PORCO JONES

Él decía que se dedicaba a la arqueología. Pero ¿realmente se dedicaba a la arqueología? Presumía de tener una de las mejores colecciones de hallazgos extraordinarios. ¿Eran realmente extraordinarios? Decía que se lo debía todo a sus muchos y buenos contactos. ¿Eran realmente buenos sus contactos?

Se llamaba Francisco Orco Jones y era un ser de los que hay pocos, de esos que no se paran ante nada, de esos que van a por todas como un cerdo. Por eso sus amigos de aquí le llamaban «Paco-Porc». o «Paco-Porco Jone»., y los de allí «Frank-Byball»..

Vivía de miedo. Era la oveja negra de la familia, o como él mismo decía, «el cerdo negro de la famili»., por eso a él le gustaba llamarse «Paco Patanegr».. Y es que su familia era «pata negr».; era una familia diplomática de toda la vida, por eso Porco tenía tantos contactos.

Había seguido la afición al arte de sus mayores. El muy cínico decía: «Yo todo lo hago por amor al arte».

Gracias a su pasaporte diplomático podía moverse por todo el mundo como pez en el agua pero a él no le gustaba ser un pez gordo, él no era el pez grande que se come al chico. Porco era más pescador que pez y sabía dónde se podía pescar, conocía las aguas más sucias y revueltas de todos los rincones de la tierra.

Era un personaje poco recomendable; entraba en todos los sitios por la puerta grande y había salido pitando por la puerta de atrás de las comisarías de medio mundo.

Es cierto que tenía contactos, pero eran poco recomendables, es más: eran fatales, y es cierto, igualmente, que tenía una colección de joyas, todas intactas, insuperable, pero reconocida por pocos. Y es que creerse la autenticidad de algunas de sus piezas haría poner en cuestión muchos conocimientos históricos.

Entre sus piezas decía tener:

Las varillas de la faja de Cleopatra, conseguidas en El Cairo gracias a su amigo Abu sin Vod; aquella vez salió por piernas escondido en los baúles de una compañía de ópera.

Latas de foie en conserva de Napoleón, regalo de su amigo Gaston Paston, de París; tres días en comisaría e intervención del embajador de España.

Un esqueleto humano en las fauces de un tiranosaurus rex (?), conseguido gracias a un colega ruso, Mihailito Barcachov, y su complicación en un tráfico de plutonio y espionaje. De ésta escapó de milagro, nadie sabe cómo logró sacar su barco de Odesa.

La pipa de Toro Enamorado de la Luna, regalada por su amigo de América, Dakota Ir.; nadie ha oído hablar nunca de este Toro, «pues hasta tiene una canción», decía él con recochineo.

Un «pájaro avión» egipcio, idéntico al de Sakkara, que lleva varios años desaparecido de una vitrina de Halcones Horus del Museo Egipcio de El Cairo.

Un cráneo con boina petrificada, puesta a rosca, encontrado en Atapuerca, regalo de un colega que se infiltró en la excavación; esto le costó ser declarado persona non grata en toda la Comunidad de Castilla y León. Decía, igualmente, haber descubierto las escrituras más antiguas; escrituras cuerniformes, más antiguas que las de Mesopotamia, encontradas en Salamanca por Luis el Manguis…

Y así hasta no parar.

Todos los entendidos pensaban que la mayoría de las piezas de su colección no eran más que burdas patrañas. Pero a él le gustaba alardear de sus tesoros.

¿Hemos dicho que todas sus joyas estaban intactas? No es cierto, había tres ánforas romanas rotas, pero rotas por él mismo. ¿Hemos dicho que todos sus contactos eran fatales? Tampoco es cierta. Veamos por qué.

Un buen día, limpiando unas ánforas se le cayó una al suelo y al romperse vio que dentro tenía la siguiente inscripción:

FACTUM ABIIT, MONUMENTA MANENT

Londinium I-III

(El hecho pasa, los monumentos permanecen).

La frase era un tópico, pero le extrañó que llevase la inscripción Londinium I-III. Esta ánfora la había conseguido en un lote, probablemente procedente de la guarnición romana de Londinium y probablemente ilegal, en un mercado negrísimo cerca de la Torre de Londres. El resto del lote lo componían otras dos ánforas que rompió, ahora ya adrede, para ver si también tenían inscripción. Una de ellas era falsa y dentro no tenía nada escrito, la otra confirmó su sospecha, allí había otra inscripción, ésta mucho más misteriosa:

LOCUS, B.M., MIRABILE VISU, IN LONDINIUM EST

Londinium II-III

(Hay un lugar en Londres, para los que tienen méritos justificados, admirable de ver).

