Vista Gorda del Cerro es un precioso pueblo de la provincia de… Bueno, ¿qué más da dónde esté si tiene página web? Lo de Vista es porque las tiene preciosas, lo de Gorda viene de largo; siempre han sido muy suyos para lo suyo. Es famoso por sus crudos inviernos y sus veranos tórridos, por su río truchero, el Museo del Botijo, que sale en la guía Manolín, el chiringuito del tío Paco, de lo mejor, pero sobre todo últimamente se ha hecho célebre porque allí se ha instalado un sanador rural que dice curar la miopía a base de un preparado y unas palabras especiales recitadas para la ocasión.
Cientos de personas’ vienen al pueblo a ver si les apaña el Eustaquio. Y vienen hasta del extranjero.
Menudo era el Eustaquio. Y digo bien, era, porque el otro día palmó con su mujer en un accidente de coche.
Los del lugar, y sobre todo sus hijos, se temían lo peor: la ruina. El Eustaquio atraía visitantes, sobre todo en agosto, cuando más calor hace. Pronto iban a venir los primeros. ¿Quién les iba a atender?
Eustaquio, o Hiuston, y Nicomedes, Nico, sus hijos, eran dos pájaros de cuenta. Y decidieron ocultar la verdad. Los cuatro gatos del lugar se reunieron.
—Mirad, si nos lo callamos y hago yo las veces de mi padre, podemos seguir tirando un tiempo: Casi nadie suele repetir y los que lo hacen es porque ven menos que un burro de escayola —dijo el Hiuston.
Y es que el bueno del difunto Eustaquio se lo había montado de miedo. Tenía hasta una página web y difundía al mundo entero sus poderes. Eustaquio y sus hijos eran los únicos del lugar que podían entenderse con los de fuera; hablaban inglés, al menos se lo creían.
En aquellos días of the Lord hacia en Vista Gorda un calor from a thousand pairs of balls (de mil pares de pelotas). Las chicharras daban gritos de auxilio en varios idiomas: ¡Socorro! Help! Hilfe!, Secours!… Los pájaros estaban los pobres que no decían ni pío, na de na. Las siestas eran cada vez más largas. Todos los lugareños decían no recordar nada igual. Pero pese a todo eso los turistas rurales, perdidos, no paraban de visitar a cualquier hora el pueblo y los que venían a ver a Eustaquio podían presentarse en cualquier momento.
El chiringuito del tío Paco Pero comenzaba a ser uno de los negocios más envidiados de la zona. A los guiris les gustaba cantidad el tintorro de verano.
Viendo que había que hacer algo, Hiuston y Nico organizaron bien el plan.
—Mira, Nico, tú los esperas en el chiringuito y cuando veas que no hay forma de que se vayan, vamos, que quieren ver a padre a toda costa, me avisas; ellos se lo han buscado. Puedes decir: «¡Hiuustooooon, tenemos un pobleema!».
Y así fue como sucedió un buen día.
Era la hora de comer. No había sombra ni a la sombra. El tío Paco, el «Pero hombr»., ya iba a cerrar, había hecho muy buena caja y no era cuestión de estar a cuarenta grados esperando a que llegara algún capullo a pedir un tinto de verano y a hablar del calor.
—Pero, hombre… hoy voy a cerrar antes o el Lorenzo acaba con nosotros.
—No lo digas muy alto, mira tenemos visita —un coche se acercaba al pueblo—. Ha dicho el Hiuston que a lo mejor vienen a ver a nuestro padre. Ya sabes que ha heredado él sus poderes. No podemos despreciar a ningún visitante. Y si hay algún poblema le llamamos —dijo Nico mientras apuraba un vinito fresco.
—Pero, hombre… la cagamos, tía Paca: creo que son guiris.
El coche se detuvo frente al chiringuito, era una furgoneta llena de alemanes medio cegatos, repleta de melones, de cacharros de barro y de otros productos ibéricos. Poco a poco fueron saliendo viajeros. Aquello parecía un efecto especial; salieron siete, entre teutones y tetonas.
—Guten morgen! Buinos días!
—Pero, hombre… ¡alemanes! Pa qué dirán lo de guten con el calor que hace. A mí no me guten na los tankes éstos.
