Nunca supe —y traté de esclarecerlo a toda costa— por qué se veló aquella placa.
¿Tal vez, de haber ocurrido de otro modo, me habría convertido de golpe en el primer fotógrafo de paisajes o bien habría resuelto sin proponérmelo el teorema universal de la invisible enlutada?
Francisco Tario, La puerta en el muro.
Tomad una piedra redonda y plana y lanzadla con todas vuestras fuerzas sobre la superficie de un estanque. Tomad después otra piedra igual y arrojadla verticalmente contra el remanso. ¿Qué preferís, sin duda, la carrera loca y ágil sobre las aguas quietas y la inmersión lenta o el profundo sonido grave de algo que verticalmente desaparece?
—Me gusta ver las ondas ampliamente y llegar a la orilla —decía mi primera amante.
El hecho es que era una mujer sin importancia y con demasiado vello en las piernas. Por si fuera poco, ha muerto y no vine al caso ocuparse de ella.
Francisco Tario, La puerta en el muro.