La inscripción B.M. significa Bene Merenti y los romanos la ponían en las estatuas de aquellos personajes que habían demostrado méritos justificados en algo.

Ahora ya no tenía duda. Estaba tras la pista de su meta más apetecida: la Wonder Gallery de Londres.

Él había oído hablar de la Galería de las Maravillas de Londres a uno de sus mejores contactos, John Chester, en una noche negra de cerveza negra, negra. El pobre Chester se había ido de la lengua y le ‘había mencionado tal lugar. Ya sólo le faltaba localizar el sitio, la zona, el punto exacto. El Londres romano no fue muy grande, pero él quería más datos. Estaba deseando hablar con su colega, su fiel Johncito, o su «Chester fiel». como él le llamaba, y decirle: «Te pillé, ahora lo sé todo». Pero bueno, no corramos. De momento le faltaba la tercera ánfora para poder dar el paso definitivo.

¿Existía realmente la Galería de las Maravillas? Y si así era, ¿qué secretos guardaba dentro? ¿Sería una colección de dibujos y mosaicos eróticos como los hallados en Pompeya? ¿Por qué motivo los ingleses no habían dicho ni pío de esto? Y sobre todo, ¿cómo es que en el British Museum no había ni rastro de tal galería? Porco pensaba que estaba muy cerca de desvelar todo este misterio. ¿Realmente estaba cerca?

Pasaron los meses. Se afanó en otros afanes, afanó muchas más piezas. Seguía perseguido, seguía huyendo.

Pensando que lo mejor sería instalarse en Londres y husmear, decidió escribir a Chester un correo electrónico para invitarle a una conversación en la red, y así poder avisarle de su próxima llegada a Londres.

Porco y Johncito se entendían en jerga fromlostiana desde que aquél le regaló a éste los manuales a cambio de un medallón celta preromano con una efigie de Boudica, reina britana de la tribu de los iceni, que se rebeló contra los romanos el año 60 a. C..

—What a superchange, sea-fabric! (¡Menudo cambiazo, tela marinera!) —dijo para sí Porco, al cerrar tal operación.

Su correo decía lo siguiente:

«Dear Chesterfiel: I put you this Emile to meet you, tomorrow at eight p.m., on a chat. I think I’m near of some treasure to hide underground in London, from Marychestnut’s year, when romans call you “britunculi”. Well, Johncito: and with this and a cake until tomorrow at eight. Porco».

(«Querido Chesterfiel: te pongo este emilio para citarte, mañana a las 8 p.m., en una charla. Creo que estoy cerca de un tesoro escondido bajo tierra en Londres, desde el año de Maricastaña, cuando los romanos os llamaban “britúnculi”. Bueno, Jonhcito: y con esto y un bizcocho hasta mañana a las ocho. Porco».)

Al día siguiente, a la hora acordada, comenzó la charla en la red:

—Hola, mamón —dijo Porco.

—Please, in fromlostian, because «los Cinc». y «Los Escocidos del pati»., you know. Maybe there are moors on the coast, and the owen is not for buns in London. Here are a lot of lynx, and well scrambled river, fisherman win. (Por favor, en fromlostiano, por el MI5 y Scotland Yard. Tal vez haya moros en la costa, y el horno no está para bollos en Londres. Aquí hay mucho lince, y a río revuelto, ganancia de pescadores).

—No te pillo.

Yes, sillybean!: the wood. (¡Sí, tontolhaba!: la madera).

—Ah!, the wood; to me plin the wood!, but… voucher: in fromlostian. (¡Ah!, la madera; ¡a mi plin la madera!, pero… vale: en fromlostiano).

—Walk with lead feet, Porco, you are very waspy but you are talking to volley. (Ándate con pies de plomo, Porco, eres muy avispado pero estás hablando a voleo).

—Look, Chesterfiel: a lot of little eye!, because I arm a Tiberius. I know that: somewhere, underground, in London, is a locked up roman cat. Tell me something under rope. I don’t go to bundle. (Mira, Chesterfiel: ¡mucho ojito!, porque armo un Tiberio. Sé esto: en algún lugar, subterráneo, de Londres, hay gato romano encerrado. Dime algo bajo cuerda. No voy a bulto).