—Calla, Paco, y atiende —dijo su mujer, la tía Paca.
—Achtung, mi compgendo. Teneg…?
—Pero, hombre… sí, sí tengo atún y… ¿pasa algo? Ahora mismo.
Ni corto ni perezoso, Paco comenzó a picar atún y a preparar unos pinchos. Los alemanes no le quitaban ojo, aunque la mayoría parecía ver muy poco, si no, no hubieran ido nunca a ese lugar.
—No quegerr tuna…
—Pero hombre… no, en este pueblo no hay tuna, por suerte, hay tunantes y marcianos como, vosotros.
—Wein… pacá —dijo uno de los visitantes, el que parecía el portacoz del grupo.
—Pero, hombre… ¡Ah! ¿te conocen? —preguntó Paco a su mujer.
—No, hombre —dijo Nico que seguía calentando el vaso de vino—. Ha pedido un vaso de vino como el mfo.
—Pero hombre… bueno, mira a ver si tú te entiendes con ellos, Nicomedes.
—Pero… Paco. Pero hombre… yo sólo hablo poco y raro.
—Pero hombre… pues inténtalo.
—You German boy with German girls, you speak English? (Tú alemán con alemanas, ¿hablas inglés?)
—Ja!
—You like little german gers, eh? (Te gustan las alemanitas, ¿eh?)
—Ja!
—¡¡Ya, ya, pillín!!
—Ya, pillin.
—Pero hombre… ¡pues venga ya, pillin lo que sea! —dijo Paco—, dejarse de guiripolleces y decirme qué pongo.
Paco Pero ofreció de palabra su carta.
—Podéis, podéis, comer, comer, banderillas, bonito en aceite, patatas bravas, ¿entendéis?, caña de lomo y, naturaca de la vaca, gazpacho… Y para beber: sangría, vino peleón, tinto de verano, cañas, claras…
Nico se ofreció a traducir:
—You can, can, eat, eat, little flags, pretty in oil, little jockeys, brave potatoes, you understand?, back cane and, of course of the horse, gazpachou… And for drink: bleeding, fighter wine, red one of summer, canes, clairs… o sea de todo.
—Pero hombre… ¿pero qué quieren?
El portacoz se puso muy rojo. Cogió un diccionario. Habló con el grupo. No habían probado bocado, no habían bebido nada. No había entendido nada. Los que veían más miraron con cara de estupor hacia la cocina. La gata de Paco y Paca se paseaba comiendo moscas, brincando por encima de las bandejas de pinchos.
De pronto Paco pero hombre lanzó un viaje al animalito que a su vez dijo:
—¡Miiaauuu!
—¡Leche la gata! —dijo Paca.
La Paca tuvo que sacar a la gata pues del susto se había caído en el cacharro del gazpacho, enterita. Parecía una gata espacial, estrafalaria, una gata de diseño.
Los alemanes con cara de asco se despidieron.
—Danke. Aufidersen!
—Pero, hombre… ya me los has espantao, Nico…
—No, Paco, yo no te los he espantado, creo que no han podido soportar la escena de la gata. Parecía una gata de la Gata Ruiz de la Parda ésa.
—Diles que no se asusten por la gata que es por si las moscas, las moscas cojoneras, claro. Ofréceles ver el pueblo, qué sé yo, haz algo útil.
—Wait. No problem with the cat, is for if the flies, the balls flies, clear. Du you want to see the ville? (Esperad. No hay problema con la gata, es por si las moscas, las moscas cojoneras, claro. ¿Queréis ver el pueblo?)
Había que ser un poco cabrito para hacer esa propuesta. Era la hora peor, pero Nico sabía que los turistas cult-rurales o nat-rurales alemanes eran muy ávidos de cultura rural y además éstos venían a ver al curandero.
—Ja! —dijo uno.
—Sí, ya —dijo Paco—. Nico, déjame hablar un poco con ellos, yo sé algo de alemán.
—¿Silla? Danke, muy cansados.
—No, no hay tanques aquí pero tenemos un museo del botijo que es una maravilla —Paco seguía metiendo baza en la conversación.
—In English, please.
—Ah, que quieren hacer pis, pues ahí mismo en el prao, contra el olmo los machos y detrás las hembras.
—No toileten here?
