40

—Te lo acabo de decir, Nick, no está aquí.

—Tu maldita perra cree que sí.

Nick tiró de la correa de Solvig; la perra estaba intentando bajar la escalera de entrada de la casa de Alva, fascinada por algo que había visto en la calle. Miró a Nick con una expresión de resentimiento, ladró y, con un último tirón, le arrancó la correa de la mano, bajó corriendo la escalera y se detuvo en la acera a rastrear el suelo con el morro.

Alva llevaba un chal plateado encima de los hombros y el pelo recogido en lo alto de la cabeza en un complicado peinado lleno de bucles y de rizos. Observaba a su antigua mascota con el ceño fruncido y el gesto serio.

—Puede que no estuviera siguiendo ningún rastro. Quizá solo te ha traído de vuelta a mi casa.

—Estaba siguiendo un olor, seguro —replicó Nick—. Nos ha arrastrado por todas las calles del barrio, con el hocico pegado al suelo y la cola izada como una bandera.

Alva frunció los labios y miró a Jemison.

—¿Quién es tu amigo, Nick? ¿No nos presentas?

—Señorita Blomgren, el señor Jemison —dijo Nick, señalándolos con gesto impaciente—. Le he contado todo lo del Gremio y los ofan, Alva, así que puedes hablar abiertamente delante de él.

—Oh, se lo has contado. —Alva inclinó la cabeza a un lado y centró toda la atención en Jemison—. ¿Y usted cree al marqués, señor Jemison?

Jemison se inclinó en una reverencia.

—Tengo razones para confiar en él.

Alva asintió con un solo movimiento de cabeza.

—Eso es todo un elogio. —Se volvió hacia Nick, que no se molestaba en ocultar su impaciencia—. Has tomado una decisión muy importante, Nick, hablándole a un Natural del Río del Tiempo. Debes de confiar mucho en este hombre.

—Obviamente. —Nick hizo estallar un puño contra la palma de la otra mano—. ¿Podemos dejarnos de presentaciones y de confidencias y seguir buscando a Julia, que ahora mismo podría estar en peligro de muerte? ¿Por qué se le habrá ocurrido venir ni más ni menos que aquí?

Alva bajó la mirada y acarició la suave textura de su chal.

—No estoy segura.

—Eso no es verdad —dijo Jemison.

Alva levantó la cabeza y Nick presenció el intercambio de miradas entre la cortesana y el ex soldado.

—Es usted muy observador.

Jemison inclinó la cabeza.

—Tu amigo tiene razón. —Alva se volvió hacia Nick con media sonrisa en los labios—. O al menos no se equivoca. No sé por qué a Julia se le ocurriría acudir a mí, pero sí puedo decirte que estuvo aquí ayer mismo. Vino con tu hermana.

—¿Vinieron a visitarte? ¿A una prostituta?

Alva puso una mano sobre el brazo de Nick.

—Por favor, no te hagas el marqués conmigo, Nick. Conocí a tu hermana durante un inocente paseo, hará una semana más o menos. No tuvo el detalle de informarme de su rango y conversamos amigablemente. Ayer se presentó aquí con Julia esperando poder afianzar los lazos de una posible amistad. Cuando supe quiénes eran, las mandé de vuelta a casa con una buena reprimenda.

—No sé por qué, pero oír eso no me reconforta.

—La joven Julia está desaparecida —intervino Jemison— y el perro nos ha guiado hasta usted, señorita Blomgren. Usted la conoce a ella y Nick la conoce a usted. Tiene que haber alguna razón por la que se ha tomado la molestia de venir hasta aquí.

—La única razón que se me ocurre en realidad no es una razón —dijo Alva a modo de respuesta—. La pobre muchacha cree que soy la amante de Nick.

—¿Y cómo ha llegado a esa conclusión? —se quejó Nick con desdén.

Una repentina calidez inundó los ojos violeta de Alva.

—La determinación de hielo del hombre enamorado —dijo—. Cómo me alegro por Julia, pero me temo que no puedes culparme a mí. Entró en mi casa sabiendo que tú tenías una amante y cuál era exactamente su aspecto físico, así que cuando me vio solo tuvo que sumar dos más dos.

—Y ¿dices que eso fue ayer? ¿Ayer por la mañana?

—Sí.

