16

—¿Si me caigo ahí me muero? —pregunta Josh, demasiado cerca de la baranda de la barca que nos lleva Támesis arriba.

—Sí, apártate de ahí —le digo, tirándole del brazo.

—No sé —replica Lex—, podrías nadar hasta la orilla. Sería muy gracioso.

Envuelvo entre mis brazos con más fuerza a Ava, que va calladita y hecha un ovillo en mi regazo, y le doy un beso en la cabeza. Hoy no tengo ánimo para discusiones.

—Esto no es como una piscina, Josh, hay corrientes que podrían arrastrarte. El agua es muy engañosa —añade Paul.

Como las personas, pienso yo mientras contemplo el agua marrón, casi del mismo color que el té con el que me ha despertado Paul esta mañana. Estaba distante cuando me ofreció la taza humeante y se sentó en el borde de la cama.

—Deberías levantarte. Hoy tenemos el viaje a Hampton Court.

Y aquí estamos, los Forman con el tío John y Lex a remolque, jugando a las familias felices pero sin la otra familia: Sarah llamó en el último momento porque uno de los críos se puso malo. Paul y yo damos muestras de una extraordinaria cortesía: la calma después de la tormenta.

—Recuerda, Josh, Lex no es padre…

—¡Que yo sepa!

—Así que él no ve los riesgos que yo veo.

—Yo no soy tan aprensivo como tu mami —añade Lex, inclinándose hacia Josh con gesto conspirador.

—No te hace falta serlo —respondo—. No tienes las responsabilidades que tengo yo.

—Eso no es verdad —añade, poniéndose en pie y hundiendo las manos en los bolsillos del pantalón—. Tengo una empresa que mantener. Y es tan duro como educar criaturas.

—¿Cómo crees que afectará esto a la compañía? ¿Nos puede hacer daño? —pregunta Paul.

—Nadie trabaja porque nadie puede hablar de otra cosa, eso está claro —contesta Lex.

Un observador que pasara por ahí pensaría que somos un grupo un poco raro cuando inclinamos las cabezas al unísono y las sacudimos con incredulidad ante lo que ha sucedido tan cerca de nosotros.

—En la prensa se especula con que podría ser obra de un imitador —dice John.

Paul no parece muy convencido.

—Siempre evitamos emitir los detalles de cómo mató a su esposa. Benditos dos minutos de retraso.

—No digo que nosotros emitiéramos los detalles, pero ¿has hecho una búsqueda en internet? Lo encuentras todo en unos pocos clics, los detalles del juicio, lo más sórdido.

—Solo tenemos que dejar que las cosas sigan su curso —dice Paul—. La gente está conmocionada, hay que darles tiempo. ¡Yo mismo estoy conmocionado! Ayer Astrid estuvo llorando en mi hombro durante casi veinte minutos.

—¡Seguro que ni siquiera la conocía! —se mofa Lex con desdén.

—Puede que la policía venga a entrevistar a gente en el trabajo —añade John.

—Más distracciones todavía —gime Lex. Me mira—. Es increíble que fueran a hablar contigo.

Asiento, escupiendo el pelo que el viento del río intenta meterme en la boca.

—La verdad es que poco podía decirles, solo la vi una vez.

—A mí no han venido a verme todavía —añade Lex.

—Ya puedes estar contento. Fue horrible. Te hacen sentir culpable aunque seas la persona más inocente del mundo.

Abrazo a Ava más fuerte y miro la cubierta, preguntándome si se está produciendo un silencio prolongado o me lo estoy imaginando.

—Tenía mucho futuro por delante —añade Paul, estremeciéndose.

—Era una persona de ideas muy claras. Sergei ha mandado flores a sus padres.

—Creo que algo tendremos que decir, por la imagen de Forwood —dice John—. Ella conocía a Gerry porque trabajaba en nuestro programa…

—Te preocupas demasiado. Están reponiendo Inside-Out por cable, ¡ya ves tú qué fracaso! —Lex habla con John como si no estuviera allí—. Es una publicidad cojonuda. Puede sonar insensible…

—¡Eso está fuera de lugar, Lex!

En esas, se vuelve contra mí.

—¡Ah, ya veo! Kate cree estar por encima de todo esto. Pero yo llevo mucho tiempo dejándome el pellejo, y si un programa que yo hago tiene tanto éxito como para salir en la portada de todos los periódicos del mundo, a mí me parece bien.

—¿A cualquier precio?

—Kate, ¿sabías que las ventas de juegos de magia se ha incrementado porcentualmente desde que se emitió Inside-Out? ¡Ese es el poder de la tele! ¡Imitación!

—Se me ocurre una víctima a la que me gustaría que hubiera elegido ese imitador…

—¡Ya está bien! ¡Basta, dejadlo ya! —Paul levanta la mano, poniendo paz.

—¿Por qué discutís, mamá? —pregunta Ava, mirando a Lex.

