O’Shea se sienta delante de mí, con los codos y los antebrazos paralelos al borde de la mesa. Demuestra una calma irritante.
—Deje que se lo repita, la bufanda encontrada en su casa tiene restos de sangre de Melody. El cuchillo encontrado en el canal del fondo de su jardín es del mismo tamaño y la hoja tiene la misma forma que la que emplearon para matar a Melody. ¿De quién es esa bufanda, Kate?
—Es de Paul.
—¿Ah sí?
—¡Fui yo quien los llamó para contarles lo de la bufanda!
O’Shea coge otro archivo de encima de la mesa y lo abre, sujetando los extremos con las manos para reprimir su tendencia a volver a cerrarse. Saca una foto.
—¿Puede describirme lo que ve en esta foto, por favor?
El abogado se sienta muy pegado a mí, se inclina hacia delante. Ni siquiera él puede resistirse a echar un vistazo. Toco la copia impresa del ordenador, con la esperanza de que mi temperatura corporal pueda volver a montar la imagen. Soy yo con Josh y Ava sonriendo estúpidamente a la cámara desde lo alto de un acantilado. Estamos envueltos en gruesos abrigos y calzamos botas de agua. Mis hijos están de pie uno a cada lado y nos inclinamos sobre el viento fuerte, tengo parte del rostro oscurecido por el cabello despeinado. Alrededor del cuello llevo la bufanda de Paul. Oigo que mi abogado exhala sonoramente. Pensé que Paul estaba siendo amable cuando me ofreció abrigarme con esa bufanda de cachemira. «Yo llevo un gorro —dijo mientras abría el maletero del coche para sacar su abrigo—. Hace más frío de lo que creíamos, toma esta bufanda». Y me enrolló la bufanda alrededor del cuello, atrayéndome hacia él. Caminamos hasta el mirador como borrachos, cogidos de la mano en el fuerte viento del suroeste, decididos a tomar un poco de aire fresco antes de meternos en el bar a pasar la tarde. La foto fue tomada durante las vacaciones escolares de febrero, en los acantilados de Devon, donde Paul quiere que se dispersen sus cenizas.
—Como no hay respuesta, yo describiré la foto —dice O’Shea a la grabadora—. Kate Forman aparece en la fotografía llevando la bufanda manchada con la sangre de Melody Graham.
O’Shea da la vuelta a un trozo de papel en la mesa.
—¿Dónde estaba usted el lunes ocho de marzo por la noche?
—Ya se lo he dicho, estaba en casa.
—¿Cuántos coches tienen ustedes, Kate?
—¿Qué importa eso?
—Paul se llevó un coche esa noche, pero usted tiene otro, ¿no es verdad? ¿No es verdad, Kate? No lo guarda en el camino de entrada, lo aparca en la calle.
—¿Puedo fumar?
—En las comisarías no está permitido fumar, lo siento, Kate. —Samuels sale de la habitación y O’Shea se vuelve hacia la grabadora para decir—: El sargento detective Samuels sale de la sala. ¿Cogió usted el coche esa noche? —añade, dirigiéndose a mí.
—¿Y dejar a los niños solos?
—Ocurre continuamente.
—¡No, no cogí el coche ni dejé a mis hijos solos en casa!
—Hábleme de su trabajo, Kate.
—¿Qué quiere saber?
—Bueno, usted formaba parte del equipo de producción de Inside-Out.
—Tenía un cometido poco importante y trabajaba siempre desde casa.
—Pero usted debe de conocer a Gerry Bonacorsi muy bien.
—No, no lo conozco. Apenas lo he visto en persona.
—Pero lo vio en las carreras de Cheltenham precisamente esta semana. Fue usted quien lo convenció de volver a aparecer en televisión. En Crime Time. Su número del trabajo está en el móvil de Bonacorsi. Es uno de los dos únicos números que tiene, tengo entendido. —Me acaricio la mejilla. Me han pillado—. ¿Bonacorsi la impresionó, Kate? ¿Le dio ideas? Parece que impresionó a todos los demás. Es el nuevo héroe del momento, por razones que no acierto a comprender. Yo no soy un fan del sistema de justicia, pero fue un acierto tenerlo a la sombra una buena temporada. Solo porque pueda contar una buena historia en un tono seguro de sí mismo, a mí no me las da… —se detiene y tira del puño almidonado, enojada por haber mostrado sus sentimientos—, ni él ni usted. Usted ha visto horas de metraje, lo ha oído hablando sin parar —dice levantando los ojos al techo en una sarcástica floritura— sobre su vida, sus pasiones, su carácter. Estaba en la posición perfecta para convertirse en una asesina imitadora.