La determinación de hielo se derritió como un copo de nieve. Nick se sentó en uno de los escalones de la escalera, sin que le importara lo más mínimo que aquello pudiera costarle su dignidad. Así que Julia había vuelto directamente de casa de Alva, lo había hecho llamar y luego… lo había convencido para que le hiciera el amor. ¿Qué había pensado al escuchar de sus labios que la quería? Ahora entendía la extraña expresión de su rostro y la frialdad de su respuesta.

Alva dejó la puerta abierta y se sentó junto a él. Su ropa brillaba bajo la luz de los faroles que flanqueaban la escalera.

—Pensé que no podía explicárselo, teniendo en cuenta la situación.

—No, claro que no podías. —Nick apoyó los codos en las rodillas y se pasó las manos por la cabeza—. Pero parece tan poco probable que acudiera a ti sabiendo lo que cree que sabe…

—Sobre todo después de que les dijera, desde este mismo escalón y en un tono de voz que no dejaba lugar a dudas, que no eran bienvenidas en esta casa. —Alva negó con la cabeza—. Me dolió tener que hacerlo. Tu hermana se siente atrapada por su sexo y su clase social, está hambrienta de conocimientos y no se equivoca al creer que yo he encontrado la forma de ser libre, aunque no de un modo que ella pueda emular. —Estiró los brazos entre las rodillas y juntó las manos—. Tuve que paralizarlas mientras estaban aquí. Odio hacerlo, siempre me ha parecido una violación de la dignidad humana, pero Peter llegó justo mientras ellas se encontraban aquí. ¿Te acuerdas? ¿La chica que no estaba en su puesto? Apareció en la cocina sin previo aviso y tuve que congelarlas para poder encargarme de Peter. Estaba muy alterada y no dejaba de hablar de una nueva teoría sobre el talismán. Según ella… ¿Por qué me miras así?

Nick alzó una mano mientras los pensamientos se amontonaban en su cabeza.

—Espera… estoy pensando. —Contó hasta tres y, al llegar al tres, lo supo—. Julia escuchó todo lo que dijisteis.

—¿Qué?

—¡Julia es una de los nuestros, Alva! —Nick sintió que se le llenaba el pecho de algo parecido a la esperanza—. Acabo de enterarme, gracias a Arkady, ni más ni menos.

—¡Arkady! ¿Y él cómo lo sabe?

—Oh, Dios, lo ha averiguado todo, Alva. Sabe lo de Ignatz.

Alva arqueó las cejas.

—¿Lo sabe?

—Sí. Está convencido de que Julia es ofan, o al menos que tiene el poder de manipular el tiempo, y debe de ser verdad porque la única razón que explica por qué ha venido hasta aquí es que sabe que tú también eres ofan. No estaba congelada en el tiempo mientras tú hablabas con Peter, lo estaba fingiendo. Gracias a Dios, porque eso significa que sabe que tú puedes ayudarla, sabe que contigo está a salvo.

—Eso sería —insistió Alva— si estuviera aquí.

De pronto, los ladridos de Solvig perturbaron el silencio de la plaza como un cañonazo. Nick se levantó de un salto y corrió a su lado. La perra estaba escarbando en el suelo, justo en el límite de la calzada, e intentando coger algo con los dientes. Nick la apartó tirando del collar y se agachó para coger el objeto, lo que fuera, él mismo. Estaba sucio y cubierto de las babas de Solvig, pero enseguida distinguió las iniciales J. P. bordadas sin demasiada maña.

Era el pequeño costurero de Julia.

Volvió a subir la escalera corriendo, y Jemison y Alva se inclinaron sobre el estuche maltrecho.

—¿Es suyo? —preguntó Alva.

—Sí. La vi con él en la mano hace apenas unos días. Estaba en el suelo… ¿Por qué?

—¿Sabe ella que usted lo vio? —Jemison se lo quitó de los dedos y lo observó más de cerca—. ¿Podría haberlo dejado a modo de señal?

Deshizo el lazo que cerraba el estuche y lo abrió.

—Tiene que ser eso —dijo Alva—, una forma de decir: «¡He estado aquí!».

Jemison sacó la maraña de hilo rojo en la que Julia estaba trabajando la gloriosa mañana de los aviones de papel y luego les enseñó un pequeño anillo que se atascó en la punta de su dedo índice como si fuera una corona.

—Miren este trozo de chatarra. Me pregunto por qué lo lleva consigo.

Alva acercó una mano lentamente, como si se estuviera abriéndose camino a través de una duna de arena.

—Por favor —exclamó—. ¡Oh, por favor!

