En París, una noche, una joven actriz me interrumpe en mis vagabundeos.
No se acuerda ni del título del espectáculo ni del teatro en el que se representa.
Tengo un periódico. Lo coloco en el banco de un café, consulto con ella la página de los programas.
Nada. Ninguna dirección le concierne. Entre los ahogamientos anunciados por la prensa del día siguiente, figura la actriz. Debía interpretar el papel de una amnésica en una obra de gran éxito titulada: «Asesinato por ordenador».
Un robot la había reemplazado de repente.
Paul Thierrin, Ça… contes et fables.