36.50.22

En la sala de control, uno de los técnicos sentados ante los monitores anunció:

—Se detectan cabriolas de campo.

—¿Ah, sí? Ésa es una buena noticia —comentó Gordon.

—¿Por qué? —preguntó Stern.

—Significa que alguien regresará en las próximas dos horas —explicó Gordon—. Sus amigos, sin duda.

—¿Encontrarán al profesor y estarán aquí de vuelta dentro de dos horas?

—Sí, eso exactamente… —Gordon se interrumpió, fijando la mirada en el gráfico del monitor, una superficie ondulada con un pronunciado pico ascendente—. ¿Es esa señal?

—Sí —contestó el técnico.

—Pero la amplitud de onda es demasiado grande —observó Gordon.

—Sí, y el intervalo se reduce rápidamente.

—¿Quiere eso decir que alguien está volviendo en este instante?

—Sí. O al menos que volverá en breve, según parece.

Stern consultó su reloj. El equipo había emprendido el viaje hacía sólo unos minutos. No podían haber rescatado al profesor tan pronto.

—¿Qué significa eso? —preguntó.

—No lo sé —respondió Gordon. Lo cierto era que aquel imprevisto le daba mala espina—. Debe de haberles surgido algún problema.

—¿Qué clase de problema?

—En tan poco tiempo, probablemente sea un fallo mecánico. Un error de transcripción, quizá.

—¿Qué es un error de transcripción? —dijo Stern.

—Según mis cálculos, llegará dentro de veinte minutos cincuenta y siete segundos —informó el técnico, midiendo las intensidades de campo y los intervalos de pulsación.

—¿Cuántos vuelven? —preguntó Gordon—. ¿Todos?

—No —contestó el técnico—. Sólo uno.