Le arrancó el anillo a Jemison del dedo y rebuscó en el canalillo de su vestido. Cuando consiguió encontrar las gafas, se las puso y examinó el anillo de cerca; ni siquiera se dio cuenta de que tenía los ojos llenos de lágrimas y que estas se precipitaban por sus mejillas como gotas de lluvia en la ventana.

—¿Qué es?

Nick intentó contener los nervios que amenazaban con apoderarse de él.

Alva depositó el anillo en la palma de su mano para que Nick lo pudiera ver.

—Eréndira —respondió—. Es su anillo.

—¡El talismán! —exclamó él, y se lo arrebató de la mano para estudiarlo más de cerca.

A primera vista, parecía un anillo barato hecho únicamente de cobre, pero la factura de la pieza era inmejorable. El anillo parecía realizado a base de cordones entrelazados entre sí. El motivo del ojo dentro del círculo era tan abstracto que casi resultaba irreconocible; si Alva no se lo hubiera descrito en el teletransportador, jamás habría sido capaz de distinguirlo.

—Parece… muy antiguo o muy moderno.

—¿Por qué es tan importante? —preguntó Jemison, y extendió la mano para que Nick se lo dejara ver.

—Es un talismán, un objeto simbólico que tanto el Gremio como los ofan están buscando. Creemos que tiene el poder de cambiar el futuro.

Jemison frunció el ceño y le dio la vuelta al anillo en la palma de su mano, antes de devolvérselo a Alva.

—¿Quieren decir que es mágico? —Miró a Nick con una expresión escéptica en la mirada—. ¿Esta pieza tan pequeña?

Alva cerró la mano alrededor del anillo.

—No lo sé —respondió—. Yo nunca he creído en la magia; en mi cabeza, las cosas que hacemos con el tiempo no son sobrenaturales. No se basan en conjuros ni en pociones; sencillamente es un don que tenemos. Pero… —Levantó la mirada hacia Jemison—. Ignatz Vogelstein, nuestro gran maestro y un visionario, me mandó una carta, señor Jemison, con una pista que hacía referencia al talismán. Esa pista era el símbolo que adorna este pequeño anillo. —Miró a Nick con la mirada encendida—. Dime, Nick, ¿qué conexión hay entre Julia e Ignatz Vogelstein?

—Es su nieta.

Alva lo miró fijamente.

—Oh —susurró—. ¡Pues claro! ¿Por qué no me di cuenta ayer cuando la vi? Sus ojos me recordaban a los de Ignatz; incluso llegué a decírselo, pero fui incapaz de sumar dos más dos. Y eso que vino con tu hermana… Ignatz nunca me dejó conocer a la niña, ya sabes…

Jemison la interrumpió:

—Entonces, o el anillo es el talismán o su abuelo se lo dio a modo de símbolo para que ella pudiera mostrarlo y demostrar que es de confianza. Que conoce el secreto.

Nick negó con la cabeza. Había algo en su memoria que estaba pasando por alto.

—No creo que ella lo sepa —dijo—. No creo que sea consciente de que este anillo es importante. Me dijo algo… —Le hizo un gesto a Jemison—. ¿Me deja ver el costurero?

Jemison le entregó el estuche. Nick lo sujetó entre las manos e intentó recordar las palabras de Julia. Le había dicho que apenas sabía coser, pero que lo usaba para guardar recuerdos… Lo abrió de nuevo y encontró el fósil de un trilobites.

—Esto es un recuerdo de su abuelo. Y eso… —Señaló el anillo que Alva tenía en la mano—. Julia cree que es una baratija, el único objeto que conserva de su madre, que murió cuando ella tenía tres meses. Esa fue la palabra que usó ella, «baratija».

Alva cogió el fósil y lo puso junto al anillo en la palma de su mano.

—Ignatz —susurró con un suspiro—. Cuando vi los gestos de Julia y sus ojos, esos ojos oscuros… Ignatz movía las manos cuando hablaba exactamente igual que ella, y también tenía los ojos oscuros, como el té de Assam, aunque de un castaño más rojizo que el de Julia. Por poco me pongo a llorar allí mismo, rodeada de remolachas por todas partes…

—Alva. —Nick le acarició el hombro—. Julia está desaparecida. Tenemos que centrarnos.

Pero Alva sujetó el anillo en alto y lo contempló con la misma expresión ausente.