—Esto es ridículo. ¿Por qué demonios iba a querer matarla? ¿Y por qué iba a matarla de esa manera? ¡Es demasiado obvio! ¿Por qué iba a tirar el cuchillo en el canal de detrás de mi casa cuando en Londres hay cientos de contenedores para tirarlo de regreso a casa? Y lo mismo con la bufanda. ¿Por qué iba a guardar en mi casa una prenda que me incriminaba?
—El sargento detective Samuels vuelve a entrar en la sala —dice O’Shea. Samuels se apoya en la pared y se mete las manos en los bolsillos—. ¿Por qué no nos lo cuenta usted? —O’Shea prosigue—: Creo que conservó la bufanda y nos habló de ella para cargarle el muerto a Paul.
—¡Eso es una locura!
—Porque es la venganza perfecta, ¿verdad, Kate? —Ahora O’Shea se sienta hacia delante y habla en voz baja. Pone demasiado suavizante en el lavado y despide un desagradable tufo a violetas—. Usted mata a la amante de su marido, pero eso no le basta, quiere asegurarse de que realmente sufra, que realmente comprenda lo que le ha hecho pasar…
—Todas sus acusaciones podrían aplicarse también a Paul. ¿Por qué no está él aquí?
—Paul tiene una coartada.
—¡Sí, yo se la di!
O’Shea no me quita ojo.
—Resulta que su marido tiene otra mujer que confirma su coartada. —Percibe que frunzo el ceño—. Paul Forman declara que estuvo con Portia Wetherall después de salir del bar esa noche.
—¡Oh, por el amor de Dios!
—Es la presidenta de una de las mayores compañías del Reino Unido…
—¡Eso ya lo sé!
—Esta noticia no la hace demasiado feliz, ¿verdad, Kate?
—¡Nunca me lo mencionó!
—¿Cree que Paul tiene muchos secretos para usted? ¿Tiene a otras mujeres además de usted? ¿Después de ser su esposa durante más de… (¿cuántos?, ¿ocho años?), eso le da rabia, Kate? ¿La pone furiosa? —O’Shea deja de mirarme—. ¿Su aventura con Melody la puso realmente furiosa? ¿Lo bastante celosa como para matarla?
Suelto una exclamación de mofa y doy un brinco cuando Samuels da una fuerte palmada en la mesa.
—¡Nos está haciendo perder el tiempo! Él no solo se la estaba follando, iba a dejarla a usted por ella, ¿no? Encontró la música con Melody-a[5], ¿no, Kate? ¡Iban a hacer más que tele juntos! —Me siento sobre las manos y me pellizco la cara posterior de los muslos—. Tengo una pregunta para usted, Kate, ¿qué persona trabaja menos que un rico ejecutivo de televisión y disfruta más? Respuesta: ¡su esposa! Estaba a punto de perder su dinero y su estatus por una joven modelo, y por eso la mató.
—¡Yo no maté a nadie!
—¿Por qué irrumpió en la oficina de su marido? —pregunta O’Shea.
El abogado cobra vida y hace aquello por lo que se le paga.
—Por lo que yo sé eso no es lo que sucedió aquella noche. La señora Forman usó la llave de su esposo para entrar en las oficinas.
O’Shea vuelve a formular la pregunta.
—¿Qué estaba buscando en mitad de la noche? ¿Qué era tan importante que no podía esperar hasta el día siguiente?
—Estaba buscando pruebas que confirmasen o borrasen mis sospechas. ¡No creen que estaba desesperada para que todo eso no sea cierto! ¡Y descubrí cosas! Tengo pruebas que demuestran que una mala conducta profesional por parte de Lex podría impedirle recibir el último pago de la venta; los acuerdos financieros por las ideas de Melody no están bien definidos en absoluto. De hecho, es una mierda, y para mí eso sí es sospechoso.