—Descend from the almond tree, Porco. You are passing from dark chestnut. That a ray breaks you! Sleeving! (Bájate del almendro, Porco. Te estás pasando de castaño oscuro. ¡Que te parta un rayo! ¡Mangante!)

—What of what! I shit on the milk! You are the dipper one of the British Museum, a cat peeler, and don’t want to collaborate? Send out noses! Look, nicette: It gives me the same than the same gives me; if you don’t help me I’m ready to arm a big candle in the Museum. Do you remember haw many superchanges gaves you for me in the British? I’m ready to sing The Traviata at your ordermore. You know I don’t marry anybody. (¡Qué de qué! ¡Me cago en la leche! Eres el pringao número uno del Museo Británico, un pelagatos, y ¿no quieres colaborar? ¡Manda narices! Mira, majete: lo mismo me da que me da lo mismo; si no me ayudas estoy preparado para armar un gran cirio en el Museo. ¿Recuerdas cuántos cambiazos has dado para mí en el Museo? Estoy preparado para cantar La Traviata delante de tu mandamás. Sabes que no me caso con nadie).

—But, Porco, I don’t paint anything! (Pero, Por-co, ¡yo no pinto nada!)

—Ah, it feels! Now you are full of flies as a turkey in Xmas. Nigth, eh? (¡Ah, se siente! Ahora estás más mosqueado que un pavo en Nochebuena, ¿eh?)

—Please!, Porco, please! (¡Por favor!, Porco, ¡por favor!)

—Nor milks, Chester, there is not your aunt! (Ni leches, Chester, ¡aquí no hay tu tía!)

—Porco, my brother Porco, by your mother glory! You loose me! (Porco, mi hermano Porco, ¡por la gloria de tu madre! ¡Tú me pierdes!)

—Chinese oranges! Don’t count me milongas, Chesterfiel. (¡Naranjas de la China! No me cuentes milongas, Chesterfiel).

—Please! (¡Por favor!)

—I shit on your print! I don’t wan’t walk with more rodeos; don’t tell you nothing: «Locus mirabile visu in Londinium es».? I’m ready to put London legs up, if you don’t help me to find the cake. And let my mother glory, you know I’m the black chickpea of my family. Don’t make yourself the lon-geese and help me! (¡Me cago en tu estampa! No me quiero andar con más rodeos; ¿no te dice nada: «Locus mirabile visu in Londinium es».? Estoy dispuesto a poner Londres patas arriba, si no me ayudas a descubrir el pastel. Y deja la gloria de mi madre, sabes que soy el garbanzo negro de mi familia. ¡No te hagas el longuis y ayúdame!)

—Not even full of wine. Nobody give you a candle in this funeral. I don’t help you even with big dustys! There is not your aunt; I don’t say a cheep, I don’t say this mouth is mine! (Ni harto de vino. Nadie te ha dado vela en este entierro. ¡No te ayudo ni con polvorones! ¡Aquí no hay tu tía; no digo ni pío, no digo esta boca es mía!)

—Well, then I sing it all. (Bien, entonces lo canto todo).

—Well, come here and we talk about it. But I don’t know what the war is all about. Big sucklig! (Bien, ven aquí, y hablaremos de eso. Pero no sé de qué va esta guerra. ¡Mamonazo!)

—It is sung, Jonhcito! But… don’t give me the big corner. I’m arrive tomorrow at your house at… (¡Estaba cantado, Jonhcito! Pero… no me des esquinazo. Llego mañana a tu casa a las…)

—Big cap! (¡Gorrón!)

—¡Gracias, majete!

—Look, with this chat we are giving the singing; I have then as a tie. It gives me youyou. (Mira, con esta charla estamos dando el cante; los tengo de corbata. Me da yuyu).

—Re, little trunk! If I fail I cut myself the poneytail! I belive in you and in my smell to feet together, and you know that when the river sounds… You are going to know what a comb is worth! (¡Tranqui, tronqui! ¡Si fallo me corto la coleta! Creo en ti y en mi olfato a pies juntillas, y tú sabes que cuando el río suena… ¡Vas a ver lo que vale un peine!)