—No, no toilet, el arcalde dice siempre, es muy culto, toilet or not toilet, that is the question. Mucho money public toilet.
—We want to see Eustanquio.
—Well, how the Lawrence hits! (¡Cómo pega el Lorenzo!) —dijo Nico: debían estar a 45 grados.
—Park Güell here also?
Nico empezaba a hacerse un lío.
—No, aquí no puede aparcar Güel ni hay osos. Dile al Güel tu park in the era terciaria, allá patrás. —Where?
—¡En la tercera era, leches!
—Lawrence hits is a disco bar?
—¡No! es el Lorenzo, el sol que nos va a torrar si no nos movemos, asín que everybody trhowing milks, now, o si no digo eso de: ¡Hiuuuston, tenemo un pobleeema! (Al loro, todos echando leches, ahora…)
Los pobres alemanes no daban crédito, a ellos les cuesta mucho dar créditos, ya se sabe.
—Do you have burros for hire?
—Yes for hir, por ahí y por allá; burros, cerdos, cabritos, pollos, gallinas y un gallo loco que es un morninsinger (cantamañanas).
—And you, have female lizards? (y tú ¿tienes lagartas?) —preguntó Nico.
—No, no female lizards, only arrtesanía españoula, además… mirra paleto querrer verr el pueblo y encontrar al Eustaquio ya, ya, ya!
Entonces Nico gritó con toda su fuerza:
—¡Hiuuustoooon, tenemo un pobleeeema!
Y de pronto apareció la mala bestia del Hiuston; por lo menos dos metros de cuerpo y más de cien kilos de peso, con una boina atornillada hasta las cejas, y una túnica que era de su padre y le quedaba como una minifalda, realmente impresionaba.
—Mira, Hiuston, habla con aquí los kartofen, que quieren verte. Yo me piro a dar un baño. From lost to the river!!
—Helou, mai neim is Eustaquio.
—Do you speak english? —dijo el alemán.
—The sea, the milk in can (la mar, la leche en bote). Before the cure we can give a volt and a half (antes de la cura podemos dar un voltio y medio)
Los alemanes sonreían y se abanicaban. Todos apelotonados, seguían al Eustaquio y no decían ni pío. Él comenzó su explicación:
—The church is very old, like, like —y mirando al grupo señaló a la que debía ser la matriarca—, like you. We have also, botijo museum y casas con su historial.
—Please, Eustaquio, we want go to your house. We want to see your powers. (Eustaquio por favor, queremos ir a tu casa. Queremos ver tus poderes).
Y así fue como se presentaron en casa del Eustaquio. Este había quitado todas las fotos de su padre, pero había dejado todos sus diplomas, sus fraseas y sus hierbas.
Una vez en la casa comenzó la ceremonia. Los sentó a todos en círculo y un alemán dijo las palabras de rigor, las que les había enseñado en su página web el verdadero y difunto Eustaquio:
—Abracadabra of the light! (¡Abracadabra de la luz!)
—Sin pecado concebida —contestó el Hiuston, y se quedó tan pancho.
Los alemanes se quedaron notas. Pero él no se cortó ni un pelo y siguió:
—I know than you are here because you have tired view, you can’t work of eye, but you are lucky people, I have a lot of view, I see the sky open, I have clinic eye. Please if you feel some problem during the ceremony make the fat view. (Sé que estáis aquí porque tenéis la vista cansada, no podéis trabajar de ojo, pero sois gente afortunada, yo tengo mucha vista, veo el cielo abierto, tengo ojo clínico. Por favor si sentís algún problema durante la ceremonia haced la vista gorda).
—Why this words? We don’t understand at all. (¿Por qué estas palabras? No entendemos nada) —dijo el alemán.
—Don’t come to tale, is the ceremony for summer, (no viene a cuento, es la ceremonia para el verano) —contestó Hiuston.
—Can you make the cure now? (¿puedes hacer la sanación ahora?) —replicó el alemán.
—From thousand loves (de mil amores) —dijo Hiuston.