—Discutir es cuando dos personas no están de acuerdo en algo —responde Lex—. Pero tu mami y yo, en realidad, estamos bastante de acuerdo, lo que pasa es que lo expresamos de forma diferente. Solo que creo que yo soy un poco más sincero. —Lex me muestra su mejor sonrisa y yo le devuelvo una mueca sarcástica.

Ava cambia de postura sobre mis rodillas y vuelve a meterse el pulgar en la boca. ¿Soy como Lex? Me quedo mirándolo, ahí de pie, con la espalda apoyada en el camarote del capitán, como si estuviera al mando de la embarcación. Paul está acostumbrado a nuestras disputas, lleva años escuchándolas. Paul y Lex son una extraña pareja que trabajan fenomenalmente bien juntos. Su primer gran éxito fue Whodunnit?, una variante de reality en el que la audiencia tomaba parte en el desenlace de una serie televisiva de crímenes votando los diferentes finales. Los ingresos de las líneas 900 proporcionaron el dinero para hacer los documentales de telerrealidad y los programas basados en crímenes que cimentaron la reputación de la compañía como una prestigiosa gallina de los huevos de oro. De todos ellos, Inside-Out es el último y el más controvertido.

Whodunnit? permitió a Lex proclamar con orgullo: «En televisión, puedo hacer que suceda cualquier cosa». Persigue el éxito como un maníaco, quiere llegar a lo más alto. Se equivoca conmigo, yo no me parezco en nada a él, pero no siento el menor deseo de corregirlo. El suave calor de mi hija en mi regazo me recuerda que yo ya he tenido más suerte en la vida que mi solitaria hermana, Lynda, o que mi pobre madre, aún dolida por los sentimientos no correspondidos por mi padre. Pero sé que Lex no tiene ningún interés en oír nada de eso; a los privilegiados, las historias de perdedores provincianos les resultan tediosas; incluso con Paul soy reservada en lo referente a mi desestructurada y completamente corriente familia. Lex hace una observación remarcándola en el aire con el pulgar y el índice, Paul está absorto. Para ser franca, el tipo de riqueza y de perfil que anhela Lex me asusta. Me gusta cómo están las cosas; la certeza de que Paul es mi marido y que quiere a su familia. Puede que cierta cantidad de éxito sea excesiva; desequilibra a la gente, la aparta de todo lo que es. Me imagino cayendo por la borda a las aguas frías y sucias mientras Paul se aleja navegando y mis gritos son sofocados por el ruido de la embarcación de recreo.

—¿Estás tiritando, mami? —pregunta Ava.

La abrazo, a modo de respuesta, y vuelvo a prestar atención a Paul, que intenta tranquilizar a Lex.

—Sigamos ganándonos a las masas, produzcamos lo que los espectadores quieren y superaremos esta crisis.

Lex gruñe.

—¡Mientras no pase lo mismo que con Whodunnit? y venga otro cabrón a cosechar los resultados!

John ha vuelto a refugiarse en sí mismo mientras Lex y Paul charlan. Cuando topamos con el muelle, él sigue a lo suyo, mirando hacia el tramo de río que hemos recorrido.

—¿Te encuentras bien? —pregunto.

—¿Cómo va el trabajo, Kate? ¿Va bien? —Asiento mientras le revuelve el pelo a Josh, así no tiene que mirarme. A Josh le da vergüenza y se escabulle de su tío.

Habíamos pensado ir de picnic, pero cuando Sarah dijo que no venían, no me ha importado lo más mínimo comprar bocadillos y bollos más caros de la cuenta. El día es frío y hay poca gente rondando por ahí. Después de arrastrar a los niños por el dormitorio de Enrique VIII y soportar las insinuaciones de Lex sobre enfermedades venéreas (afortunadamente Josh es demasiado joven como para captarlas) salimos a los jardines y llegamos al laberinto. Encontramos el camino hasta el centro sin demasiado problema y volvemos a estar fuera mucho más deprisa de lo que yo esperaba. Ava está arisca y Josh parece aburrido. Se suponía que era el momento culminante de nuestra excursión familiar, pero resulta ser menos de lo que esperábamos.

—Vale, ahora vamos a jugar a una cosa —dice Paul, reaccionando ante la falta de entusiasmo—. Al escondite en el laberinto. —Los niños lo miran sin mucha convicción—. Tenéis que encontrarme.

Los setos se lo tragan mientras John y yo animamos a los niños. Lex finge ser un fantasma cuando nos internamos por uno de los pasillos. Los niños se ríen y se adelantan corriendo, seguidos de John. Doblo la esquina de uno de los caminos y me encuentro sola. Paseo un poco, disfrutando del silencio. Espesos setos de tejo me rodean, manchas de pelusa verde brillante que anuncian la primavera. Oigo un grito a lo lejos. Me detengo y descanso apoyada en una barandilla. Es el primer momento del día en el que estoy sola, y me siento agotada. La noche pasada tiene un tinte de melodrama escabroso, estoy demasiado cansada para asimilar todo lo que significa.

