Rafael LLopis

PLENILUNIO

La luna llena se derramaba sobre los campos dormidos. Dos hombres llegaron a un caserón de las afueras del pueblo y aporrearon la puerta hasta que se abrió un ventanuco del piso superior.

—¿Está D. Ataúlfo? Tenemos un enfermo grave.

—El señorito no puede salir porque está con el mes.

Y el ventanuco se cerró, inapelable.

—¡Maldita sea! —exclamó uno de los hombres mientras se alejaban.

—Ya te decía yo que a D. Ataúlfo le pasan estas cosas en la luna llena.

Y era verdad. Cada veintiocho días, coincidiendo precisamente con el plenilunio, D. Ataúlfo Lobo y Llop, licenciado en medicina por la Universidad de Santiago y doctor en ciencias cabalísticas por la de Praga, sufría una terrible menstruación.

Rafael Llopis Paret.

UNA VISIÓN DE LA MUERTE

El señor ministro dio un salto en el asiento del coche oficial en que viajaba y agitó la mano por la ventanilla.

—¡Me ha visto, estoy seguro de que me ha visto! —dijo—. Fue mi mejor amigo cuando éramos niños. Le he reconocido al instante. Ver su cara me ha traído mil recuerdos olvidados, todo el aroma de una época de mi vida. ¡Dios mío, qué maravilla! Nunca le había vuelto a ver. Tengo su imagen metida en el corazón, sé que hemos sido íntimos amigos, realmente él ha sido mi único amigo en la vida… Pero qué curioso, no consigo recordar ni cuándo ni dónde le conocí. Ni siquiera me acuerdo de su nombre.

Estas fueron las últimas palabras del señor ministro.

Rafael Llopis Paret.