Álvaro Menén Desleal

EL HACEDOR DE LLUVIA

En cierto pueblo había un hombre que hacía llover a voluntad. Un día, borracho, desató una tormenta y murió ahogado.

Álvaro Menén Desleal, Cuentos Breves y Maravillosos.

EL MAPA ECUMÉNICO

Sé aquello que Suárez Miranda cuenta en Viajes de Varones Prudentes (libro IV, capitulo XIV, etcétera): «… En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos: en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas». Eso cuenta Suárez Miranda en «Viajes…» etcétera. A Jorge Luis Borges le ha gustado tanto, que se lo he leído, exactamente como lo transcribí, en tres de sus Libros: en la página 167 de la Antología de Cuentos Breves… etcétera, que compiló con Bioy Casares; en la página 103 de El Hacedor y en la 131 de Historia Universal de la Infamia.

Sé también una variante, sucedida en otro Imperio, más Imperio que Todos. Las Generaciones Siguientes, crecidas sobre el Propio Mapa, acostumbradas a jugar con sus Imágenes a escala natural, contribuyeron a la Destrucción de las Ruinas del Viejo Mapa, y hasta desalojaron violentamente a los Animales y Mendigos que las habitaban. Pero un Imperio necesita de Mapas, especialmente cuando es más Imperio que Todos. Así, las Generaciones Siguientes comenzaron un día a levantar uno, en que se logro tal perfección que el Mapa de una sola Ciudad ocupaba todo el Imperio, y el Mapa del Imperio ocupaba el mundo entero. Por eso fue más Imperio que Todos.

Álvaro Menén Desleal, Cuentos Breves y Maravillosos.

LA SEQUÍA

Otro brujo cayó en desgracia con los habitantes de su comunidad, y para vengarse de quienes lo impugnaban lanzo una maldición. Por esa maldición vino una larga sequía, y el brujo murió (como todos) de sed.

Álvaro Menén Desleal, Cuentos Breves y Maravillosos.

LOS CERDOS

A Julio Cortázar

El primero que encontró el papel fue el barbero. Lo hallo tirado sobre el alcor, cerca del viejo molino. Recogió la hoja, que el viento y la lluvia parecían haber respetado, y leyó los gruesos caracteres dibujados con caligrafía enérgica. De allí bajo, ya con forma de cerdo.

El hecho alarmó a la mujer del barbero, quien subió luego al alcor acompañada por su suegra. Encontraron el papel, lo leyeron y comenzaron a dar pequeños gruñidos: ¡Coin! ¡Coin! El maestro de la escuela se dio cuenta del asunto, y subió; también bajo corriendo y dando de gruñidos. Después fue el policía, quien llegó al pueblo con su gorra de uniforme trabada entre las grandes y peludas orejas. Más tarde, el carpintero, el molinero, la modista, el boticario, cuatro niños, once niñas, el inspector sanitario, etc. El último fue el cura, y su caso el más patético: la negra sotana no alcanzaba a cubrir la cola rizada, que flotaba como una bandera a medida que el animal corría por las calles de la aldea, perseguido ya por millares de cerdos. Apenas se salvaron unos cuantos campesinos viejos y analfabetos.

La hoja de papel amarillento quedó sobre el alcor. Funcionarios de la capital del Estado, delegados de la Universidad, científicos y periodistas extranjeros y curiosos de los pueblos vecinos, se mantienen a prudente distancia sin atreverse a leer el texto mágico. De vez en cuando lo hace algún desaprensivo, sin que los oficiales del ejercito federal puedan impedirlo; entonces corre otro cerdo colina abajo, hasta llegar a las calles del pueblo, que es hoy una inmensa porqueriza.

Álvaro Menén Desleal, Cuentos Breves y Maravillosos.

EL SUEÑO SOÑADO

Un día soñé que soñaba, y en el ensueño del sueño, soñaba que soñaba…

Álvaro Menén Desleal, Cuentos Breves y Maravillosos.

EL SUEÑO SOÑADO

¿… Y si, como yo soñé haber escrito este cuento, quien lo lee ahora simplemente sueña que no lo lee?

Álvaro Menén Desleal, Cuentos Breves y Maravillosos.

EL ARGUMENTO

Se había escapado de la escuela. Era la primera vez, y le pareció que la mejor manera de pasar el tiempo seria viendo una película. Depositó su bolso escolar en un tenducho, llegó al cine y compró una localidad barata, listo para sumergirse por noventa minutos en un mundo apasionante. Ya estaban apagadas las luces de la sala, y a tientas buscó un sitio vació. Los mágicos letreros de la pantalla daban el título de la cinta, la que comenzó de inmediato.

