Akeké, el alacrán, vivía en una cuerda floja.
El cielo sostenido por los hermanos Sapa y Sapo empezó a descender porque ellos se cansaron. Los hombros se les ampollaron y ya eran postillas negras y hombros chatos.
El alacrán se cansó del cielo y bajó por la cuerda. Llegó a la Tierra contento, pero a los pocos días se empezó a aburrir.
Pensó en qué pensaría y terminó sin pensar.
Le dio, entonces, por picar.
Picó al primer hombre que se cruzó por su camino.
Y el hombre saltó.
Luego esperó a que pasara una pareja de un hombre y de una mujer. Cuando la pareja pasó, la picó, y el alacrán dejó de aburrirse porque la pareja bailó del dolor toda la noche.
Entonces le avisó a todos los alacranes que cogieran la cuerda y bajaran.
Ellos bajaron y picaron a diestra y siniestra. Y ahí nació el baile. De la picada de Akeké.
Miguel Barnet, Los perros mudos. Fábulas cubanas.