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Dices que debemos aprender del pasado. Pero yo… yo temo al pasado, porque he estado allí, y no tengo ningún deseo de volver.

DOCTOR WELLINGTON YUEH, el ghola

Después de que la ducharan y la restregaran a conciencia para quitarle el olor a especia, tan fuerte que incluso las hermanas que la ayudaron tuvieron que cubrirse la boca y la nariz, Sheeana pasó dos días sumida en unos sueños profundos y turbadores.

Cuando finalmente se levantó, encontró a Duncan Idaho y Miles Teg en el puente de navegación y anunció su decisión.

—Todos los gholas son lo bastante mayores. Incluso Leto II tiene la misma edad que cuando restauré los recuerdos del Bashar. —Su aliento tenía aún un fuerte olor a melange—. Ha llegado el momento de despertarlos a todos.

Duncan dio la espalda a la ventana de observación.

—Activar el proceso no es como activar una subrutina o enfrentarse a un episodio de amnesia temporal. No puedes limitarte a enviar un informe y ordenar que se cumpla.

—Los niños ghola siempre han sabido que les pediríamos esto. Sin sus recuerdos, sin su genio, no nos son de mayor utilidad que cualquier otro niño.

El Bashar asintió lentamente.

—Recuperar la vida pasada de un ghola es una experiencia que destruye y vuelve a recrear la psique. Hay numerosos métodos probados, algunos más dolorosos que otros, pero ninguno es sencillo. No puedes despertar a todos los niños a la vez. Cada uno de estos momentos críticos debe prepararse a medida de cada individuo. Una crisis poderosa y destructiva. —El rostro de Teg mostraba ecos de dolor—. Tú creíste estar utilizando un método humano conmigo Sheeana… pero no era más que un niño de diez años.

Aunque Duncan también parecía inquieto ante la perspectiva, bajó la pantalla de observación y se acercó a Sheeana.

—Tiene razón, Miles. Creamos esos gholas con un propósito, y en estos momentos son como armas sin cargar. Tenemos que cargar a nuestros gholas… ellos son nuestra única arma. La red del enemigo es ahora más fuerte, y de nuevo ha estado a punto de atraparnos. Todos la vimos. La próxima vez puede que no podamos escapar…

—Ya hemos esperado bastante. —La voz de Sheeana era brusca, no dejaba lugar a protestas.

—Algunos gholas podrían ser conflictivos. —Teg entrecerró los ojos—. Y es posible que alguno se vuelva loco. ¿Estás preparada para eso?

—Yo he pasado por la Agonía de Especia, al igual que todas las Reverendas Madres de esta nave. Y sobrevivimos a un dolor insoportable.

—Yo tengo los recuerdos de mi vida pasada —dijo Teg—. De guerras y atrocidades, de torturas imposibles, Por alguna razón los detalles malos son mucho más vívidos que los buenos, y sin embargo, no hay nada peor que el despertar ghola.

Sheeana agitó la mano.

—A lo largo de la historia, hombres y mujeres han tenido el monopolio sobre diferentes tipos de dolor, y cada uno piensa que el suyo es el peor. —Sonrió con expresión sombría—. Empezaremos con el ghola menos valioso, por supuesto. Por si algo va mal.

— o O o —

Wellington Yueh fue llamado a presencia de las Bene Gesserit en una de las cámaras de Consejo de la no-nave. El adolescente larguirucho tenía el mentón afilado y los labios apretados. En su rostro ya podían verse indicios de las familiares facciones cinceladas, la frente ancha… el semblante que durante miles de años se había convertido en sinónimo de traidor en las obras galácticas de referencia.

El joven estaba nervioso. Sheeana se puso en pie en toda su estatura y se acercó. Él pestañeó por su presencia intimidadora, pero de alguna forma encontró el valor para permanecer donde estaba.

—Reverenda Madre, me ha llamado. ¿En qué puedo ayudarla?

—Recuperando tus recuerdos. Mañana serás el primero de nuestros gholas en pasar por el proceso.

El rostro amarillento de Yueh palideció.

—Pero ¡no estoy preparado!

