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Es evidente que las Honoradas Matres diseñaron personalmente su nombre, porque nadie fuera de ellas utilizaría el término «honor» después de ver sus actos cobardes y egoístas. La mayoría tiene una forma muy distinta de referirse a estas mujeres.

MADRE COMANDANTE MURBELLA, valoración de las fuerzas pasadas y presentes

Las armas y las naves eran tan importantes como el aire y la comida en estos supuestos Tiempos del Fin. Murbella sabía que tendría que enfocar el problema de otro modo, pero jamás habría esperado tanta resistencia de su propia Hermandad.

Llena de ira y desdén Kiria exclamó:

—¿Les ofrece destructores, madre comandante? No podemos entregar unas armas tan destructivas a Ix así, sin más.

Murbella no tenía paciencia para esto.

—¿Y quién aparte de ellos puede construir más? Si tenemos secretos entre nosotros lo único que conseguiremos será beneficiar al Enemigo. Sabes tan bien como yo que solo los ixianos pueden descifrar la tecnología y fabricar en grandes cantidades para la inminente guerra. Por tanto, deben tener acceso libre. No hay otra salida.

Muchos mundos estaban construyendo flotas gigantescas, armando cada nave que encontraban, trabajando en el diseño de nuevas armas, pero hasta la fecha nada había resultado ni remotamente efectivo frente al Enemigo. La tecnología de las máquinas pensantes no tenía igual. Pero, con un suministro de nuevo de destructores, Murbella volvería el poder destructivo de las maquinas contra ellas mismas.

Siglos atrás, cuando las Honoradas Matres robaron aquellas armas en los puestos fronterizos de las máquinas, podrían haber formado una barrera impenetrable y haber arrojado los destructores contra el Enemigo. Si se hubieran unido en defensa del bien común, podrían haber evitado el problema. Pero en vez de eso, huyeron.

Cuando pensaba en la historia oculta que había desenterrado de lo más profundo de las Otras Memorias, Murbella seguía sintiéndose molesta con sus antepasadas. Habían cogido aquellas armas, las habían utilizado sin entenderlas y habían agotado la mayor parte de sus reservas en su absurda venganza contra sus odiados tleilaxu. Sí, es cierto, muchas generaciones antes, los tleilaxu habían atormentado a sus mujeres, y tenían buenos motivos para dirigir contra ellos su violencia vengativa.

Pero ¡qué desperdicio!

Por culpa de la ligereza con que las Honoradas Matres habían utilizado aquellas armas para calcinar todos los mundos que las ofendían, solo unos pocos destructores quedaron intactos. Recientemente, cuando arremetieron contra los enclaves rebeldes de las Honoradas Matres, Murbella esperaba encontrar arsenales ocultos de destructores. Pero no habían encontrado nada. ¿Había robado alguien las armas? ¿La Cofradía tal vez, con el pretexto de ayudar a las madres? ¿O es que realmente las rameras las habían utilizado todas y no habían dejado ninguna en reserva?

Ahora la raza humana no tenía armas suficientes para enfrentarse al verdadero Enemigo. Los destructores les resultaban tan incomprensibles como los artefactos que Tio Holtzman había creado para plegar el espacio, y las mujeres no tenían ni idea de cómo crear más. Por el bien de la humanidad, esperaba que los ixianos sí pudieran hacerlo.

Los tiempos extremos exigen acciones extremas.

Bajo sus órdenes, los miembros de la Hermandad unificada retiraron las poderosas armas de sus no-naves, los cruceros de combate y las naves de infiltración. Murbella las llevaría a Ix personalmente. En aquellos momentos, se dirigía hacia el puerto espacial de Casa Capitular con un pequeño séquito, y cortó en seco aquellos continuos argumentos.

—Pero, madre comandante, al menos debe negociar la protección de las patentes —dijo Laera, con un sofoco que se notaba incluso en su piel oscura—. Imponer restricciones para que la tecnología no se difunda. —Era una de las reverendas madres más pragmáticas, y cumplía en buena medida con el papel que en su día desempeñara Bellonda—. La proliferación de estas armas entre los señores de la guerra planetarios podría provocar la devastación de los sistemas estelares más extensos. La CHOAM misma, si trabaja en colaboración con Ix, podría quebrantar…

Murbella la atajó con un sonido disgustado.

—No me interesa quién pueda beneficiarse comercialmente o dejar de hacerlo cuando hayamos ganado esta guerra. Si los ixianos nos ayudan a conseguir la victoria, tienen derecho a sacar un beneficio. —Se restregó el mentón pensativa mientras miraba la rampa de su pequeño y veloz transporte ligero—. Dejemos que los señores de la guerra se ocupen de sus propios asuntos.