—Es bonito, ¿verdad? —murmuró—. Fabricado antes de la caída de Mesoamérica por un orfebre p’urhépecha. ¿Sabías que sus trabajos están considerados mejores, incluso, que los de los mexicas? Este anillo tiene un valor incalculable.

Nick se pasó las manos por el pelo y suspiró.

—Te lo ruego, Alva…

—No, no me entiendes, Nick. Aquí hay algo que no cuadra. El anillo es un tesoro en los dos sentidos. Los españoles fundieron hasta la última pieza de metal que encontraron, por lo que apenas se conservan piezas de orfebrería anteriores a la conquista. Y, sin embargo, aquí tenemos este anillo. Segundo, Eréndira heredó este anillo de su madre, pero no es Arkady quien lo tiene, sino Julia. Y Julia cree que es una baratija sin valor alguno más allá de una conexión sentimental con su madre muerta. ¿Por qué?

—Supongo que fue lo que Ignatz le dijo para que el anillo tuviera un significado especial para ella —respondió Nick—. Le dio el anillo como si fuese una herencia de su madre para que lo llevara siempre consigo. ¿Por qué la convirtió en la guardiana del talismán, pero no le dijo lo que era? Estamos otra vez donde empezamos.

Alva negó con la cabeza.

—No, no estamos donde empezamos. ¡Es evidente! El anillo no es el talismán, solo lo señala. Es eso, una señal. —Alva dirigió sus hermosos ojos violeta, bellos como un prado cubierto de campanillas al atardecer, primero hacia Jemison y luego hacia Nick—. Ignatz le dijo a Julia que el anillo era de su madre para que siempre lo llevara con ella, pero no quería que lo protegiera. Quería que el anillo revelara la verdad sobre Julia. Julia Percy es el talismán.

—Eso es una locura —susurró Nick.

—¿Tú crees? Entonces ¿qué sentido tiene que lleve siempre encima el anillo de Eréndira si ni siquiera sabe lo que es?

—Por lo que empiezo a entender de tu amigo —dijo Nick—, parece que mantuvo a Julia al margen de todo. Sus mentiras no prueban nada ni del anillo ni de Julia, solo que era un viejo testarudo y cabezón…

Pero Alva no estaba escuchando. Tenía la mirada clavada en el anillo y parecía a punto de desmayarse.

—¿Qué? ¿Qué pasa ahora?

—Oh, santo Dios —exclamó Alva, y levantó el rostro, pálido y descompuesto, hacia Nick.

—¡Dime qué pasa!

—No fueron los ojos de Ignatz Vogelstein los que creí reconocer en Julia —dijo Alva, con un hilo de voz—. Me confundió el color castaño y la familiaridad de sus gestos. El anillo sí perteneció a su madre, Nick. Julia no es la nieta de Ignatz. Es la nieta de Arkady.

El marqués se enfureció al escuchar las palabras de Alva, indignado ante la sugerencia de que la mujer con la que tenía intención de casarse no era ni legítima ni inglesa, pero Nick consiguió contener y apagar los ánimos incendiarios de su álter ego como quien apaga la llama de una vela.

Sabía en lo más hondo de su ser que aquella era la verdad. Julia era hija de Eréndira.

De pronto, el aislamiento de Julia, el peligro al que se enfrentaba y el propio miedo de Nick por su seguridad eran mucho más tangibles. Julia estaba sola y no tenía ni la menor idea de quién era en realidad. El hombre al que había querido pensando que era su abuelo había intentado protegerla envolviéndola en una mentira tras otra, y el que sí que era su abuelo, Arkady, estaba decidido a… Nick tragó saliva. Estaba decidido a hacerle daño, quizá incluso acabar con su vida.

—Está bien —dijo Nick, respirando profundamente—. Julia es hija de Eréndira. Es el talismán. ¿Toda esta información nos ayuda de alguna manera a averiguar qué ha ocurrido con ella?

Pero Alva estaba decidida a sacar el agua clara de aquella nueva revelación.

—Eréndira no tenía hijos cuando la conocí —dijo—. Era joven. Se entregaba a sus amantes con la misma pasión e incondicionalidad que a las ideas, y luego seguía con su vida. ¿Y cuando volvió desde el otro lado de la Empalizada, agonizando por unas heridas que al menos yo no pude ver? Había envejecido. Seguramente tenía un bebé y se lo entregó a Ignatz. Y él lo escondió. Una hora después de su muerte, Ignatz partió hacia Devon y solo volvió a Londres muy de vez en cuando, y siempre como conde de Darchester. Poco después de su partida, supimos que estaba criando a su nieta huérfana.

