Quiero dar las gracias a mi agente, Peter Straus, de Rogers Coleridge & White, y a Jenny Hewson; a mi editora, Carolyn Mays, y a mi correctora, Sarah Coward, y al gran equipo de Hodder por su duro trabajo en este libro. Estoy en deuda con los policías de la comisaría de Kilburn que me dedicaron su tiempo para responder a mis preguntas y me mostraron lo que pasa en realidad al otro lado del mostrador; y a las psicólogas Vanessa Pilkington y Julie Read por sus sugerencias. Por su incansable apoyo y fe, no puedo dar las gracias a Stephen lo suficiente.