Eugéne Ionesco

Sueño que me dicen: «No puede usted tener la clave de los enigmas, no puede usted tener la respuesta para todas sus preguntas, más que por el sueño. Es necesario, pues, que sueñe usted ese sueño». Me duermo, pues, en sueños, y sueño, en sueños, que sueño ese sueño absoluto, revelador. Me despierto, en sueños. Me acuerdo, en sueños, del sueño del sueño, «sé» ahora, me invade una inmensa alegría serena. Al despertar, al verdadero despertar, me acuerdo muy bien de haber soñado que he soñado, me acuerdo de haber soñado que he soñado el sueño revelador, pero no me acuerdo en absoluto de su contenido; una vez más, el sueño que lo explica todo, ese sueño de la verdad absoluta, se me ha escapado.

Eugéne Ionesco, Diario.

Aquel viejo que tenía miedo a la muerte. Lamentaba su muerte próxima, de la mañana a la noche. Cada vez que veía pasar un entierro había una tragedia en la familia: angustia, gritos, desesperación. Todo esto hasta el día en que, al ver pasar un cortejo fúnebre, uno de sus sobrinos tuvo la inspiración de decirle que el muerto tenía dieciséis años. A partir de entonces, en cada ocasión: «¿Quién ha muerto?», preguntaba. «Una chica de dieciocho años», le contestaban. Y todo siguió así hasta el momento en que el viejo llegó a la convicción de que sólo morían los jóvenes. Los cortejos fúnebres ya no le trastornaban; cuando veía pasar uno, gritaba: «¡Otro de dieciocho años que ha muerto! ¡Ah, estos jóvenes que no saben vivir!».

Eugéne Ionesco, Diario.