CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

Tess cambió de postura en la silla y sintió un agradable dolor en la entrepierna. «¡Qué superficial eres! ¿Qué le ha ocurrido a tu supuestamente corazón partido? ¿Solo has tardado TRES DÍAS en recuperarte de una ruptura matrimonial?». Y allí estaba, sentada en el desfile de sombreros de Pascua del Santa Ángela pensando en su encuentro sexual con uno de los tres jueces del desfile, que, en ese momento, estaba al otro lado del patio con una gran capota de bebé atada por debajo de la barbilla y bailando la danza de los pollos con un grupo de chicos de 6º.

—¡Qué bonito! —dijo su madre a su lado—. Es muy bonito. Ojalá…

Se interrumpió y Tess se volvió a mirarla.

—Ojalá ¿qué?

—Ojalá —dijo Lucy con expresión de culpa—, las circunstancias fueran más favorables, y Will y tú hubierais decidido mudaros a Sydney para que Liam estuviera en el Santa Ángela. Así yo podría venir siempre a los desfiles de sombreros de Pascua. Lo siento.

—No tienes por qué sentirlo. Ojalá fuera así.

¿De verdad lo deseaba?

Volvió a clavar la mirada en Connor. Los chicos de 6º se estaban partiendo de la risa por algo que había dicho Connor. Tess sospechaba que pudiera ser un chiste de pedos.

—¿Qué tal anoche? —dijo Lucy—. Me olvidé de preguntarte. En realidad, ni siquiera te oí llegar.

—Estuvo bien —repuso Tess—. Es estupendo ponerse al día. —Le vino a la cabeza la imagen de Connor dándole la vuelta y diciéndole al oído: «Creo recordar que esto nos funcionaba bastante bien».

Ya entonces, cuando era un joven y aburrido contable con un tupé ridículo, antes de la moto y el aspecto agresivo, era bueno en la cama. Tess era demasiado joven para apreciarlo. Creía que todo el sexo era así. Volvió a revolverse en el asiento. Probablemente estuviera a punto de sufrir una cistitis. Eso la enseñaría. La última vez que había tenido cistitis coincidía, y no por casualidad, con la última vez que había tenido sexo tres veces seguidas, cuando Will y ella empezaron a salir juntos.

Pensar en Will y en sus primeros tiempos juntos debería dolerle, pero no era así, al menos no en ese momento. Se sentía liviana, invadida de una perversa y deliciosa satisfacción sexual y… ¿qué más? Venganza, claro que sí. La venganza es mía, se dijo. Will y Felicity creerían que estaría en Sydney lamiéndose las heridas cuando en realidad había tenido un maravilloso encuentro sexual con su antiguo novio. Sexo con un ex. Dejaba por los suelos al sexo conyugal. Que lo sepas, Will.

—Tess, querida —dijo su madre.

—¿Sí?

—¿Pasó algo anoche entre Connor y tú? —preguntó bajando la voz.

—Por supuesto que no —negó Tess.

«No puedo más», le había dicho a Connor la tercera vez, y él había insistido: «Seguro que sí», y ella había murmurado: «Que no, que no, que no», una y otra vez hasta que fue evidente que sí.

—¡Tess O’Leary! —exclamó su madre en el momento en que se le cayó de la cabeza una jaula de pájaros a un niño de 1º. Ambas se miraron echándose a reír.

—Oh, querida. —Lucy la agarró por el brazo—. Bien por ti. El hombre es un auténtico semental.