Nuestra no-nave contiene muchos secretos, sí, pero no tantos como llevamos nosotros en nuestro interior.
LETO II, el ghola
Leto II y Thufir Hawat no se habían conocido en sus vidas originales. Para ellos esto no era una desventaja, les dejaba la libertad de formar una amistad sin expectativas ni ideas preconcebidas.
Leto, que tenía nueve años, corría delante por el pasillo.
—Ven conmigo, Thufir. Ahora que nadie nos vigila, te enseñaré un sitio especial.
—¿Otro? ¿Es que te pasas el día explorando en vez de estudiar?
—Si vas a ser el ayudante del jefe de seguridad, tienes que saberlo todo del Ítaca. A lo mejor encontramos a tu saboteador ahí abajo. —Leto giró bruscamente a la derecha, saltó a un pequeño ascensor de emergencia y lo hizo parar en una cubierta inferior, mal iluminada, donde todo parecía más grande y más oscuro. Guio a Thufir hasta una escotilla con advertencias y restricciones en media docena de idiomas. A pesar de los cierres, Leto abrió sin ninguna dificultad.
Thufir pareció desconcertado, incluso un poco ofendido.
—¿Cómo has superado las medidas de seguridad tan fácilmente?
—Esta nave es vieja, y los sistemas fallan continuamente. —Se agachó para entrar en un pasaje bajo.
En el otro lado había un túnel, un conducto donde oían silbar el aire. Por encima de sus cabezas el estruendo era mayor, y el aire soplaba con fuerza. Thufir aspiró.
—¿Adónde lleva?
—A un sistema de filtrado e intercambio de corrientes. —Los pasadizos era lisos y curvos… como los túneles de los gusanos. Un estremecimiento le recorrió la piel a Leto, quizá por un recuerdo de cuando se unió a numerosas truchas de arena, de cuando era el Dios Emperador de Dune, el Tirano…
Los dos llegaron a los recicladores centrales, donde unos grandes ventiladores hacían pasar el aire por unos gruesos filtros para eliminar partículas y purificar la atmósfera. Las corrientes le agitaban el pelo. Delante, las láminas de material de filtrado les cerraban el paso. Los pulmones de la nave, reponiendo y redistribuyendo el oxígeno.
Recientemente, Thufir había empezado a pintarse una marca de color escarlata en los labios. Mientras estaban en las tripas de la nave, escuchando el rugido del viento, finalmente Leto preguntó:
—¿Por qué te pintas eso en la boca?
El joven de catorce años se restregó los labios con timidez.
—Mi original utilizaba el safo, que dejaba manchas como esta. El Bashar quiere que me meta en situación. Dice que se está preparando para despertar mis recuerdos. —Thufir no parecía precisamente feliz—. Sheeana ha estado hablando de obligarme a recordar. Tiene una técnica especial para desatar el despertar de un ghola.
—¿No estás entusiasmado? Thufir Hawat fue un gran hombre.
El otro niño seguía con cara preocupada y atormentada.
—No es eso, Leto. En realidad no quiero recuperar mis recuerdos, pero Sheeana y el bashar están decididos.
—Para eso te crearon. —Leto estaba desconcertado—. ¿Por qué no ibas a querer tu vida pasada? El Maestro de Asesinos no tendría miedo a la prueba.
—No tengo miedo. Es solo que preferiría ser quien yo decida ser, y no salir como una persona ya plenamente formada. No creo habérmelo ganado.
—Créeme, cuando vuelvas a ser el verdadero Thufir, ellos se encargarán de que te lo ganes.
—Ya soy el verdadero Thufir. ¿O es que lo dudas?
Leto pensó en los gusanos inquietos que se agazapaban en su interior, en las cosas atroces que pronto recordaría…, sí, le entendía perfectamente.