Franz Kafka

LA CONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO

Todo contribuyó a ayudar durante el trabajo de la construcción. Trabajadores extranjeros transportaron los bloques de mármol, los ajustaban y los adaptaban uno a otro. Las piedras se elevaban y se ubicaban de acuerdo con los cuidadosos movimientos de sus dedos. Ninguna construcción alcanzó nunca la existencia tan fácilmente como lo hizo este templo. O más bien, este templo alcanzó la existencia de la manera en que un templo debe alcanzarla. Con la salvedad de que, ya fuese para infligirle una lacra, o para profanarlo, o para destruirlo por completo, habían sido utilizadas para labrar cada piedra (¿de qué cantera habían venido?) herramientas notoriamente filosísimas, que dejaron grabadas en el mármol las marcas de torpes garabatos de manos infantiles, o más bien las inscripciones de manos infantiles, o más bien las inscripciones de bárbaros montañeses, para una eternidad cuya duración habría de superar a la del templo.

Franz Kafka.

LA FOSA DE BABEL

—¿Qué estás construyendo?

—Quiero cavar un pasaje subterráneo. Algún progreso hay que hacer. Su situación es demasiado elevada.

Estamos cavando la fosa de Babel.

Franz Kafka.

EL GUARDIÁN

Corriendo superé al primer guardián. Entonces me sentí aterrorizado, corrí de regreso y le dije:

—Pasé por aquí corriendo mientras tú estabas mirando hacia el otro lado.

El guardián tenía la mirada clavada hacia adelante y nada respondió.

—Supongo que verdaderamente no debería haberlo hecho —le dije.

El guardián siguió sin hablar.

—¿Significa tu silencio permiso para pasar…?

Franz Kafka.

EL TIGRE

En cierta ocasión, al célebre domador Burson le llevaron un tigre, para que ofreciera su opinión sobre la posibilidad de domesticar al animal. La pequeña jaula en que venía el tigre fue introducida en la jaula de domesticación, que tenía las dimensiones de un salón: se hallaba en un barrio de barracas a buena distancia de la ciudad. Los asistentes se fueron: Burson siempre quería estar completamente a solas con un animal en su primer encuentro con este. El tigre se echó muy tranquilamente; hacía un momento había sido espléndidamente alimentado. Bostezó un par de veces, echó unas miradas cansinas a su flamante alrededor, e inmediatamente se durmió.

Franz Kafka.

OPCIONES

Nuestra pequeña ciudad no está sobre la frontera, ni siquiera en su cercanía; en realidad está tan lejos de la frontera que tal vez ninguno de nuestra ciudad haya estado en ella; habría que atravesar desoladas mesetas y enormes praderas fértiles. Aun imaginar una parte del recorrido lo agota a uno, y es imposible imaginar más que una parte de ese recorrido. Y existen en el camino grandes ciudades, y cada una de ellas mucho más grande que la nuestra.

Franz Kafka.

CUATRO REFLEXIONES

Leopardos irrumpen en el templo y beben hasta la última gota los cálices del sacrificio; esto sucede muchas veces; finalmente, se cuenta con ello y forma parte de la ceremonia.

Los cuervos afirman que un solo cuervo podría destruir los cielos. Indudablemente, así es, pero el hecho no prueba nada contra los cielos, porque los cielos no significan otra cosa que la imposibilidad de los cuervos.

Los perros de caza están jugando en el patio, pero la liebre no escapará, por velozmente que ahora esté huyendo por el bosque.

Les dieron a elegir entre ser reyes o correos de los reyes. Como niños, todos eligieron ser correos. Y así ahora hay muchos correos, se afanan por el mundo y, como no quedan reyes, se gritan sus insensatos y anticuados mensajes. Con alivio daría fin a sus vidas miserables, pero no se atreven, por el juramento profesional.

Franz Kafka, Reflexiones sobre el pecado, el dolor, la esperanza y el verdadero camino.

LA VERDAD SOBRE SANCHO PANZA

Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote, que este se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras; las cuales, empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiera debido ser Sancho Panza, no dañaron a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de cierto sentido de la responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

Franz Kafka, La muralla china.

EL DESEO DE SER PIEL ROJA

Si uno pudiera ser un piel roja siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas, y apenas viera ante sí que el campo era una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo.

Franz Kafka, Contemplación.

EL PUEBLO MÁS CERCANO

Mi abuelo solía decir:

—La vida es asombrosamente corta. Ahora, al recordarla, se me parece tan condensada que, por ejemplo, casi no comprendo cómo un joven puede tomar la decisión de ir a caballo hasta el pueblo más cercano, sin temer (y descontando por supuesto la mala suerte) que aun el lapso de una vida normal y feliz no alcance ni para empezar semejante viaje.

Franz Kafka, Un médico rural.

FABULILLA

—¡Ay! —decía el ratón—. El mundo se vuelve cada día más pequeño. Primero era tan ancho que yo tenía miedo, seguía adelante y me sentía feliz al ver en la lejanía, a derecha e izquierda, algunos muros, pero esos muros se precipitan tan velozmente los unos contra los otros, que ya estoy en el último cuarto, y allí, en el rincón, está la trampa hacia la cual voy.

—Sólo tienes que cambiar la dirección de tu marcha —dijo el gato, y se lo comió.

Franz Kafka, La muralla china.

LA PARTIDA

Ordené sacar mi caballo del establo. El criado no me comprendió. Fui yo mismo al establo, ensillé el caballo y monté. A lo lejos oí el sonido de una trompeta, le pregunté lo que aquello significaba. Él no sabía nada, no había oído nada. En el portón me detuvo para preguntarme:

—¿Hacia dónde cabalga el señor?

—No lo sé —respondí—. Sólo quiero irme de aquí, solamente irme de aquí. Partir siempre, salir de aquí, sólo así puedo alcanzar mi meta.

—¿Conoce, pues, su meta? —preguntó él.

—Sí, —contesté yo—. Lo he dicho ya. Salir de aquí, esa es mi meta.

Franz Kafka, La muralla china.