O’Shea mueve la mano como si quisiera que se le secase el esmalte de uñas.
—Lo sabemos todo sobre las finanzas de Forwood y la contribución de Melody a ellas. A mí me parece una sospecha muy débil.
Samuel intenta pasear por la habitación, pero es tan pequeña que después de dos pasos tiene que dar la vuelta.
—Es inútil que intente distraernos. Tiene que empezar a hablar, Kate. Tiene que darnos algo, o la vamos a acusar de asesinato. ¡Harán un programa de Inside-Out sobre usted dentro de veinticinco años, pero su hija no lo estará viendo! ¿Cuántos años tiene? ¿Cuatro? No se acordará de usted. Tendrá que mirar una foto para saber quién es usted, eso suponiendo que él le deje tener alguna. Tendrá una nueva madre, puede que nuevos hermanos y hermanas, porque un hombre como Paul no se queda soltero mucho tiempo, ¿verdad?
—¡Basta!
—Usted creía que tenía celos de Melody, ¡pero imagínese su vida sabiendo que él está con otra mujer y sus hijos!
—¡Basta ya! —digo esto con un grito cuando la profundidad del pozo en el que estoy empieza a estar muy clara.
—Creo que mi clienta necesita un descanso, esto está siendo muy intenso —dice el abogado.
Samuel se inclina y se queda amenazadoramente por encima de mí, con su gran mano sobre la mesa.
—Recuerde, Kate, cuando vuelva a esa celda, cuando mire esas cuatro paredes, si usted realmente no la mató, entonces él la ha traicionado de mala manera. Así que piénselo, Kate. —Samuels se toca la sien con el índice mientras se acerca más a mí y añade en un susurro—: Y piénselo bien.
—Es importante que hagamos un descanso ya —dice mi abogado.
O’Shea apila sus carpetas y alisa los bordes. Me da la sensación de que no está muy convencida de las técnicas de interrogatorio de Samuels.
—No lo vea como una lucha entre usted y él —añade, mientras arrastra la silla hacia atrás sobre el suelo de madera—. Yo podría averiguar que los dos están juntos en esto. —Se vuelve hacia la grabadora—. Son las doce y veintidós minutos, este interrogatorio ha concluido.
Se inclina hacia delante, aprieta el botón de apagado y se levanta.
—Solo dígame una cosa —le suplico—: ¿encontró restos de sangre de Melody en el lavabo?
O’Shea se vuelve para mirarme mientras abre la puerta.
—No, pero no necesitamos más sangre en el lavabo. Ya tenemos suficiente como para acusarla.
La tensión de no saberlo se ha roto por fin: lo hizo él. Él lo hizo. Él. Lo. Hizo. La sangre de la bufanda era de Melody. La prueba, la fría y dura prueba apunta hacia Paul. Dejo a un lado la mierda institucional, me muerdo las uñas para compensar las ganas de fumarme un cigarrillo. Rebobino en mi mente todos los pasos que di esa fatídica noche en que lo encontré en la cocina. Ahora veo a Paul con una sonrisa que desarmaría a cualquiera. Es tan bueno creando atmósferas, consiguiendo que la gente haga lo que quiere, manipulando a las masas, a la policía. Portia estaría de acuerdo en proporcionarle una coartada, claro. Esta pesadilla ha aportado más publicidad gratuita y notoriedad a Inside-Out y ha elevado el perfil de Forwood TV a un nivel sin precedentes. ¿Qué persona con ambiciones se resistiría a un trato: tú me rascas la espalda y yo te rasco la tuya? Una mentirijilla por aquí, una gran trola por allá, pueden crear alianzas nuevas y más poderosas de las que puedo imaginar. Todo es un juego si estás en el lado del ganador, igual que el juego del asesino. No importa quién muera pisoteado en el bulevar de la victoria. Paul lo ha planeado todo muy bien. Tal vez haya descubierto a mi primer maestro del crimen. Ha jugado conmigo, con Lex y con Portia. No ha dejado ningún flanco por cubrir, ningún cabo suelto.
