Edward Johnston vestía jubón azul oscuro y calzas negras. Era un atuendo sencillo, sin adornos ni bordados, y le confería el sobrio aspecto de un hombre instruido. Podía sin duda pasar por un funcionario londinense en peregrinación, pensó Marek. Probablemente ésa era poco más o menos la indumentaria de Geoffrey Chaucer, otro funcionario de la época, en su propia peregrinación.
El profesor salió sin especial cautela bajo el sol de la mañana, pero de pronto se tambaleó ligeramente. Marek y Kate corrieron a su lado y advirtieron que respiraba con dificultad. Sus primeras palabras fueron:
—¿Tenéis un marcador de navegación?
—Sí —respondió Marek.
—¿Habéis venido sólo vosotros dos?
—No. También ha venido Chris, pero no está aquí.
Johnston movió la cabeza en un brusco gesto de enojo.
—Muy bien. No perdamos tiempo. Os pondré al corriente de la situación. Oliver se encuentra en Castelgard —señaló hacia el pueblo, al otro lado del río—, pero desea trasladarse a La Roque antes de que llegue Arnaut. Su principal temor es el pasadizo secreto que lleva a La Roque. Oliver quiere saber dónde está. Por aquí, están todos desesperados por descubrirlo, porque es vital tanto para Oliver como para Arnaut. Es la clave de todo. Aquí la gente me tiene por un sabio. El abad me pidió que examinara los documentos antiguos, y encontré…
De pronto se abrió la puerta del monasterio, y unos soldados con sobrevestes de colores marrón y gris corrieron hacia ellos. Sin contemplaciones, apartaron a Marek y Kate y los derribaron a golpes; ella casi perdió la peluca. En cambio, mostraron sumo cuidado con el profesor, situándose a ambos lados de él sin tocarlo en ningún momento. Parecían tratarlo con respeto, como una protectora escolta. Mientras se levantaba y sacudía el polvo, Marek tuvo la impresión de que los soldados tenían instrucciones de no causarle el menor daño al profesor.
En silencio, Marek observó a Johnston y los soldados montar a caballo y alejarse por el camino.
—¿Qué hacemos? —susurró Kate.
El profesor se golpeó suavemente la oreja con un dedo. Marek y Kate lo oyeron decir en un sonsonete, como si orase:
—Seguidme. Ya encontraré la manera de reunirnos. Vosotros id a buscar a Chris.