00.02.22

En la sala de control, todos lanzaban vítores y gritos de alegría. Kramer brincaba de entusiasmo. Gordon daba palmadas en la espalda a Stern. El monitor volvía a reflejar fluctuaciones de campo. Intensas y potentes.

—¡Vuelven! —exclamó Kramer.

Stern dirigió la mirada a las grandes pantallas de vídeo, que mostraban el blindaje en la plataforma de tránsito. Los técnicos ya habían llenado de agua varios segmentos, y el cristal resistía. Los contenedores restantes estaban llenándose en ese momento, pero el nivel de agua era ya alto.

—¿Cuánto tiempo falta? —preguntó.

—Dos minutos, veinte segundos.

—¿Y para que acabe de llenarse el blindaje?

—Dos minutos, diez segundos.

Stern se mordió el labio.

—¿Llegaremos a tiempo?

—Sin duda. Puede jugarse lo que quiera —aseguró Gordon. Stern observó de nuevo las fluctuaciones de campo, cada vez más pronunciadas y nítidas. El inestable pico presentaba ahora una estabilidad total, elevándose sobre la superficie, tomando forma.

—¿Cuántos vuelven? —preguntó. Sin embargo, ya conocía la respuesta, porque el pico se dividía en secciones separadas.

—Tres —dijo el técnico—. Parece que regresan tres.