—Well, but one and no more, Saint Thomas More! Go to shit to the tracks, Porco! (¡Bien pero una y no más, Santo Tomás! ¡Vete a cagar a la vía, Porco!)

—Well, see you, it is going to give the grapes. ¡Go gargling, Chester! I wish they give you black pudding. (Bien, te veo, nos van a dar las uvas. ¡Vete a hacer gárgaras, Chester! ¡Que te den morcilla!)

—See you, By Balls! (¡Te veo, Porco Jones!) Edificante conversación, ¿no?

Al día siguiente, Porco se presentó en Londres, lo tenía clarísimo. Nada más llegar cogió el teléfono.

—Hola, Johhcito. Aquí Porco.

—Hello, little fox.

—Que ya estoy aquí.

—Not my friend, really you are overthere (no amigo mío, realmente tú estás p’allá).

—Voucher, goulf (vale, golfo). Voy a buscarte al Museo.

—No please, don’t pike you, but you know that here you have fame of salami. (No por favor, no te piques, pero sabes que aquí tienes fama de chorizo).

Porco no era bien visto en el Museo desde una vez que le pillaron intentando levantarse una momia infantil camuflada dentro de una funda de violín.

John trabajaba en el British Museum como catalogador. Conocía todos los secretos del mundo arqueológico de Londres y era un experto en la época romana. Pero cada vez que salía el terna de la galería no decía ni pío; tenía la impresión de que aquella noche de borrachera, cuando Porco le pilló, había cantado demasiado.

Horas más tarde se encontraron en un pub y comenzó la recta final hacia la meta que se había propuesto Porco.

—John, he venido a dar el golpe. Sólo me falta una pieza y ya tendré el puzzle resuelto. ¿Qué me dices?

—Nor cheep, make your franky. (Ni pío, haz tu curro).

Y así fue. Después de dar mil y una vueltas por los sitios menos recomendables del Londres más oscuro, Porco supo que se iba a realizar una subasta en la que salía un lote con ánforas. También supo que en el British tenían una serie de ánforas que acababan de encontrar en una excavación en la City. Ya sólo le quedaba dar el golpe final: su ánfora podía estar entre las encontradas, Chesterfiel trabajaba en el Museo y además era el organizador de la subasta. ¿Se podría pegar el cambiazo?

No importa cómo; esto sería otra historia, el caso es que Porco consiguió meter en el lote de la subasta todas las ánforas recién encontradas en la City y en el British quedaron unas muy parecidas, las que se iban a subastar, un lote sin gran valor, de ésas de las que hay miles y miles en los depósitos de cualquier museo arqueológico.

¿Cómo lo hizo? Muy sencillo: había tenido acceso al depósito del museo, ¡pobre Chester!, tuvo en sus manos las ánforas, las pudo mirar por dentro con una linterna y vio que todas tenían inscripciones; debió existir un alfarero con este capricho en Londinium. Tal vez por sus ganas de triunfar, creyó ver que en una ponía Londinium-III-III; la marcó discretamente. Si era verdad lo que habían visto sus ojos, allí estaba lo que él buscaba. Mangarla directamente hubiera sido hasta fácil, pero él no actuaba así, casi nunca, si la ocasión se lo permitía solía hacerlo a su manera.

—Yo siempre hago las cosas my way —decía.

Una tarde soleada de abril, Porco estaba confundido entre el público en la sala de subastas Isawyou (Yoteví) de Londres. Salían una serie de piezas de distintas épocas, todas con su certificado de autenticidad, todas sin problema para poder estar en una colección particular. Porco llevaba mucho tiempo detrás del ánfora romana hecha en Londinium, el Londres de los romanos, la había tenido en la mano y ahora iba a ser suya, seguro que iba a ser suya.

Se había preocupado de llegar el primero a Yotevi y calentó el ambiente diciendo que iba a por otros lotes. Como le conocían y sabían de su buen olfato, todos los british presentes se tiraron como locos a pujar por los lotes que les dijo Porco. Cayeron en su trampa.

Cuando salió el lote de las ánforas ya nadie se fijaba en otra cosa más que en su cara. Todos estaban encantados de verle sufrir. Pensaban que sus sudores eran por haber perdido todo en lo que había pujado, lo que él dijo que quería llevarse. Pujó fuerte y finalmente se llevó el preciado lote. Se tiró como un loco a recoger su ánfora, sin darse cuenta de que había comprado diez, teóricamente provenían de un naufragio en el Mediterráneo. Tuvo que contenerse, pues tentado estuvo de romperla ante todos.