—Pero ¿cómo puede ser que Julia sea un talismán humano? De hecho, ¿qué significa eso?

—Significa que Peter tenía razón. —Alva frunció el ceño—. Como casi siempre, maldita sea. Me dijo que el talismán tendría una arista, que estaría roto. Que era la mitad de una promesa desesperada con lo desconocido.

—Pero no hay nada roto en la señorita Percy —intervino Jemison.

—Su nacimiento, creo que esa es la clave —continuó Alva—. ¿Y si nació al otro lado de la Empalizada? ¿O durante la violenta transición de su madre hacia este lado? La arrancaron de otro mundo, ¿lo entendéis? Huérfana, abandonada… Su propia genialidad suponía una amenaza para su vida.

Jemison se encogió de hombros.

—Es lo intrínseco a la condición humana.

—Si tienes razón —dijo Nick—, Julia fue concebida, o gestada, o nació en un mundo en el que el tiempo se mueve hacia atrás. Tal vez posee algún conocimiento secreto sobre la Empalizada, un conocimiento del que ni siquiera ella es consciente. Podría ser un poder, algo tan poderoso que Ignatz decidió enterrarlo y rezar para que nunca saliera a la superficie.

—Sí —asintió Alva, pensativa—. Eréndira la trajo aquí, a este lado de la Empalizada, donde el tiempo se mueve hacia delante. Ella sería el talismán, la conexión con ese otro mundo del que la arrancaron para traerla a este. Eréndira murió del esfuerzo que tuvo que hacer para regresar, o por complicaciones tras el parto, no sin antes dejar a su maestro, no a su padre, al cuidado de la pequeña Julia. Ignatz se tomó muchas molestias para ocultar la existencia de Julia, lo cual debe de significar que tanto Eréndira como Ignatz temían lo que el Gremio pudiera querer hacer con Julia.

—Pero el objetivo del Gremio también es detener el avance de la Empalizada —dijo Nick—. Por mucho que los odies, están equivocados, pero no son malvados. ¿Y en qué se ha diferenciado la vida de Julia con Ignatz de la vida que habría llevado en el Gremio? El Gremio depende de la ignorancia para conservar su poder. Nos mienten y nos mantienen felices a base de dinero. ¿No es lo mismo que Ignatz hizo con Julia? ¿Criarla como la nieta de un conde y no contarle absolutamente nada? Puede que fuera un gran maestro ofan, pero utilizó los mismos métodos que el Gremio para controlarla. Creo que… —Nick cogió el anillo de cobre de los dedos de Alva y le dio la vuelta para poder ver el símbolo del ojo dentro del círculo—. Creo que detrás de todo esto hay algo mucho más grande, que nos jugamos mucho más que solucionar una vieja disputa entre el Gremio y los ofan.

Los tres permanecieron en silencio, abrumados por el peso de aquella revelación y por la posibilidad de no poder encontrar nunca más a Julia.

Nick cerró los ojos. Ni siquiera sabía por dónde empezar. Julia estaba desaparecida, quizá porque Ignatz le había mentido. Julia era huérfana de verdad, huérfana incluso de sí misma, y Nick no sabía cómo ayudarla. Sintió que la desesperación se iba apoderando lentamente de él.

Desesperación… Una araña sobre el fuego… ¡El Hospital de Huérfanos!

—¡Huérfanos! —exclamó con la voz totalmente rota—. ¡Niños robados!

—¿Sí? —preguntó Alva, confusa.

Nick se volvió hacia ella, pero no fueron sus ojos los que vio. Ojos azules e inexpresivos. Desesperación. Una horrible nada apoderándose de su alma…

—¿Nick? ¡Nick!

Bajó la mirada y vio que en la palma de la mano, además del anillo de cobre, también tenía la bellota.

—Mibbs —dijo, y cerró la mano con aquellos dos objetos inconexos en ella—. Está aquí, en Londres. El otro día un hombre se acercó a mi madre y le preguntó por un bebé… Seguro que era él.

—¿Un bebé? —Alva frunció el ceño—. El Hospital de Huérfanos… —Sus ojos volaron hacia los de Nick—. ¡Oh, Dios, y lo que le dijo a Leo!