Y entonces cogió un libro y comenzó a leer el texto que había preparado:
Oh Lord!, make a miracle and give me the shaving of this stickys, little angels of The Lord of the Little Steps. I am at two candles and I go to the good toontoon. Ohhhhh Loooord! roll yourself please! To cure to heal little ass of frog if not heal today you can heal tomorrow. Amén. (¡Oh Señor!, haz un milagro y dame la viruta de estos pringaos, angelitos del Señor de los Pasillos. Estoy a dos velas y voy al buen tun-tun. ¡Ohhhh Señorrrrrr! ¡Enróllate por favor! Cura sana culito de rana si no sanas hoy sanarás mañana. Amén).
En ese momento se cayeron de bruces dos de los alemanes. En la casa hacía un calor de pelotas y seguro que se desmayaron por tal motivo, pero el vivales del Hiuston aprovechó para darle más énfasis a la ceremonia.
—Ohhh! Thank you, Lord! To the bread bread, and to the wine wine, but now all together to dance for me the water. Common, to dance the water! (¡Oh gracias, Señor!, al pan pan y al vino vino, pero ahora todos a bailarme el agua. ¡Vamos, a bailar el agua!)
Y los puso a todos a bailar mientras les rociaba con unas cántaras de agua fresca. Quedaron empapados y tan contentos. Después siguió la ceremonia.
—And now Lord, descend to the almond tree and give me the power to make the cure. (Y ahora, Señor, bájate del almendro y dame poder para hacer la sanación).
A continuación abrió unas frascas de las que tenía su padre para la ocasión y les dijo que bebieran hasta hartarse. No se dio cuenta el muy animal de que les estaba dando tintorro. Ahora sí que estaban ciegos, el grupo entero estaba ciego. Habían pillado un ciego colectivo, entre risas, sollozos y exclamaciones,
—Hilfe, hilfe, help me, Lord, I’m blind, (¡socorro, socorro, ayúdame, Señor, estoy ciego!)
Y vaya si lo estaban. Fueron cayendo redondos al suelo uno a uno.
El Hiuston se asustó y cuando los tenía a todos dormidos miró bien las cántaras y comprendió que se habían mamado más de quince litros de vino fresco. Corrió a avisar a su hermano y éste le tranquilizó.
—Mira, animal, ahora cuando se despierten les damos un café frío en una cántara, sigues el cuento chino y preguntas que si ven mejor.
Y así lo hicieron. Al cabo de dos horas los alemanes se fueron despertando y poco a poco recuperaron su posición.
—How do you feel now? Do you see all more clear? (¿Cómo os sentís ahora? ¿Lo veis todo más claro?) —preguntó Hiuston.
—Yes!, yes! (¡sí!, ¡sí!)
—Wait a minute, Ceilling breaker, I’m not finish yet; the end is saint’s hand. (Esperad un minuto, Rompetechos, no he terminado todavía; el final es mano de santo) —y prosiguió—: Oh Lord!, make this people to see masturbation in the other’s eye. I don’t want to see the stars if somebody find the cake. And now all together: go gargling by the Lord of youyou! (¡Oh Señor!, haz que esta gente vea la paja en ojo ajeno. Yo no quiero ver las estrellas si alguno descubre el pastel. ¡Todos a hacer gárgaras por el Señor del yu-yu!) —y los tuvo haciendo gár garas durante diez minutos. Finalmente les dio un café de puchero en una cántara de barro y todos se quedaron tan contentos.
Se despidió diciendo:
—Thank you for your visit. I roll myself like a venetian blind, but in a two by three, hours, you have a lot of view. And now the last scream: Payyyyyy meeee! (Gracias por vuestra visita. Me enrollo como una persiana, pero en un dos por tres, horas, tenéis mucha vista. Y ahora el último grito: ¡Pagadmeeee!)
Quedaron encantados. Pagaron cada uno sus diez mil pesetas. Hiuston desde ese día heredó los poderes de su padre para siempre. Pero lo mejor aún no había llegado, fue tal el alivio que sintieron los alemanes que decidieron comprar una propiedad en el pueblo y desde ese verano vienen cientos a la casa de sanación que han montado. Realmente es una bodega con degustación hasta hartarse, luego Hiuston hace el rito, les cura la resaca y todos tan contentos. Realmente al salir de Vista Gorda los ciegos ven.
Hiuston ejerce de big-saint (santón), su hermano lleva la página web. Fatviewsan@filipino.es
El que avisa no es traidor.