Justamente cuando estaba a punto de alcanzar el cubo, le falló una pierna y se cayó al pozo.
Mientras caía, le pasó aquello tan conocido de contemplar de un vistazo toda su vida. Y la encontró lisa, igual y monótona (dicho sea entre nosotros), de manera que pasó el trago de ahogarse con una ejemplar resignación.
Pere Calders, Invasió subtil i altres contes.
Nadie quería decirle a qué hora pasaría el tren. Lo veían tan cargado de maletas, que les daba pena explicarle que allí no había habido nunca ni vías ni estación.
Pere Calders, Invasió subtil i altres contes.
Alguien me ha hecho a mí y he sido vendido. Nunca he podido saber quién ha cobrado los derechos ni si ha sido un buen o un mal negocio.
Pere Calders, Invasió subtil i altres contes.
«Hay una tendencia excesiva a halagar a las hembras. Se ha hablado mucho de la gallina y nada de mí, que soy el gallo de los huevos de oro».
Pere Calders, Invasió subtil i altres contes.
No nos habíamos visto nunca, en ningún sitio, en ninguna ocasión, pero se parecía tanto a un vecino mío que me saludó cordialmente: él también se había confundido.
Pere Calders, Invasió subtil i altres contes.
Distinguido señor:
Llevo hasta las últimas consecuencias el precepto de amar al prójimo como a mí mismo y ahora, cuando he decidido suicidarme debido a malas transacciones y a desengaños amorosos, acabo de matar a un vecino del mismo rellano, segundo piso tercera puerta, con perdigonada de escopeta de dos cañones disparados a la vez. Gracias a esta fidelísima interpretación de mi afecto a nuestros semejantes, nadie me podrá echar en cara que ya me pueden decir misas…
Pere Calders, Invasió subtil i altres contes.