—Exacto. —Nick se levantó del suelo—. Todos los lugares en los que Mibbs ha estado y las preguntas que ha hecho, todo empieza a tener sentido. Está buscando a Julia. La buscaba en América entre los indígenas porque conocía la relación de su madre con los p’urhépecha, pero ahora también la está buscando en Europa. Ha recorrido el Río del Tiempo en ambas direcciones, buscando siempre un niño.

—Sí —dijo Alva—. Niños, siempre niños. ¡No ha considerado la posibilidad de que Julia haya crecido!

—Tiene que ser eso. Y gracias a Dios que ha crecido, ya que eso la ha mantenido lejos de sus garras. Sin embargo, Mibbs se está acercando cada vez más. Sabe que hay algún tipo de conexión entre Julia y Arkady, pues el otro día preguntó por él.

—¿Y si la está buscando pero ya como adulta? —susurró Alva—. Quizá hoy la ha seguido desde Berkeley Square.

—Si es así, entonces hemos perdido…

De pronto, se oyeron pisadas y gritos a lo lejos, y por la esquina de Carlisle Street apareció un anciano menudo seguido por un policía, un Bow Street Runner, tal como se los conocía en Londres.

—Ha sido justo aquí —exclamó el hombre casi sin aliento, señalando con el bastón—. Justo donde ahora está ese perro enorme. Era un viejo carruaje de viaje, señor. Justo cuando la chica pasaba a su lado, un hombre corpulento y muy pálido se ha bajado de él con una porra en la mano. Me ha parecido que se conocían, porque al principio ella se ha reído y ha dicho algo, pero el hombre le ha dado un golpe en la cabeza, la ha subido al carruaje y el cochero ha arreado los caballos. Ha sido entonces cuando he visto el escudo en la puerta del carruaje, señor. Era muy simple, señor, un campo rojo con un escudo de plata y tres comadrejas. He gritado y he intentado seguirlos, pero… —De pronto, el anciano rompió a llorar—. Por favor, créame. Una joven está en peligro.

El anciano, el policía y Solvig estaban los tres juntos, con la mirada fija en los adoquines de la calle. Nick sintió una carcajada de alivio subiéndole por la garganta; Alva también lo había entendido, o eso parecía por la forma en que le brillaban los ojos. No era Mibbs quien se había llevado a Julia. Era Eamon.

—¿Por qué no pueden sencillamente volver atrás en el tiempo e interceptar a la señorita Percy a la salida de su casa? ¿Por qué tenemos que ir detrás del carruaje? Es más, ¿por qué no pueden volver atrás, antes de la muerte de Vogelstein, y preguntarle por Julia?

Alva aplicó el sello sobre la cera caliente de la tercera y última nota que había escrito.

—Porque no podemos —respondió.

Habían enviado a un lacayo a Berkeley Square y a la casa que Jemison tenía en Camden Town a buscar sus cosas, incluidos caballos y pistolas. Mientras esperaban, Jemison los había acribillado a preguntas. Nick no creía que pudiera aguantar mucho más, ahora que por fin había algo que podía hacer. Se paseaba de un lado a otro de la estancia como un animal enjaulado, prestando atención a la conversación con un oído y al latido de su corazón con el otro.

—Pero ¿por qué?

Alva respondió pacientemente.

—Porque nos movemos adelante y atrás en el tiempo siguiendo corrientes de emociones humanas, señor Jemison. Grandes corrientes. Tenemos la habilidad de usar esas corrientes a nuestra conveniencia, pero en esencia no somos más que actores secundarios y nuestros propios sentimientos, las historias de nuestras vidas, avanzan imperturbables día tras día. Así pues, aunque hoy esté aquí, mañana en 2029 y pasado en 1580, seguiré contando la historia de mi vida como una historia que avanza hacia delante en el tiempo.

—Su vida avanza día tras día, aunque esos días no se sucedan en el calendario.

—Exacto. Eso significa que no puedo saber qué me depara el futuro y tampoco puedo volver a un día que ya haya vivido antes.

—«Solomon Grundy —dijo Nick, sin apartar la mirada de la ventana—. Nacido un lunes, bautizado un martes, casado un miércoles…» ¿Dónde demonios están los caballos?

—Pero seguro que otros viajeros del tiempo conocen su futuro. ¡Podrían decirles qué día mueren, por ejemplo!

Alva y Nick se miraron.