Cogió las diez ánforas y las fue llevando a su coche una a una. Estaba impaciente por romperla, la acariciaba como si fuese un hija. Esperó a llegar a casa de su amigo Chester y allí, ante la atónita mirada de éste, que había llegado un poco después que él, estrelló contra el suelo la pieza.

—No, Jonhcito. Don’t worry. I’m looking for some locked up cat. (No te preocupes, estoy buscando un gato encerrado).

—No cats inside, you are crazy? (No hay gatos dentro ¿estás loco?)

Efectivamente estaba en lo cierto. Allí había una inscripción. Allí estaba la tercera pista:

SI MONUMENTUM REQUIRIS CIRCUMSPICE

P l t m

Londinium III-III

(Si buscas un monumento mira a tu alrededor). Pero aquí aparecía otro enigma. ¿Qué querían decir las letras P I t m?

John estaba sudando. Veía que iba a tener que cantar La Traviata. En cualquier caso seguro que prefería llevarle al lugar antes de que él lo descubriera por su cuenta y con sus otros métodos. Era mejor ser amigo que enemigo de Porco.

Porco colocó el fragmento del ánfora con la inscripción sobre una mesa y lo inspeccionó con linterna y lupa. Las vocales habían sido escritas con un tono ocre, más suave que el negro de las otras letras de la palabra. Tenuemente aparecieron ante sus ojos las letras que faltaban en la inscripción y pudo leer:

—Pa-la-tium. ¡Eso es, el Palacio del gobernador de Londinium, ése es el lugar que busco!

—Mira, Johhcito, ahora tengo lo que buscaba. Tú me vas a ayudar, ¿verdad?

—Yes, you win, Great Britain lose. (Sí, tú ganas, Gran Bretaña pierde).

—Great Britain lose?

—Sí, pequeñou cabroncete. You are in the middle. Has descubiertou la verdad. Existe un Túnel de las Maravillas debajo de Cannon Street. Justo debajo de The London Stone. Allí estaba the Palace, el Palatium de los romans. Ellos dejaron una galería de estatuas muy important. Allí están representados los personajes más importants de la historia de Britain, the milk!

—¡No puedo creerlo!

Porco ya se figuraba saliendo por el Támesis en otro barco pirata. El tesoro estaba cerca, ahora sólo había que ir a por él.

John lloraba.

—Look, suckling: the keys (mira, mamón: las llaves). I’m the Lord of the Wonder Gallery. Soy el encargado de guardar el tesoro y ahora tú lo vas a ver. Sólo ilustres británicous, reinas, reyes, premiers, lords… and now you. Lynx! (¡Lince!)

—Pero… explícame: ¿cómo es que no se ha hablado nunca de esto?

—No puedou explicartei nada ahora… prefierou que lo veas in situ y tú mismo deduzcas. Pero si me descubre Scotland Yard fall myself the hair (se me cae el pelo).

—Entonces vamos mañana.

—No, vamos ahora. Es mejor al atardecer. Prefierou entrar y salir de allí con poca luz. Si descubre estou alguien soy hombre muertou.

—¡Ay, mi Chesterfiel! You are good as a bread, you have me fried now little same (eres más bueno que el pan, ahora mismito me tienes frito).

Salieron de casa. La tarde estaba cayendo sobre Londres. Caminaron sin cruzar palabra hacia el metro. Porco sentía la sensación de viajar hacia la gloria. Al llegar a la estación de Cannon Street, John dijo:

—No es necesariou salir a la calle. Vamos a entrar en un cuartou para empleados de limpieza del underground.

Entraron en el cuarto y se cambiaron de ropa. Los dos se pusieron un uniforme de faena del metro de Londres. Salieron decididos y caminaron por túneles entre la gente. ¡Qué noche la de aquel día! A Hard Day’s Night sonaba en la voz de un cantante que se acompañaba con su guitarra acústica:

It’s been a hard day’s night

And I’ve been working like a dog…

Por un momento Porco debió pensar que le habían engañado, pero esta vez no, no le engañaron. Habían llegado a la puerta. Estaban a las puertas de la gloria.

—Hemous llegadou.

—¡No me lo puedo creer!

