00.09.04

En las grandes pantallas de la sala de control, se veía a los técnicos llenar el blindaje de agua. Los contenedores resistían. Pero en la sala nadie prestaba atención al blindaje. Todos observaban en silencio el titilante campo generado por el ordenador. En los últimos diez minutos, los picos habían disminuido gradualmente, y en ese momento casi se habían desvanecido; cuando aparecían, no eran más que pequeñas ondas en la superficie.

Aun así, permanecieron atentos al monitor.

Por un instante, las ondas parecieron cobrar intensidad, firmeza.

—¿Eso significa algo? —preguntó Kramer, esperanzada.

Gordon negó con la cabeza.

—No lo creo. Diría que son sólo fluctuaciones aleatorias.

—Parecía que volvían a recibirse con más claridad —comentó Kramer.

Pero Stern vio que no era así. Gordon tenía razón; las alteraciones eran aleatorias. El monitor siguió mostrando ondas intermitentes e inestables.

—Sea cual sea el problema —dijo Gordon—, aún no lo han resuelto.