uno de los tubos. Saturaremos el puente con ese gas.
—No hay tiempo para eso —dijo Duncan—. ¡Tenemos que entrar ahí!
—Yo puedo entrar. —Alia habló con un tono misteriosamente frío e inteligente.
Duncan la miró. Aquella niña evocaba en él recuerdos inquietantes. El Duncan original nunca la conoció de pequeña… él fue asesinado por los Sardaukar cuando Jessica acababa de quedar embarazada. Pero tenía vividos recuerdos de una Alia mayor como su amante, en otra vida. Pero todo aquello era historia. Bien podía haber sido mito o leyenda.
Se inclinó para dirigirse a ella.
—¿Cómo? No tenemos mucho tiempo.
—Soy pequeña. —Con un movimiento de ojos, la pequeña indicó los estrechos conductos de ventilación que llevaban a la cubierta de mando. Ella era más pequeña incluso que Scytale.
Sheeana ya estaba quitando la rejilla.
—Por el camino hay pantallas, filtros, barras. ¿Cómo pasarás?
—Dadme un cortador. Y una pistola de agujas. Os abriré desde dentro en cuanto pueda.
Cuando Alia tuvo lo que necesitaba, Duncan la aupó para que pudiera introducirse por el diminuto conducto. Aún no había cumplido los cuatro años y pesaba muy poco. Jessica observaba, con expresión mucho más madura que hacía solo unos días, pero aunque vio cómo ponían a su «hija» en una situación tan peligrosa, no protestó.
Concentrada y fría, la niña sujetó el cortador entre los dientes, se metió la pistola de agujas entre la ropa y empezó a arrastrarse por el conducto. La distancia no era grande, pero avanzar solo medio metro por un espacio tan estrecho era una batalla. Espiró, tratando de hacerse más pequeña para poder pasar.
Fuera, los otros empezaron a aporrear la puerta sellada a modo de distracción. Y, utilizando pesados cortadores que lanzaban chispas y humeaban y hacían mucho ruido, fingieron estar tratando de penetrar la barrera blindada y gruesa milímetro a milímetro. El Danzarín Rostro ya sabría que tardarían horas en entrar, Alia confiaba en que no esperaría una emboscada de ella.
La niña topó con la primera barrera, una serie de barras de plastiacero entrelazadas con la rejilla de filtración. La densa esterilla estaba revestida de sustancias químicas neutralizadoras, cargada con una ligera película electrostática pensada para eliminar drogas y venenos del aire que llegaba al puente. Con aquel filtro, el gas de Scytale no habría funcionado, incluso si hubieran podido liberarlo.
Clavándose los codos en los costados, Alia se sacó el cúter de entre los dientes y con unos movimientos espasmódicos de la muñeca troceó las barras. Con cuidado, puso la pantalla ante ella, tratando de no hacer ruido, y pasó arrastrándose por encima. Los bordes afilados le arañaron el pecho y las piernas, pero no le importaba el dolor.
De igual modo, pasó por una segunda rejilla, hasta que finalmente se encontró ante la última abertura. Desde allí podía ver al Danzarín Rostro. Su apariencia oscilaba de vez en cuando, a veces era el anciano, otras un futar, pero básicamente el Danzarín Rostro lucía unas facciones neutras, como un cráneo desnudo. Antes de ver el cuerpo roto de Garimi en el suelo, Alia supo que no debía subestimar a su oponente.
Con la punta candente del cúter, cortó las diminutas sujeciones que sostenían la última rejilla en su sitio. Moviéndose con tanto sigilo como pudo, sujetó la placa y trató de sacarse la pistola de agujas de la ropa. Se puso tensa y respiró hondo, esperando el momento oportuno.
Solo tendré una oportunidad, así que debo aprovecharla bien.
El Danzarín Rostro manipulaba los controles, transmitiendo sin duda una señal al misterioso Enemigo, seguramente otros como él. Cada segundo que se demoraba, el Ítaca corría un mayor peligro.
De pronto el Danzarín Rostro levantó la cabeza y volvió la mirada hacia la rejilla. De alguna manera había intuido su presencia. Sin vacilar ni un instante, Alia le arrojó la pantalla a modo de proyectil, y él saltó a un lado, tal como esperaba. Tumbada aún en el conducto de ventilación, extendió la pistola de agujas ante ella y disparó siete veces. Tres de las agujas acertaron en el objetivo: dos en los ojos y una tercera en la arteria del cuello.
El Danzarín Rostro se sacudió, se debatió y cayó sin vida. Alia salió como pudo del conducto y saltó al suelo, recuperó el equilibrio y echó una mirada para verificar que Garimi estaba muerta, y entonces se dirigió tranquilamente a la puerta. Con sus dedos ágiles, anuló las medidas internas de seguridad y abrió desde dentro.
Duncan y Teg estaban allí con sus armas, sin saber lo que podía salir de allí dentro. La pequeña los recibió con una expresión plácida.
—Nuestro Danzarín Rostro ya no es un problema.
Por encima de su hombro vieron la figura no humana tendida cerca de una silla volcada. Pequeños hilillos de sangre caían de las heridas de sus ojos, y llevaba un collar carmesí en torno al cuello.
Sobre las placas del suelo yacía Garimi.
Sheeana entrecerró los ojos.
—Veo que eres una asesina nata.
Alia no se inmutó.
—Eso me han dicho. ¿No querías recuperarnos por nuestras capacidades? Esto es lo que yo hago mejor.
Duncan corrió a los controles de la nave para comprobar qué había hecho el falso rabino. Expandió sus sentidos y comprobó con desazón que los hilos mortales de la red centelleante aparecían de repente y se intensificaban a su alrededor. Era irrompible. La trampa era brillante, poderosa, y todos podían verla.
Teg corrió a una estación de escaneo.
—¡Duncan! Naves acercándose… ¡montones! El Danzarín Rostro nos ha traído justo a las puertas del Enemigo. Estamos atrapados, la red se ha cerrado en torno a nosotros.
—Después de tantos años, estamos atrapados. —Duncan paseó su mirada entre los presentes—. Al menos sabremos por fin quién es realmente nuestro Enemigo.