—Por eso te damos un día entero, para que te prepares. —La lengua de la censora superior Garimi era ácida, como siempre.

Aunque Garimi nunca había aprobado el proyecto, ahora deseaba ver su culminación. Sheeana sabía lo que estaba pensando: Si el proceso para despertarlos fallaba, intentaría evitar que se crearan nuevos gholas; si funcionaba, insistiría en que el programa ya había logrado su objetivo y podía terminarse. Sabía que Sheeana, intrigada por todas las células de la cápsula de nulentropía del tleilaxu, quería experimentar con nuevos gholas.

Yueh estaba como pegado al suelo. Parecía a punto de desmayarse, y tuvo que sujetarse a una silla para no perder el equilibrio.

—Hermanas, no deseo recuperar mis recuerdos. No soy el hombre a quien creéis haber resucitado, sino una nueva persona… yo. El viejo Wellington Yueh estaba atormentado por muchas cosas. Y, aunque en parte él era yo, ¿cómo puedo perdonarle lo que hizo?

Garimi hizo un gesto despectivo.

—No importa, te recuperamos con un solo propósito. No esperes compasión. Tienes una labor que cumplir.

Cuando las censoras se llevaron al alterado joven, Sheeana miró a Garimi y las otras dos hermanas de mayor edad Calissa y Elyen, que habían estado presentes durante la conversación.

—Utilizaré el método sexual con él, el mismo que utilicé con el ghola del Bashar. Es la mejor de las técnicas que conocemos.

—La imprimación sexual desató los recuerdos del Bashar únicamente porque precipitó una crisis en él. Su madre le había entrenado para resistirse a la imprimación sexual. No fue tu técnica lo que removió su pasado, sino su resistencia a ella.

—Desde luego. Y por eso prepararemos una agonía individualizada para cada uno de los gholas, algo que pueda llegar a sus miedos y sus debilidades.

—¿Cómo doblegará el sexo a Yueh? —preguntó Garimi.

—No será el sexo en sí, sino su resistencia. Le aterra recordar su pasado. Si cree que sabemos cómo liberar sus recuerdos, se debatirá con todo lo que tenga. Y mientras él se resiste, yo aplicaré mis procedimientos más potentes y lo llevará al borde de la locura.

Garimi se encogió de hombros.

—Si no funciona, tenemos otros métodos.

— o O o —

La habitación estaba escasamente iluminada, las sombras acechaban, y eso hacía más palpable el terror de Yueh. No había ningún mobiliario, salvo una colchoneta acolchada como las que utilizaban los niños gholas durante las sesiones de entrenamiento físico.

Las brujas no le habían explicado lo que debía esperar. Por sus estudios el joven sabía que el proceso para recuperar el pasado era doloroso. Él no era un hombre fuerte, ni especialmente valiente. Aun así, la perspectiva del dolor no le aterraba ni la mitad de lo que le aterraba recordar.

Las puertas se deslizaron sobre guías con un suave siseo de metal lubricado. Una luz cegadora entró del corredor, mucho más brillante que la de los paneles de luz de su celda. Y vio la silueta de una mujer… ¿Sheeana? Se volvió hacía ella, pero solo veía un contorno, las curvas sensuales de su cuerpo, no disimuladas ya por las amplias túnicas. Cuando la puerta se cerró a su espalda, los ojos de Yueh se adaptaron enseguida a aquella luz más cómoda.

Y entonces vio que Sheeana estaba completamente desnuda y sus miedos aumentaron.

—¿Qué es esto? —La voz le salió muy chillona, por el miedo.

Ella se acercó.

—Ahora te desvestirás.

Yueh, que apenas era un adolescente, tragó saliva.

—No hasta que me diga qué va a pasarme.

Sheeana utilizó la fuerza huracanada de la Voz Bene Gesserit.

¡Te desvestirás, ahora!

En una reacción automática, Yueh se arrancó la ropa, con movimientos espasmódicos. Sheeana lo examinó, paseando sus ojos arriba y abajo por su cuerpo delgado como un halcón que valora a su presa. A Yueh le dio la impresión de que lo encontraba defectuoso.

