Claudio seguía aturdido. Instintivamente había subido a la ambulancia con su amigo, aunque ahora empezaba a arrepentirse. Estrechaba la mano de Ale, pero sus dedos no devolvían el apretón. Parecían de plástico.
El olor punzante de la sangre impregnaba el aire. Tenía ganas de vomitar, se sentía débil y estaba muy mareado. Necesitaba un poco de aire, pero no le quedaba más remedio que esperar.
El ruido ensordecedor de la sirena de la ambulancia, que corría a toda velocidad por las calles, no lo hacía sentirse mejor. Las palabras de su amigo le retumbaban en la cabeza: «Mi agenda…».
¿Qué había querido decir Ale? ¿Qué había tan importante en esa agenda?
Miró hacia la mochila tirada en un rincón del suelo, que alguien había considerado preferible meter en la ambulancia. ¿Quién habría sido? En cualquier caso, había hecho bien.
Claudio se inclinó y empezó a rebuscar en su interior. Mantenerse ocupado lo ayudaría al menos a seguir lúcido. Sacó la pequeña agenda amarilla, manchándola de tierra y de la sangre que se le había quedado pegada en las manos. La sangre de su mejor amigo. Comenzó a hojearla, sin saber bien qué buscar. Hasta que, al azar, abrió una página e inmediatamente comprendió.
«¿Por qué, Ale? ¿Por qué? ¿Has pensado en mí? ¿Qué va a ser de mí?»
Ale tenía los ojos cerrados y seguía perdiendo sangre de la cabeza. Se debatía entre la vida y la muerte, decían. Pero Claudio lo sabía bien: Ale ya no quería luchar. Había alcanzado su objetivo. Había conseguido su meta.
Se acercó a él.
—¡Descansa en paz, amigo mío! ¡Yo me ocupo, no te preocupes! Ya sé qué me querías decir…
Una lágrima silenciosa le resbaló por la cara.
—Perdone, ¿ha dicho algo?
Claudio se volvió hacia el hombre que se encontraba con él en la ambulancia y sin hablar le tendió la agenda.
—Está escrito aquí.
El médico la cogió y leyó la frase que le señaló. Luego, asintiendo, la cerró.
Con ese movimiento salió de otra página una pequeña margarita, que cayó a los pies de Claudio. El muchacho la recogió y volvió a introducirla en la agenda.
—Veré lo que se puede hacer, descuide. Naturalmente, tendrá que explicarme mejor, porque…
En ese momento las puertas de la ambulancia se abrieron y en pocos segundos Ale desapareció, trasladado en una camilla.