Ráfagas de luz azul en el techo del dormitorio. Oskar está tumbado en su cama con las manos debajo de la cabeza.
Bajo la cama hay dos cajas de cartón. En una de ellas hay mucho dinero, montones de billetes y dos botellas de alcohol de quemar, la otra está llena de rompecabezas.
La caja con ropa se quedó allí.
Para ocultar las cajas, Oskar ha puesto su juego de hockey delante de ellas. Mañana las bajará al sótano, si tiene fuerzas. Su madre está viendo la tele, grita algo acerca de que su casa se ve por el televisor. Pero él no tiene más que levantarse y acercarse a la ventana para ver la misma cosa, desde otro ángulo.
Las cajas las tiró desde el balcón de Eli al suyo cuando aún era de día, mientras Eli se lavaba. Cuando salió del cuarto de baño la herida de la espalda ya se le había curado y estaba algo mareado por el alcohol que contenía la sangre.
Se acostaron juntos, se abrazaron. Oskar le contó lo que le había pasado en el metro. Eli le dijo:
—Perdona. Que pusiera en marcha todo esto.
—No. Está bien.
Silencio. Largo. Después Eli le preguntó, con discreción:
—¿Te gustaría… ser como yo?
—… No. Me gustaría estar contigo, pero…
—No. Claro que no quieres. Lo entiendo perfectamente.
Al anochecer se levantaron por fin, se vistieron. Estaban abrazados en el cuarto de estar cuando oyeron la sierra. Estaban serrando la cerradura.
Corrieron hacia el balcón, saltaron sobre la barandilla, aterrizaron en blando en los setos de abajo.
Dentro del piso oyeron que alguien decía:
—Pero qué demonios…
Se acurrucaron juntos bajo el balcón. Pero no había tiempo.
Eli volvió la cara hacia Oskar, diciendo:
—Yo…
Cerró la boca. Luego besó a Oskar en los labios.
Oskar vio durante unos segundos a través de los ojos de Eli. Y lo que vio era… él mismo. Sólo que mucho más elegante, más guapo, más fuerte de lo que creía que era. Visto con amor.
Unos segundos.
Voces en el piso de al lado.
Lo último que Eli había hecho antes de levantarse fue despegar el papel con el código Morse. Ahora se oían unos pies pesados dando vueltas en la habitación donde Eli se había tumbado y desde donde le había enviado mensajes.
Oskar pone la palma de la mano sobre la pared.
—Tú…