En la película, un pequeño actor hacía el papel de un escolar que, por primera vez, se escapaba de la escuela. Pareciéndole que la mejor manera de llenar el tiempo era en un cine, compra una localidad barata y entra a la sala cuando en la pantalla un actor de pocos años hacía el papel de un escolar que, por primera vez, se fuga de la escuela, y decide ir al cine para pasar el tiempo. El actorcito tomaba asiento en el instante en que, en el film, un niño escolar, fugado de la escuela, entra a un cine para pasar el tiempo. Al frente se proyectaba la imagen de un niño que, por primera vez, faltaba a su escuela y llenaba su tiempo viendo una cinta, cuyo argumento consistía en que un chico, por primera vez…

Álvaro Menén Desleal, Cuentos Breves y Maravillosos.

LOS VIAJEROS

Un pasajero, a su vecino de asiento:

—¿Ha visto? El periódico informa de otro accidente de aviación.

—Sí, he visto; en la lista de muertos estamos nosotros.

Álvaro Menén Desleal, En el vientre del pájaro (13 brevicuentos para leer en el avión).

HORA SIN TIEMPO

Un pasajero, a otro:

—Disculpe, caballero, mi reloj se ha parado. ¿Qué hora tiene Ud?

—Oh, lo siento; el mío se ha parado también.

—¿Por casualidad… a las 8.17?

—Sí, a las 8.17.

—Entonces ocurrió, ciertamente.

—Sí. A esa hora.

Álvaro Menén Desleal, En el vientre del pájaro (13 brevicuentos para leer en el avión).

ROMANCE

Dos soldados norteamericanos en el helicóptero:

—¿Qué pasa?

—Los mandos no responden: el helicóptero se enamoró de una mariposa.

Álvaro Menén Desleal, En el vientre del pájaro (13 brevicuentos para leer en el avión).

LÁZARO DE BETANIA

Un imprudente levantó el velo.

ANDREIEV.

No es cierto que Lázaro volviera de la muerte. La muerte —la muerte que descompone la carne— es irreversible.

En el banquete en que celebraban el supuesto resucitamiento, «sus deudos y amigos advirtieron el color azulado de su rostro y la repugnante obesidad de su cuerpo… su mano violácea yacía sobre la mesa… sus uñas, que habían crecido en la tumba, se habían tornado, casi rojas. Por distintos sitios, en los labios, en el cuerpo, la piel había estallado, al henchirse, y se veían en ella finas grietas rojizas y brillantes…».

«El hombre que había estado muerto —cuenta Juan en la Biblia— salió con los pies y manos envueltos en envolturas, y su semblante cubierto con un paño».

Lázaro no percibía esas envolturas, extrañado como estaba de ver a sus parientes y amigos, y a los habitantes todos de Betania, con rostros azulados, las manos violáceas pegadas al cuerpo, la piel estallada por la obesidad y la descomposición.

De hecho, en Betania no volvió a celebrarse nunca más una reunión como aquel banquete. Lázaro emigró un día, cansado de encontrar en las calles a desconocidos que, seriamente y sin mayor ceremonia, le decían:

—Soy el abuelo del abuelo de tu abuelo…

Álvaro Menén Desleal, Una cuerda de Nylon y Oro.

EL CINABRIO

Me consta que el cinabrio, preparado en elixir, prolonga indefinidamente la vida. Un antiguo relato chino informa de cierto viejo llamado Huan An, quien, pese a haber pasado de los ochenta años, tenía el aspecto de un adolescente gracias a que se nutría con cinabrio. Solía sentarse sobre una tortuga. Un día le preguntaron:

—¿Cuántos años tiene esa tortuga?

—La cogió y me la dio Fu Hi, cuando inventó las redes y las nasas de pescar —afirmó el viejo, haciendo retroceder el origen del animal al neolítico.

Desde entonces yo he aplanado su carapacho sentándome encima. Esta bestia teme la luz del sol y de la luna; por eso asoma la cabeza una vez cada dos mil años. Desde que está conmigo ha sacado ya la cabeza cinco veces.

La historia me la contó en el China Town de San Francisco el recadero de una lavandería, quien me dijo además haber ido el mismo en embajada al Estado de los Ta Ts’in (el Imperio Romano) el año 27 antes de Cristo. Más tarde, el año 97, hizo el mismo viaje en calidad de guía y traductor, cuando Ngantuen (Antonio Pío) era el Emperador. Plinio registra el nombre que los latinos daban a los chinos (Seres) y Floro da cuenta del primero de los viajes mencionados.

Antes de echarse la aplastada tortuga al hombro, el chinito de San Francisco me dijo que el Tonkin era llamado entonces Xe-nan, de donde se derivó, al través del hindú, el árabe y el latín, la palabra China.

Álvaro Menén Desleal, Una cuerda de nylón.