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En estos momentos solo tenemos dos opciones: defendernos o rendirnos ante el Enemigo. Pero si alguno de vosotros cree que la rendición es una opción viable, entonces ya hemos perdido.

BASHAR MILES TEG, discurso pronunciado ante el Compromiso Pellikor

Tras dejar los destructores en Ix para que los fabricadores los estudiaran y duplicaran, Murbella viajó a los astilleros principales de la Cofradía, en Conexión.

El administrador Rentel Gorus, de cabellos largos y claros y ojos lechosos, acompañó a Murbella entre muelles de construcción, grúas suspensoras, cintas transportadoras y ensambladores, todos ellos bullendo de actividad. Los edificios eran altos y de formas cúbicas, las calles prácticas más que hermosas. En Conexión todo estaba hecho a una escala apabullante. Grandes elevadores subían los componentes al esqueleto de naves gigantescas, ensamblando una tras otra. El aire tenía el regusto del metal caliente, los residuos químicos que resultaban de la soldadura de componentes dispares para crear inmensas naves.

Gorus parecía excesivamente orgulloso.

—Como puede ver, tenemos las instalaciones que pide, madre comandante, siempre y cuando el precio sea el adecuado.

—El precio será el adecuado. —Con la riqueza de la Nueva Hermandad en melange y soopiedras, Murbella podría satisfacer prácticamente cualquier pago que le exigieran—. Pagaremos bien por cada nave que construyáis, cada aparato que pueda mandarse al combate, que pueda plantar cara al ejército de máquinas pensantes. El fin de nuestra civilización es inminente si no logramos derrotar a las máquinas pensantes.

Gorus no parecía impresionado.

—Cada bando en cada guerra cree que su conflicto es crucial para la historia. Pero en la mayoría de los casos son pensamientos alarmistas y engañosos. Esta guerra podría haberse acabado antes de que tenga que recurrir a tales medidas.

Ella frunció el ceño.

—No sé a qué se refiere.

—Hay otras formas de resolver el problema. Sabemos que las fuerzas exteriores están irrumpiendo en muchos sistemas planetarios. Pero ¿qué quieren? ¿Ante qué argumentos cederían? Consideramos que es importante hablarlo. —Sus ojos lechosos pestañearon.

—¿Qué clase de truco está tratando de hacernos esta vez la Cofradía?

—Nada de trucos, sensatez. El comercio debe continuar, al margen de la política. La desesperación de los tiempos de guerra inspira la innovación tecnológica, pero la paz fomenta beneficios a largo plazo. Gane quien gane, el comercio seguirá vivo.

Los cruceros eran las naves de lujo del universo desde hacía mucho tiempo; y ahora Murbella obligaba a la Cofradía Espacial a dedicar sus astilleros a crear las herramientas para la guerra. Durante siglos, la Cofradía había tenido una flota comercial estable, y el comercio no dejaba de aumentar conforme llegaba más gente procedente de la Dispersión. Sin embargo, ahora que la flota de Omnius estaba eliminando poblaciones enteras y enviando hordas de refugiados asustados de vuelta al corazón del Imperio Antiguo, se respiraba una profunda agitación entre la CHOAM y la Cofradía.

Un aire caliente procedente de los muelles de ensamblaje dio a Murbella en la cara, quemando sus fosas nasales con el humo acre de los humos residuales. Un estremecimiento le recorrió la columna.

—Sin duda nuestro enemigo común es racional —siguió diciendo Gorus—. Por tanto, hemos enviado emisarios y negociadores a la zona de guerra. Encontraremos a las máquinas pensantes y haremos una propuesta. La Cofradía preferiría seguir comerciando independientemente del resultado de este desacuerdo.

Murbella jadeó.

—¿Ha perdido el juicio? Omnius busca la exterminación de la humanidad. Y eso os incluye a vosotros.

—Exagera, madre comandante. Creo que algunos de nuestros emisarios lograrán nuestro objetivo.

De fondo, explosiones de vapor que se elevaban enroscándose desde chimeneas de piedra. Murbella no hizo caso del ruido y el olor.

—Es usted un necio consumado, administrador Gorus. Las máquinas pensantes no se rigen por nuestras mismas normas.

—Sea como fuere, es nuestra obligación intentarlo.

—Y hasta la fecha ¿en qué han resultado sus pesquisas?

—Pérdidas aceptables. Nuestros primeros emisarios han desaparecido, pero insistiremos. Estamos preparados para cualquier eventualidad… incluso el desastre. —Con aire desenfadado, la llevó a un área abierta y despejada bajo el casco a medio montar de una inmensa nave—. Por tanto, nos complace poder ofrecer ciertos términos beneficiosos a la Nueva Hermandad. Siempre han sido un cliente valioso, pero lo que piden es excesivo. Incluso en situación de guerra, nos pide más naves de las que podemos proporcionar.

—Ofrezca más incentivos a sus obreros.

—Ah, madre comandante, pero ¿nos ofrecerá usted más incentivos a nosotros?

Ella se picó.

—¿Cómo puede pensar en beneficios cuando el futuro de la raza humana está en juego?

—Los beneficios determinan el futuro de todos. —El administrador hizo un gesto amplio, como si pretendiera englobar la gran cantidad de naves que les rodeaban.

—Pagaremos lo que pide, y si es necesario el Banco de la Cofradía nos dará créditos. Necesitamos esas naves, Gorus.

Él sonrió con frialdad.

—El crédito de las hermanas es bueno. Pero tenemos otro problema. No tenemos suficientes navegantes para dirigir las nuevas naves. Todas las naves que construyamos para la Hermandad irán necesariamente equipadas con compiladores matemáticos ixianos, no con los tradicionales navegantes. ¿Le parece aceptable?

—Mientras las naves funcionen, no tengo inconveniente. No tenemos tiempo para desarrollar y entrenar una nueva generación de navegantes.

Gorus se frotó las manos, visiblemente complacido.

—Últimamente los navegantes se están mostrando algo intratables, debido a la escasez de especia… una escasez que usted misma ha provocado, madre comandante. Por culpa suya tuvimos que buscar alternativas a los navegantes.

—No me interesan los navegantes, ni tampoco sus obscenos beneficios. Necesitamos esas naves, y no me importa cómo las consiga la Cofradía.

—Por supuesto, madre comandante, y le proporcionaremos lo que desee.

—Es exactamente la respuesta que esperaba.