Estaban ante una puerta donde se podía leer: «London Transport. Only Staff». John abrió la puerta. Accedieron a un pequeño cuarto. En él había unas taquillas de guardar ropa. Se volvieron a cambiar.

—Porco, now we put ourselves the monkeys. (Porco, ahora nos ponemos los monos).

Se pusieron unos monos azules.

—Ya está, ahora hay que abrir la otra puerta.

La segunda era una puerta blindada. Más bien parecfa una caja fuerte. John pidió a Porco que no mirase. Marcó una clave y se dejó oír una musiquilla. ¡Era el God Save The Queen! Entraron. John cerró la puerta. Todo estaba oscuro. Había mucha humedad. Accionó un interruptor y encendió la luz. Estaban en una habitación con paredes de piedra y bastante alta. En dos de las paredes había dibujos policromados representando escenas de escultores realizando estatuas, en otra había un dibujo dé lo que debió ser Londinium, y en la cuarta había una puerta de bronce con relieves romanos, representando a escultores trabajando, y sobre la puerta había una inscripción en una lápida de mármol blanco que a Porco le resultó familiar:

FACTUM ABIIT, MONUMENTA MANENT.

—Well, ya estamos aquí. Do you want a little roll of history before the walk? (¿Quieres un rollito de historia antes del paseo?)

—Voucher! (¡Vale!)

—Desde que en el año fifty five B.C. Cesar came to give a volt by here, till the fourhundred seven A. D., the romans living in England. Camulodunum, now Colchester, was the city capital, but the pissl, you know: the move, was here, in Londinium, where live the female vasque, forty five thousand people. Romans, knowing that people here is as simple as a bucket mechanism, let here, underground, this legacy. You know?, after romans, others peoples came here: anglos, saxons, but that’s other history. (Desde que en el año cincuenta y cinco a. C. César vino a darse un voltio por aquí hasta el cuatrocientos siete, los romanos vivieron en Inglaterra. Camulodunum, ahora Colchester, fue la capital, pero el meollo, sabes: la movida, estuvo aquí, en Londinium, donde vivió la basca, cuarenta y cinco mil personas. Los romanos, sabiendo que la gente aquí era más simple que el mecanismo de un cubo, dejaron aquí, bajo tierra, este’ legado. ¿Sabes?, después de los romanos, vinieron otros pueblos: los anglos, los sajones, pero esto ya es otra historia).

Porco, que estaba nerviosísimo, le comentó a John:

—Estamos hablando muy raro, unas veces en inglés, otras en español, otras en fromlostiano, ¿te das cuenta?

—Yes, of course of the horse, I’m to the parrot (sí, naturaca de la vaca, estoy al loro). Buinou y ahora vamos a comenzar el paseou.

Chester abrió la puerta, esta vez con una llave enorme, y entraron. Se trataba de un pasillo circular. Las paredes eran de piedra. Estaban limpias. A los lados había puertas. Comenzaron a caminar.

—What do you want to see primerou? (¿Qué quieres ver primero?)

—No sé. ¿Qué vamos a ver?

—Mysterium fascinans, mysterium magnum: tou da nuestra historia más reciente, toudous nuestrous emblemas, toudous nuestrous cánones. You understand Cannon Street now?

—Y, ¿desde cuándo se conoce esto?

—Desde siempre. En cada época se ha sabido sacar partido. Siempre ha habido un Lord of the Wonder Gallery, ahora soy yo. Todos han pertenecido a la misma familia; mi familia, los Chester.

Según se fue terminando la curva del pasillo se comenzó a divisar un corredor larguísimo y ante los ojos incrédulos de Porco apareció una colección impresionante de estatuas de mármol y lápidas con inscripciones. Había cientos. Todas perfectas.

—Pero no entiendo nada, esto es sólo una colección de estatuas.

—Mira la pruimera y tú empezarás a coumprender. Allí enfrente había una estatua en mármol, perfecta, de una mujer romana con… ¿con minifalda?

—¿Minifalda?

—Sí, es Mary Quantum, su inventora. Detrás de cada estatua verás unas estanterías con documentación, planos, letras de canciones, diseños…

Mira, grupo escultóurico con balón.

—Londinium Unitio. ¿Ya jugaban al fútbol?

—Yes, y había Premier League.

—Cricketorum maximus lusor.

—Pero… ¿tampoco el Cricket es vuestro?

