POR QUÉ COMETIMOS
ESTA SEGUNDA PARTE

La razón es básicamente humanitaria: necesitábamos ganar unas pelas para veranear.

Pero, además, innumerables mensajes de ánimo tales como: «no lo volváis a hacer», «erais mucho mejor gente que ahora», «mejor que os dedicarais a hacer pintadas», «olvídate de mi teléfono», «te mando este emilio para decirte adiós» y otros muchos, nos abocaron, inevitablemente, a intentarlo de nuevo.

Dirán ustedes: ¿pero qué tienen estos tíos contra el inglés? Y nosotros contestamos: pues, así personalmente, nada. De hecho, nosotros lo aprendimos de jovencitos. ¡Ah, qué tiempos aquellos, cuando nos movía ese profundo afán cultural de leer el Play Boy, esa ambición por conocer hasta el último detalle de las canciones de Cliff Richard, Sandy Shaw y The Tremeloes, esa urgente necesidad por entender lo que decían en Deep Throat y The Last Tango! Y, lo que es la vida, al final conseguimos dominarlo. Todo a base de práctica, eso sí. Verán: la primera vez que fuimos juntos a Inglaterra, es decir, la primera vez que vimos una teta, éramos unos chavalines. Recién expulsados del nido, se podría decir. En ese momento se despertó en nosotros una enorme, desproporcionada ambición por ligar con las nativas. No por nada en particular. Una inquietud atávica quizá. Para ello no encontramos otra fórmula que empalmar palabras como iban saliendo. Así surgieron: With you bread and onion (Contigo pan y cebolla), o This is from can to can (Esto está de bote en bote), inventadas en una discoteca muy chula llamada Samantha’s que había en la parte de Londres, un bonito sitio lleno de chavalas espectaculares que no nos hacían ni caso a pesar de dirigirnos a ellas con frases dulces y amables como: I love you lamb (Te quiero cordera) o Do you dance little trunk? (¿Bailas tronqui?) Fue un fracaso, aunque, todavía hoy, no entendemos la razón.

Bueno pues, poco a poco, a base de insistir y viajar mucho por esas tierras, conseguimos aprender nuestro inglés. ¿Tiene mérito, verdad? Ahora, recordando, hubo una vez que, tiesos y con más hambre que un currante a las once, nos fiamos del instinto y en un supermercado del elegante barrio de Clapham South (Londres) levantamos una lata de comida para perros. Nos dimos cuenta tarde, pero supo a gloria. Lo que cabrea es que aquí ponemos todo en cuatro idiomas y allí no. Eso sí, fue un día crucial porque se acuñaron frases de la dimensión de: They paint the occasion bald (La ocasión la pintan calva) antes de mangar la lata y The same we go to the other quarter (Igual nos vamos al otro barrio) después de zampárnosla. Emotivos recuerdos de adolescencia.

Ya de más mayorcitos hemos visitado con redoblado afán cultural diferentes lugares de la Gran… Y poco a poco, a base de incomprensión, hemos perfeccionado el idioma. Una vez, no hace tanto, cruzamos el Canal en ferry, uno muy chulo que hay ahora; parece el barco del amor, pero se mueve como el barco del dolor. Allí mientras Cólin vaciaba el bar de cerveza, enganchado a una jarra como si fuera un flotador, su preclara mente concibió frases como Get it by the bank (Pilla por la orilla), This beer is the sea of good (Esta cerveza está la mar de buena), What a boat, sea fabric! (¡Qué barco, tela marinera!). Güester, en medio de un monumental mareo, alcanzó a decir: I shit on the sea (Me cago en la mar) cosa que, en esos momentos, era lógica. Eso sí, cuando el barco atracó, ya mejorcito y lleno de regocijo exclamó: One and no more Saint Thomas More. (Una y no más Santo Tomás).

Tenemos más historias de muchas risas, pero ya vale.

Así pues, no se vayan ustedes a creer que esto del From Lost… se inventa en un día, hay que trabajarlo. Fueron años de dura práctica, de expulsiones de academias, de no comerse un saci, de machacarse. Tiene su mérito, oiga, lea.

El From Lost… ha hecho un gran bien a la gente. Se podrá opinar lo contrario, pero es por falta de datos. Para probarlo, nos emociona incluir aquí algunos hechos reales acaecidos recientemente. Vivencias de personas de la calle, gente normal, seres humanos auténticos que, gracias al lenguaje «from lostiano», han salido de situaciones difíciles o han disfrutado más de la vida. ¿Hemos o no hemos alcanzado una meta? La emoción nos embarga. La responsabilidad nos oprime. Esto de la literatura social es lo que tiene.