—No me haga daño —suplicó, y se detestó a sí mismo por decirlo.

—Pues claro que te hará daño, pero no será un dolor que yo inflija sobre ti. —Le tocó el hombro. Él sintió casi una sacudida eléctrica, pero estaba transfigurado, no podía moverse—. Lo harán tus recuerdos.

—No quiero recuperarlos. Me resistiré.

—Resístete cuanto quieras. No te beneficiará en nada. Sabemos cómo despertarte.

Yueh cerró los ojos y apretó los dientes. Trató de darse la vuelta, pero ella lo sujetó por los brazos para que se estuviera quieto, luego lo soltó y empezó a acariciarle. Yueh sentía aquellas delicadas caricias como la línea de calor de una cerilla sobre sus brazos, su pecho.

—Tus recuerdos están guardados en tus células. Para despertarlos, primero debo despertar tu cuerpo. —Le acarició y él se estremeció sin poder apartarse—. Enseñaré a tus terminaciones nerviosas a hacer cosas que han olvidado. —Otra sacudida, y Yueh jadeó.

Sheeana volvió a tocarle y al joven casi le fallaron las rodillas, como ella quería. Sheeana le empujó hacia la esterilla del suelo.

—Necesito llevarte a la plena conciencia de cada cromosoma de cada célula.

—No. —Aquel «no» le sonó increíblemente endeble.

Sheeana apretó su cuerpo contra él, haciendo que su piel cálida encendiera su sudor, y Yueh se replegó sobre sí mismo, tratando de huir. Entre todas las cosas que había aprendido de su pasado, encontró una a la que aferrarse. ¡Wanna! Su amada esposa Bene Gesserit, el punto débil de su larga cadena de traiciones, y el vínculo más sólido que tuvo en su vida original.

Los perversos Harkonnen sabían que Wanna era la clave para quebrantar su condicionamiento, y solo funcionó, solo podía funcionar, porque Yueh la amaba con todo su corazón. Se suponía que las Bene Gesserit no sucumben al amor, pero él sabía que ella siempre le correspondió.

Pensó en las imágenes de archivo, en todo lo que había aprendido de Wanna en sus investigaciones.

—Oh, Wanna. —La necesitaba en su mente, y trató de aferrarse a ella.

Sheeana le acarició la cintura, deslizó sus dedos más abajo y se puso encima de él. Los músculos de Yueh estaban completamente fuera de control. No podía moverse. Los labios de ella vibraban contra su hombro, su cuello. Sheeana era una dotada imprimadora sexual, su cuerpo era un arma, y él era el objetivo.

Una poderosa oleada de sensaciones estuvo a punto de borrar la imagen de archivo de Wanna de su mente, pero Yueh se resistió a lo que Sheeana trataba de hacerle sentir. Y se concentró en lo que habría hecho en los brazos amantísimos de Wanna. Wanna.

Mientras el ritmo del acto sexual iba en aumento, los recuerdos reales empezaron a colarse en la información que tenía de sus estudios. Yueh recordó los terribles momentos que siguieron a la captura de su mujer por los Harkonnen, vio al despreciable y gordo barón, al matón de su sobrino, Rabban, a la víbora de Feyd-Rautha, y al mentat Piter de Vries, con aquella risa que sonaba como vinagre.

Débil, indefenso, furioso, le habían obligado a presenciar como torturaban a Wanna en una cámara de aislamiento. Ella era una Bene Gesserit, podía bloquear el dolor, podía atenuar las respuestas de su cuerpo. Pero Yueh no podía controlarse tan fácilmente, por más que lo intentó.

En su recuerdo de pesadilla, el barón reía, con un rugido grave y profundo.

—¿Ves la pequeña cámara donde está, doctor? Es un juguete con muchas posibilidades. —Mientras los hombres la observaban, Wanna, aturdida y desorientada, se puso en pie con rodillas temblorosas, pero cabeza abajo—. Podemos hacer que la gravedad dependa totalmente de la perspectiva.