—Nou.

—Beatlums ¡los Beatles!

—Yes, todas sus canciones eran de Lenonus y Macartium. También están Led Zepelinus, Rotantis Petrae y su Satisfactio… toudous. Todous músicus, politicus, Winstum Churchilis, H.G. Wellis, Petrus Pan, Nihil-Nihil-VII, el cerou cerou siete, MIV, el MI5… TOUDOU!!, Güeeee!

—Pero… ¿los romanos…?

—Yes, todo inventado con los romanos.

El pobre Johncito sudaba y le caían lagrimones. A cualquier Británico le hubiese parecido una deshonra tener que mostrar todos estos secretos. Ambos siguieron recorriendo la galería.

—¡Dracum!

—Yes: antepasadou de Francis Drake.

—Minutus, Rollsum Roycum, Concordia. ¡El Mini, el Rolls, el Concorde!

—Yes only prototips, nos dejaron hechous los planos.

—¡Londinium Sub-Terrae!, pero… ¿había metro?

—Yes, pero sólo tunels, era como metro pero sin trenes, iban corriendo bajo tierra.

—¡Un carro rojo de dos pisos!

—Yes!

—Alice in Terra Mirabilliarum!

—You know?

—Sí, hombre, claro que sí.

—Ya sólo me queda ver a… ¡hombre, ahí está Shakespearum!

—Tempus!

—Yes, hermano mayor del Times. Por eso yo llamar también a este sitio «The tunnel of Time»..

—¡La BBC, pero… si no había radio ni televisión!

—No importa, pero ellos inventaron las siglas para el «Bonus Britanicus Cano»..

De repente Porco se paró y dijo:

—No quiero seguir. Ahora lo sé todo. Habéis estado desde los romanos suckling wheel (chupando rueda) de esta galería. Como comprenderás no me voy a llevar nada, pero te voy a pedir que me dejes hacerme unas fotos aquí dentro. Esas fotos formarán parte de mi colección. Eso es lo que me voy a llevar. Te prometo que nadie sabrá de dónde son. No quiero seguir porque quiero llevarme alguna sorpresa en los próximos años.

Aún les quedaba bastante por recorrer.

Porco hizo un montón de fotos y, cuando consideró suficiente, dio por terminada la visita al tiempo que preguntaba:

—Oye, ¿qué hay en ese cuarto con rejas?

—Mejor tú no saber.

—Sí, quiero saberlo.

—Buenou verás, ahí están todos los que han llegado a conocer este misterio sin merecerlo.

—Pero están…

—Sí, fiambres, tiesos. De ahí van a la colección de momias del British o salen a subasta en Yoteví.

—Mira, Johncito, vámonos —dijo algo impresionado Porco.

Salieron por donde habían entrado. Los dos caminaban en silencio. ¿Era la primera vez que Porco no pillaba tajada? ¡No! Escondido en el bolsillo interior de su chaqueta llevaba un preciado tesoro: había levantado la letra de Ama me, origen del Love me do de los Beatles, escrita sobre una plaquita de bronce con la efigie de los Beatlum. No estaba mal la pesca. Así era Porco.

Al salir se fueron andando hasta casa de John. Antes de subir entraron en el pub Drake’s inn.

—Johncito, hoy te vas a poner morao a Gifies.

—Y you?

—Me two, vamos que yo el doble.

Y esa noche negra se tostaron a cervezas negras, Giñes.

Para Porco ya se había terminado ese capítulo de su vida. Tenía olfato y sabía que pronto iba a recibir una llamada. Londres es Londres, pero él tenía otros mil caprichos. Realmente le iba a ser muy difícil que alguien se creyese esa historia y además no se la podía contar a nadie. No importa. Él sabía que era verdad, él sabía que había dado un paso muy importante. Pero… ¿y ahora?, qué iba a hacer ahora. ¿Le quedaba alguna empresa interesante?

Esa noche, cuando ya estaban los dos \metidos en la cama, Porco gritó:

—¡Johncito, amigoo! ¿Quieres venir conmigo a buscar una entrada de la Atlántida que me han soplado?

John escuchó pero no contestó; se estaba quedando dormido.

—¡Johncitooooo!

John ya se había dormido. En la radio sonaban los Celtas Cortos:

Cuéntame un cuento, y verás qué contento

me voy a la cama y tengo lindos sueños…