Y sin embargo. Y sin embargo… solía ganarme la vida haciendo preguntas para obtener resultados inesperados. Haz una pregunta diferente y obtendrás una respuesta diferente. ¿Y qué pasa con el perro? El perro no encaja. Un maestro del crimen se asegura de que todo encaje. ¿Qué has pasado por alto, Paul? ¿Qué puedo explotar para salvarme?
Mi abogado viene a verme a petición mía. Es un hombre delgado con gafas y largas patillas que producen un sonido áspero cuando se las rasca. La policía me lo ofreció y yo acepté con el entusiasmo con el que un invitado a la boda elige entre pollo o salmón. John quería representarme, pero yo lo despaché. Está contaminado por Paul, aliado con su hermano. Así que somos Theo, el de la cara rasposa, y yo contra el mundo.
—¿Tienen bastante como para presentar cargos contra mí?
—Sí, pero se mueren de ganas de presentar un caso más sólido. La relación de las pruebas con usted no está tan clara como a ellos les gustaría. En el cuchillo no han encontrado su ADN, y la bufanda la podía llevar tanto usted como su marido. Están comprobando su coche, pero si por ahora no tienen nada, creo que va a resultar que está limpio.
—¿Y no resulta sospechosa esa repentina coartada que se ha marcado Paul? —Theo se columpia hacia atrás en sus desgastados zapatos negros.
—Mi trabajo aquí es representarla a usted, señora Forman. No creo que me sirva de ayuda especular sobre otras cuestiones.
—Me llamo Kate. Deja de llamarme Forman.
Theo asiente e hincha de aire sus anaranjadas mejillas.
—Acabo de oír una conversación en el pasillo ahora mismo. —Guarda un segundo de silencio mientras yo levanto la mirada del suelo—. Parece que hay división en las filas. O’Shea no está completamente convencida de que tengan la verdadera versión de los hechos…
—¡Porque no la tiene!
—… pero es solo una voz. Están muy presionados por presentar una acusación contra ti y a correr.
—¿Dónde ve ella los cabos sueltos?
—Me temo que no lo sé. Se han esforzado para que pases la noche aquí dentro mientras O’Shea ha tenido que ausentarse. Te veré por la mañana.
Me hundo en la funda de plástico del camastro de la celda. No quiero que Theo sea lo primero que vea por la mañana, quiero ver a mis hijos.
—¿Puedes traerme una taza de té y una chocolatina? —Theo se detiene y se rasca—. Vamos, he visto la máquina en el pasillo.
Theo asiente con la cabeza y pocos minutos más tarde me trae lo que le he pedido.
No pego ojo en toda la noche. Contemplo la flecha en el techo que señala hacia la Meca. En mi curso de interrogatorio aprendí que lo primero que tiene que hacer un interrogador de la policía es no dejar que el sospechoso repita que es inocente. Cuanto más lo diga, más convencido estará de que lo es y más difícil resultará obtener una confesión. Lo he repetido tantas veces para mis adentros que se ha convertido en un mantra. Sigo repitiéndolo, por si acaso empiezo a vacilar porque las pruebas que presentan contra mí son como cristal de nieve en el saliente de una montaña y estoy a punto de ser enterrada por una avalancha. Portia le ha proporcionado una coartada a Paul. Paul, tú lo has tramado todo. Recuerdo que una vez me dijiste algo: «Se necesita tanto esfuerzo para trabajar en algo pequeño como en algo grande. Así que siempre apunto hacia lo grande».
Has apuntado hacia lo más alto posible. Pienso en mi foto con la bufanda. Debes de haber planeado esto hace mucho, mucho tiempo. Toco la pared de bloques de cemento, sigo la superficie rugosa y áspera con la mano. Alguien ha garabateado «Joder» en la pared. Ni yo misma lo habría expresado mejor. No entiendo por qué Paul ha tramado todo esto contra mí. El dinero no es un motivo suficiente, lo conozco lo bastante bien como para saberlo, pero no acierto a comprender qué estoy pasando por alto. Necesito hablar con Lex. Tengo que formularle las preguntas correctas para obtener las respuestas correctas. He de salir de aquí. Me paso las manos por debajo de la nariz y las dejo caer por debajo de la barbilla. Si alguna vez salgo, la cuestión es o tú o yo, Paul; o tú o yo.