—¿Ves lo que pasa cuando invitas a un Natural a nuestro mundo? Siempre acaban diciéndote que llevas una vida un poco rara. —Se volvió de nuevo hacia Jemison—. Nuestro don es un tanto peculiar —le dijo—. ¿Por qué nuestras vidas discurren impertérritas, a pesar de que saltamos de un punto a otro del río? Como viajeros del tiempo, conocemos los momentos más importantes de la historia, las fluctuaciones de los mercados y de las épocas, así que sería lógico que pudiéramos saber qué les depara el futuro a nuestras insignificantes vidas. Y, sin embargo, no podemos.

—Eso no tiene sentido —replicó Jemison—. Los Naturales estamos condenados a una historia prestablecida, nos vemos obligados a vivir vidas que ustedes, como viajeros del tiempo, pueden conocer, mientras que nosotros no podemos. Ustedes, sin embargo, no conocen su propio futuro, a pesar de tener la capacidad para viajar hacia delante. Tienen la posibilidad, el movimiento, la esperanza, y por lo que acaba de decir, no tengo más remedio que llegar a la conclusión de que los Naturales estamos condenados.

—Oh, no —dijo Alva—. Ha malinterpretado mis palabras. No están condenados, señor Jemison, al menos no más que Nick o que yo. Quiero decir que algún día usted morirá y yo también, pero cómo llegue a ese capítulo final depende solo de usted. Puede tomar decisiones a lo largo del camino. Es el decorado, la visión general la que permanece inalterable, sin que importe lo que hagamos los actores secundarios, y con actores secundarios me refiero a todos nosotros, Naturales, ofan y Gremio. Vamos de un lado a otro como hormigas atareadas, pero las guerras no cambian. Nunca cambian. Y eso es exactamente lo que los ofan queremos, lo que debemos aprender a alterar si no queremos que la Empalizada nos engulla a todos y nos desvanezcamos como en un sueño.

Los ojos oscuros de Jamison miraban decididos.

—Así que el futuro del ser humano está grabado en piedra y, a pesar de que las vidas de sus individuos pueden cambiar radicalmente, como conjunto somos poco más que espíritus diluyéndose lentamente en la nada. Escuchándola, parece que todas sus esperanzas se basan en un imposible, señorita Blomgren.

Su voz sonaba cargada de dudas, casi condescendiente.

Alva se encogió de hombros.

—Pero ¡así es la esperanza! «La melodía sin palabras». Puede que no conocer las palabras signifique que podemos inventárnoslas sobre la marcha y, lo que es más importante aún, volver atrás y cambiarlas. Ya sabemos cómo cambiar pequeños detalles, ¿sabe? Es lo que ha hecho Nick hoy al hablarle de todos nosotros. Sin embargo, ese es solo el nivel más superficial. Una salpicadura, un breve chapuzón, una pequeña obstrucción de la corriente y, antes de que nos demos cuenta, se acabó la fiesta. Creo que, si aprendemos a canalizar nuestros sueños, podremos hacer que el hecho de no conocer los pequeños detalles altere aquellas cosas que conocemos demasiado bien…

Nick estaba a punto de tirarse de los pelos.

—Oh, por Dios, Alva. Arkady ya me avisó de que los ofan sois una pandilla de soñadores peligrosos. ¿Cómo puedes perder el tiempo en divagaciones mientras Julia está ahí fuera, sola? Si no te callas ahora mismo, te mato. Ya lo he dicho. ¿Qué te parece? ¿Quedaría bien como colofón trágico a tu historia?

—Saltaría lejos de ti, Nick, y lo sabes. —Alva miró a Jemison y le sonrió con gesto triste—. La verdad es que somos un poco cobardes, los viajeros del tiempo. Engañamos a la muerte una y otra vez. Saltamos de una historia a la siguiente, siempre persiguiendo la esperanza de un nuevo día.

Jemison le devolvió la sonrisa.

—Es una curiosa manera de decir que buscan la inmortalidad, señorita Blomgren, disfrazada de caridad hacia una humanidad plagada de ignorantes.

Alva abrió los ojos como platos, sorprendida por el tono de burla de Jemison.

—No… inmortalidad individual, no. Yo hablo de acción en grupo. No saber qué nos ocurre como individuos es lo que da esperanza a la colectividad. Tiene que poder cambiarse la Historia con mayúsculas.

—Yo no soy más que un pobre Natural —replicó Jemison—, pero ¿eso no sería acumular demasiado poder, señorita Blomgren? Supongo que ha leído a Milton. Dios la castigará si aspira a demasiados conocimientos…

—Tiene razón, Alva —dijo Nick, malhumorado—. Y lo que describes se parece peligrosamente al fascismo. O a la identidad corporativa.