Al otro lado del seto, oigo la voz de Ava.

—Tío John, ¿dónde está mami?

No me muevo; que vengan a mí.

—Tenemos un problema —dice John, en voz baja pero con claridad. Oigo un gruñido y algo que no acabo de distinguir—. Ella nunca firmó los papeles.

—¡¿Pero eso no estaba ya resuelto?! —Es Paul.

—Pues no. Lo he revisado esta mañana. No firmó. A menos que haya algo en su casa, nosotros no los tenemos.

Paul maldice.

—¿En qué situación nos deja eso? —John dice algo ininteligible. Escudriño a través del seto, y solo capto destellos fugaces de color y movimiento y el olor a humo de cigarrillo—. Esto que quede entre nosotros, no se lo contemos a nadie.

—¡Papá, vamos por aquí! —La voz de Ava parece un trueno después de la conversación privada de su padre.

Tengo un sabor raro en la boca. ¿Qué es lo que no puedo saber? Casi se me sale el corazón por la boca cuando algo me da unos bruscos golpecitos en el hombro.

—¿De qué te sientes tan culpable? —pregunta Lex.

—Me parece que estás proyectando…

Lex sonríe, sus pequeños dientes afilados brillan. Me aliso el pelo, tratando de recuperar un poco la compostura.

—Venga, vamos a buscar a los demás. —Me apresuro hacia un camino estrecho, pero Lex me sujeta el brazo.

—¿A qué viene tanta prisa? —Se coge de mi brazo y me hace caminar a la velocidad de los enamorados cuando van de paseo—. Vaya semanita, ¿eh? —No digo nada—. No era mi intención molestarte en la barca, solo quiero lo mejor para la compañía, Kate, de verdad.

—¿Insinúas que tu compromiso es mayor que el de Paul?

—No, pero, en el fondo, a Paul no le van los reality. Él quiere hacer programas dignos, sobre el Líbano o los niños ciegos de África o cosas así, pero eso no da dinero. Nos guste o no, esta compañía se ha vendido por…

—Por ti.

Lex se encoge de hombros.

—Si así lo prefieres…

—No recuerdo que Whodunnit? consiguiera nunca la respuesta mediática que habéis conseguido con el programa de Gerry Bonacorsi.

—¡Jo, Kate, me encanta cómo das la cara por Paul, haga lo que haga! ¡Por Dios, yo quiero una esposa como tú! —Lex pasa la mano por la espesura de tejo, haciendo ondular su superficie.

Me asalta una idea. Paul hace mucho trabajo televisivo, ha concedido entrevistas durante toda la semana, defendiendo Inside-Outside, promocionando la compañía. La prensa y la tele han reclamado su presencia sin parar, una y otra vez. Nunca han preguntado por Lex. Para un hombre tan vanidoso como él, eso tiene que doler. Forwood TV es cosa de dos, Lex y Paul tienen el cuarenta por ciento cada uno, y el resto es de un grupo de inversores. Me pregunto lo duradera que será esa relación. Si Paul dejara Forwood o le pasara algo, se podría ver obligado a vender su parte de la compañía y sería la primera ocasión que tendrían los demás inversores para comprar esas acciones. A Lex podría interesarle hacerse con el control, pues significaría ganar mucho más dinero cuando la venta se complete. Una condena por homicidio sería una buena razón para obligar a Paul a vender, qué duda cabe.

—¿Sabes dónde estuvo Paul el lunes por la noche? —Lex es tan predecible como un felino persiguiendo a un antílope: directo a la yugular—. Supongo que la policía te lo preguntó, ¿no?

Trato de lanzarle mi mirada más fulminante, como para demostrarle que sus ataques verbales no me afectan.

—No era eso lo que les preocupaba. Querían saber cosas sobre ella, si Paul la conocía bien y todo eso.

Me daría de cabezazos… Intentando parecer indiferente me he metido de lleno en una trampa peor. Lex vuelve a lanzarme esa sonrisa suya, como si tuviera secretos para dar y vender.

—Qué raro. Parecías muy interesada en saber dónde estuvo durante esas dichosas horas. —Me sostiene la mirada—. Teniendo en cuenta lo que sabemos por ahora, no me extraña. —La sonrisa se ha esfumado. Está mortalmente serio… y sigue aferrando mi brazo con fuerza.

—Estaba conmigo. —Lex no puede evitar la estupefacción de su mirada.

En ese momento, Josh, John, Ava y Paul aparecen por una esquina y vienen hacia nosotros.

—Mamá, yo lo encontré primero —dice Josh.

Ava va a hombros de Paul, gritando.

—¡Lo veo todo!

Lex me suelta el brazo como si quemara. Nunca ha estado casado. Sus relaciones duran meses. Lo miro desafiante, dejando claras mis intenciones. Para bien o para mal, he escogido bando y será mejor que sepa que lo defenderé a muerte. ¿Me lo estoy imaginando o será verdad que, por primera vez, me mira con respeto?