Marek programó una práctica de tiro con arco para primera hora de la tarde. A los universitarios les divertía, y nunca se perdían una sesión. Últimamente Kate se había unido también al grupo. Aquel día el blanco era un espantapájaros de paja, colocado a unos cincuenta metros. Los estudiantes formaban una hilera, cada uno con su arco, y Marek se paseaba de un lado a otro detrás de ellos.

—Para matar a un hombre —dijo—, debe recordarse que casi con toda seguridad lleva el pecho cubierto por la coraza. Es menos probable que use protección en la cabeza y el cuello, o en las piernas. Para matarlo, pues, hay que disparar a la cabeza, o al costado, la parte del torso que queda desprotegida entre el peto y el espaldar.

Kate encontraba graciosas las explicaciones de Marek. André se lo tomaba todo muy en serio. «Para matar a un hombre», decía, como si ése fuera realmente su propósito. Allí, bajo el dorado sol vespertino del sur de Francia, oyendo a lo lejos las bocinas de los coches, la idea resultaba un tanto absurda.

—Pero si la intención es detener a un hombre —prosiguió Marek—, entonces debéis disparar a las piernas. Se desplomará en el acto. Hoy usaremos los arcos de cincuenta libras.

Cincuenta libras se refería a la fuerza necesaria para tensar el arco. Los arcos eran desde luego pesados y difíciles de tensar. Las flechas medían casi un metro. Muchos de los estudiantes tenían problemas para manejarlos, sobre todo al principio. Para ayudarlos a desarrollar la musculatura, Marek solía concluir las sesiones de práctica con un rato de pesas.

Marek en particular era capaz de tensar un arco de cien libras.

Aunque costara creerlo, insistía en que ése era el verdadero tamaño de las armas en el siglo XIV, muy superior a lo que cualquiera de ellos podía utilizar.

—Muy bien —dijo Marek—, encocad las flechas, apuntad y soltad. —Las flechas surcaron el aire—. No, no, no, David, no tires hasta que empieces a temblar; mantén el control. Carl, atento a la postura de tiro. Bob, demasiado alto. Deanna, recuerda la posición de los dedos. Rick, eso ha estado mucho mejor. Muy bien, volvamos a intentarlo: encocad las flechas, apuntad y… soltad.

Ya a media tarde Stern llamó a Marek por radio y le pidió que fuera al granero. Anunció que tenía buenas noticias. Marek lo encontró sentado ante el microscopio, examinando la lente.

—¿Qué has averiguado?

—Aquí lo tienes. Míralo tú mismo.

Stern se apartó, y Marek acercó el ojo al ocular. Vio la lente y la precisa línea del corte bifocal. Aquí y allá, la lente estaba salpicada de círculos blancos, como colonias de bacterias.

—¿En qué he de fijarme? —preguntó Marek.

—En el borde izquierdo.

Marek desplazó el portaobjetos hasta situar el borde izquierdo en el campo visual. Allí advirtió una mancha blanca mayor, que se extendía por el contorno y la superficie misma de la lente.

—Son bacterias —confirmó Stern—. Algo así como el barniz de roca.

El barniz de roca era el término empleado para designar la pátina de bacterias y moho que se desarrollaba en la cara inferior de las rocas. Dado que el barniz de roca era orgánico, podía datarse.

—Es posible datarlo.

—Lo sería si el tamaño de la muestra permitiera analizarla con C-14 —respondió Stern—. Pero es demasiado pequeña, eso puedo asegurártelo ya. Con esa cantidad, no puede obtenerse una datación mínimamente fiable. No merece la pena siquiera intentarlo.

—¿Y entonces?

—La cuestión es que ése era el borde de la lente que estaba a la vista, ¿no? El borde que, según Kate, sobresalía de la tierra.

—Sí —dijo Marek.

—En ese caso es antigua, André. Desconozco su antigüedad, pero no es contaminación. Rick está estudiando los huesos descubiertos hoy y cree que algunos son de un período posterior al que nos atañe, del siglo XVIII o quizá incluso del XIX. Lo cual significa que tal vez alguna de las personas enterradas allí usaba bifocales.

—No sé qué pensar. Esta lente parece muy precisa…

—Eso no quiere decir que sea nueva —lo interrumpió Stern—. Existen buenas técnicas de pulido desde hace doscientos años. Me he puesto en contacto con un óptico de New Haven para que la examine. Le he pedido a Elsie que dé prioridad a los documentos envueltos en hule por si contienen algo fuera de lo común. Creo que entretanto podemos tranquilizarnos.

—Sí, es una buena noticia —convino Marek, sonriendo.

—He pensado que querrías enterarte cuanto antes. Nos veremos a la hora de la cena.