A Alva se le escapó una carcajada.

—Habló el aristócrata. ¿Qué crees que es tu título sino una clase de inmortalidad?

Nick la señaló con el dedo.

—Yo no lo pedí.

—Y, sin embargo, lo llevas con tanta dignidad…

Nick la fulminó con la mirada. Si los caballos no llegaban en menos de un minuto…

Y, de pronto, se oyó a los animales en la calle. Los tres corrieron hacia la ventana. Eran los sirvientes con sus monturas.

—¡Gracias a Dios!

De camino a la puerta, Nick dejó una nota para Arkady en la pila de cartas de Alva. En ella le decía que Julia seguía desaparecida, pero que tenía alguna pista sobre su paradero. La idea era mantener a Arkady a raya durante el tiempo que fuera posible, pero Nick y Alva estaban convencidos de que el conde pasaría por allí cuanto antes para comprobar si Alva estaba con el marqués. Por ello, era de vital importancia que ella permaneciera en su casa de Soho Square e intentara retenerlo, aunque lo que sí podía hacer era enviar un destacamento de ofan a Devon para que les sirvieran de apoyo a Nick y a Jemison.

—Ojalá me diera tiempo a enseñarte más cosas —le dijo Alva a Nick unos minutos más tarde, de pie junto a los dos hombres y sus respectivas monturas—. No puedo creer que te esté despachando así, sin más, y con un Natural como única protección.

—Muchas gracias.

Nick comprobó y apretó las cinchas de Contramaestre.

—Sí —asintió Jemison—, gracias por las palabras de ánimo.

—Solo intento ser realista —se excusó Alva.

—Mira —le dijo Nick, dándose la vuelta para mirarla cara a cara—, la cuestión es que por fin puedo hacer algo que sé hacer, y encima en compañía de alguien en quien confío plenamente. —Se subió a la silla y Contramaestre se recolocó debajo de su peso—. Seguir el rastro de Julia y aplastar a Eamon es, de hecho, una empresa sencilla para dos soldados peninsulares como nosotros, así que, aunque te agradecemos la preocupación, somos muy capaces de cumplir con éxito esta misión.

—Sí, ya lo veo. Lo siento. —Alva levantó la mirada hacia Nick, y apoyó la mano en su rodilla. Seguro que la suya era una estampa conmovedora: una mujer hermosa despidiéndose de sus hombres. Sin embargo, lo que dijo a continuación difícilmente encajaba en aquella estampa imaginada—. El Gremio y el señor Mibbs quieren a Julia porque creen que ella es el talismán —dijo—. Me pregunto si existe alguna forma de convencerlos de que no lo es. Cuando la encuentres y se la arranques de las garras a Eamon, averigua cuánto sabe Julia y si ha recibido alguna clase de entrenamiento. Seguro que Ignatz le enseñó al menos a utilizar su don, aunque no le hablara de su importancia.

Nick se encogió de hombros.

—Arkady cree que no ha recibido formación de ningún tipo. Además, cuando intenté sacarle alguna información sobre su abuelo, estaba tan confusa que por poco se puso a llorar.

Alva sacudió la cabeza al escuchar aquello.

—¡Ignatz! Si no estuviera muerto, lo remataría con mis propias manos. Tienes el anillo, ¿verdad? Dáselo a Julia y cuéntale todo lo que puedas. Con un poco de suerte, los ofan con los que he hablado no tardarán en reunirse con vosotros y juntos podréis idear un plan para proteger a Julia a largo plazo. —Bajo aquella luz, Alva parecía el ángel del que los ofan tomaban su nombre. Tenía el rostro, radiante y decidido, levantado hacia Nick, y los faroles que se alzaban detrás de ella, a ambos lados de la escalera de entrada, parecían dos alas—. Quizá podamos fingir que no tiene ni idea de lo que está pasando. Así podríamos salvarla para nosotros.

—Estoy seguro de que será ella quien decida entre los ofan y el Gremio —dijo Nick—. Y espero poder salvarla para sí misma.

—Eso es asquerosamente romántico —dijo Alva, y se apartó de los caballos—. ¡Ahora, marchaos!

Nick se caló el sombrero, dejó que Contramaestre describiera un círculo sobre sí mismo y partió al galope hacia Oxford Street, seguido de cerca por Jemison.