Julio de 1998.
Ávila.
Wendoline Enríquez Benito, conocida en bastantes cervecerías como Web, es una gran enamorada de la informática. Teleco de vocación, domina como nadie La Red. Todo aprendido a pulso porque los manuales en inglés eran yuyu para ella y, como todo el mundo sabe, la traducción en español no la entiende ni el que la escribió.
En los ratos que le dejan libre sus obligaciones, (tiene una pescadería) viaja y vuela por el mundo a la velocidad del megahercio, que va que no veas.
Ha estado en todos sitios: desde la Siberia profunda hasta Socuéllamos. Lo ve todo, lo sabe todo.
No se crean que Wendoline es un nombre en clave, aquí no se esconde nada, lo que ocurre es que sus padres se enamoraron oyendo a July Churchs y no se les ocurrió mejor idea. Un atrevimiento. Pero ella lo lleva bien. Además, como viaja tanto, pues no se asombra de nada.
Ahora es completamente feliz porque envía emilios a todas partes y en lo más profundo de su juvenil corazón sabe que aunque no entiende lo que le dicen, a ella tampoco la pillan. Empate.
Todo empezó una fría tarde de noviembre, cuando tras echar el cierre de su pescadería (Mariscos y Pescados La Web. ¿Pillan?), se dirigió con pasos distraídos a visitar a su amiga Manoli que regenta una librería en el mismo barrio. Manoli es un genio de la lengua, lo dicen todos los chicos, y habla inglés con un perfecto acento de Peoria, porque sus padres emigraron allí en el 68.
El caso es que ese día, Web venía cansada y con pocas ganas de coñas. Nada más entrar en la papelería de su amiga, vio que Manoli jugueteaba nerviosa con un libro. «Mira, Webi —le dijo—, aquí tienes el manual que necesitas para chatear en abstracto». A Web no le gustaba nada que la llamaran Webi, pero a Manoli se lo consentía porque le daba la gana, y porque le regalaba libros, que todo hay que decirlo. «A ver qué es esto», murmuró sin mucho interés, y comenzó a hojearlo. De hecho es lo único que dijo, porque a partir de ese momento no pudo levantar la vista de las páginas.
Caminó hasta su casa saltándose los semáforos, que hay que tener valor. Cada paso que daba, su cerebro se iluminaba con ideas maquiavélicas. Algunas le parecieron realmente impresentables. Al llegar, la cena estaba servida: sopa de fideos, pescadilla y pera; un planazo. Pero no podía perder tiempo, ya picaría algo más tarde, lo importante era volar en La Red.
Esa noche no cenó. Ni picó. Sólo chateó. Primero, sus manos recorrieron el teclado a una velocidad que hubiera sido la envidia de Alicia de Larrocha hasta configurar su propia, su genuina, su nunca mejor dicho, página Web. Y luego, la lanzó a la red. Decía así:
This is the Web page of Web.
I am a Spanish parakeet and I am looking for little colleagues that want to pass it tit longing in fromlostian.
I thought that we could chat a lot making the partridge sick in this language.
Is there anybody with a pair?
Up until now I did not say this mouth is mine, because the oven was not for buns. But now that I know the new way of speaking from p to pa I decided to give myself a volt around the web.
Let’s enjoy ourselves like midgets.[2]
Llovieron las respuestas. Y, desde ese día, para muchos, Web significa Wendoline Enríquez Benito. Sus padres claro, orgullosísimos.