Rabban rio, con una risotada escandalosa. Manipuló los controles de la gravedad artificial de la pequeña cabina y de pronto Wanna cayó con un golpe sordo al suelo. Logró girar la cabeza y el cuello lo justo para no desnucarse. Con la rapidez y fluidez de una serpiente, Piter de Vries se acercó con un amplificador del dolor. En el último momento, Rabban se lo arrebató al mentat pervertido y lo aplicó a la garganta de Wanna personalmente. Ella se retorció en un espasmo de agonía.

—¡Basta! ¡Basta, os lo suplico! —gritó Yueh.

—Oh, doctor, doctor… sabes muy bien que no es tan sencillo.

—En su visión, el barón cruzaba sus brazos regordetes sobre su pecho.

Rabban volvió a manipular los controles de la gravedad y Wanna salió disparada como una muñeca contra una pared y otra, golpeando los lados de la cámara.

—Cuando una persona es demasiado adorable, hay que hacer algo para solucionarlo.

¡Mi preciosa Wanna!

Ahora los recuerdos eran muy vívidos, mucho más detallados que nada que hubiera leído en la sección de archivos. Ningún documento podía haberle hecho ver con tanta claridad…

En un compartimiento distinto que acababa de abrirse en su cerebro, Yueh vivió otro recuerdo. Le tenían paralizado artificialmente y le obligaban a mirar durante una de las fiestas del barón mientras Piter de Vries utilizaba un amplificador de dolor en el cuerpo suspendido de Wanna. Cada destello provocaba una sacudida de agonía en ella. Los otros invitados se reían de su dolor, de la desdicha y la indefensión de Yueh.

Cuando lo liberaron de su parálisis, Yueh temblaba, babeaba y se puso a forcejear. El barón se plantó ante él, con una amplia sonrisa en su cara abotagada. Le entregó una pistola cargada.

—Como doctor Suk, debes hacer todo lo posible por evitar que el paciente sufra. Tu sabes cómo detener el dolor de Wanna, doctor.

Yueh se estremeció, se sacudió, no podía romper su juramento. Pero no había cosa que deseara más que hacer lo que el barón le decía.

—Yo… ¡No puedo!

—Pues claro que puedes. Elige un invitado, el que sea. No me importa. ¿No ves cómo les divierte nuestro pequeño juego? —Aferró las muñecas temblorosas de Yueh y le ayudó a apuntar su pistola de proyectiles por la sala—. Pero nada de trucos, o haremos que su tormento se alargue muchísimo más.

Yueh habría querido liberar a Wanna del dolor, matarla, en vez de dejar que los Harkonnen siguieran con sus perversos juegos. Vio sus ojos, vio una chispa de dolor y esperanza en ellos, pero Rabban le detuvo.

—Apunta, doctor. Nada de errores.

Con los ojos empañados, Yueh vio diferentes dianas y trató de concentrarse en una, un anciano noble y chocho, adicto a la semuta. Ya había tenido una vida larga, y seguramente disoluta. Pero que un doctor Suk asesinara…

Disparó.

Abrumado por la terrible escena que veía en su cabeza, Yueh no era consciente de las caricias de Sheeana. Su cuerpo estaba empapado en sudor, pero no tanto por el esfuerzo sexual, como por la extrema tensión psicológica. Vio que Sheeana lo evaluaba. Los recuerdos eran tan claros en su cabeza que se sentía el cuerpo como una gran herida en carne viva: Wanna sufriendo y el agudo dolor de saber que había traicionado su juramento Suk. ¡Y aquello había pasado hacía miles de años!

Los años que precedían a aquel suceso decisivo y los años posteriores se extendieron por su mente, ahora viva y hambrienta. Y con los recuerdos, regresó también la angustia y la culpa, y un profundo desprecio por sí mismo.

Yueh sintió que iba a vomitar. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

Sheeana estudió sus lágrimas clínicamente.

—Estás llorando. ¿Significa eso que has recuperado satisfactoriamente tus recuerdos?

—Los he recuperado. —Su voz era ronca, y sonaba infinitamente vieja—. Malditas seáis las brujas por ello.