Francisco Garzón Céspedes

NO TUVE TIEMPO NI MODO

Nos vemos mañana a las seis de la tarde en la plaza de la catedral, acuerdan, y la separación tiene esa calma del reencuentro seguro, del amor a fondo, al otro día, a las cinco, cuando el hombre va a emprender el camino de la plaza, observa sobre su cabeza que una gaviota, detenida en la altura, echa a volar en opuesto sentido, un presentimiento y una angustia accionan las compuertas, él atraviesa toda la ciudad en dirección contraria a la catedral, en pos de la gaviota y a riesgo de equivocarse, la encuentra justo a las seis, enferma, pequeña sonrisa desde la cama, con ese nudo de asombro de quien no comprende, ¿cómo estás aquí?, pregunta ella, no tuve tiempo, ni modo de decirte, no sé, responde él, con un desconcierto aún mayor por hallarla, desconcierto que crece mientras la escucha murmurar como para consigo misma, si supieras, yo estaba tan desesperada de no avisarte, y por la ventana sólo se divisa, de vez en cuando, alguna gaviota, que a las cuatro pensé, qué lástima que no exista una gaviota mensajera.

Francisco Garzón Céspedes, Amor, donde sorprenden gaviotas.

NAUFRAGIO

La gaviota mira al náufrago, el náufrago mira a la gaviota. Entre los dos se halla el pez.

Francisco Garzón Céspedes, Amor, donde sorprenden gaviotas.