27

—Creo que, después de esto, nos vendría bien una copa —dijo Marjory Northway, y el resto de los presentes estuvieron de acuerdo.

Saatçi se levantó e hizo los honores.

—Ya que esta noche voy vestido de lacayo… —dijo.

Mientras recorría la estancia repartiendo las copas, el resto de los miembros del Gremio comentaron emocionados lo que acababan de hacer con la bala. Cada uno quería alardear de la parte que le había correspondido; nadie quería escuchar lo que tenían que decir los demás.

—Habláis como si fuera la primera vez que lo hacéis —dijo Nick por encima del clamor de voces.

De pronto, se hizo el silencio.

—Ah. —Nick cruzó las manos detrás de la cabeza y sonrió—. Es la primera vez que lo hacéis.

—¿Te acuerdas, Nick? —dijo Alice—. Un día hablamos sobre ello.

—¿Sobre qué?

—Fue después de que te siguiera Mibbs. Nos preguntamos si habría empleado alguna nueva habilidad ofan contra ti. Arkady comentó que podría ser control del tiempo en grupo y yo te expliqué lo que estaban llevando a cabo en Brasil. Los ofan han avanzado muchísimo en la técnica, y nosotros hemos estado aprendiendo algunos de sus trucos. En ningún momento ha sido peligroso. Estuvimos practicando mucho ayer por la noche.

—¿En un ser vivo?

Nadie respondió. Saatçi pasó con la botella junto a Nick, que empujó su copa hacia delante.

—Que sea doble.

Ahn se levantó de la silla. Sus ropas doradas brillaban bajo la luz de las velas. Levantó su copa en alto, aguantando el brazo derecho con la mano izquierda.

—Nick, en Corea, cuando bebemos, damos la espalda a quienes tienen mayor rango que nosotros. Aquí, entre camaradas de alrededor del mundo y del tiempo, es imposible saber quién tiene el rango más alto, pero esta noche tú has demostrado ser un auténtico príncipe. —Dio media vuelta y se puso de espaldas a Nick.

Gun bae! ¡Por el valor!

—¡Por el valor!

Todos bebieron. Nick también, aunque lo que le había pasado no tenía nada que ver con el valor; no había tenido más opción que enfrentarse a la bala.

Arkady se puso en pie y alzó su copa.

—El mío será un brindis ruso. ¡Por el Padre Escarcha y la Doncella de la Nieve!

—Propón un brindis sobre Nick, Arkady —le dijo Alice—. No sobre ti.

—Un momento. —Nick se puso en pie—. Si vamos a brindar por las mujeres, tengo un brindis. —Se aclaró la garganta—. «He aquí para la encantadora, cuyos hoyuelos tanto apreciamos…»

Alice gruñó. Nick sonrió y siguió con el poema.

—«Y he aquí para la doncella que no tiene, señor. He aquí para la joven con un par de ojos azules, y he aquí para la ninfa con solo uno, señor».

Todos se echaron a reír y bebieron de sus copas.

Excepto Penture. El francés seguía sentado en su silla, haciendo girar el coñac en la copa. Cuando las risas se apagaron, se levantó.

—Por nuestra hermana a la que tanto quisimos, que se revolvió contra nosotros y contra la que ahora nos revolvemos nosotros. ¡Alva Blomgren!

—Por Alva —coreó Nick, y chocó su copa contra la del regidor, y luego contra las de los demás, que brindaban como si hablaran de un amigo muerto: «Por Alva».

Penture dejó su copa sobre la mesa, pero permaneció en pie. Se inclinó sobre la mesa y esperó a tener la atención de todos.

—Escuchad —dijo—, me temo que tenemos que hablar con el señor Davenant sobre el futuro.

Fue como si un viento helado hubiera cruzado la sala. Todos se movieron inquietos en sus sillas, y Nick vio a Alice transformarse de una amiga relajada entre iguales a una regidora controlada entre colegas.

Miró de nuevo a Penture y descubrió sus extraños ojos verdes fijos en él.

—¿Qué sabe del futuro, Davenant?

¿Waterloo? ¿El reparto de África? ¿La presa Hoover? ¿La revolución cultural? ¿Los Beatles? ¿El sida?

—Bastantes cosas —respondió—, la mayoría inútiles.

—No, no me refiero a los acontecimientos futuros, sino a qué es. ¿Qué significa el futuro para el Gremio? ¿Qué significa el Gremio para el futuro?

—El Gremio protege el futuro del pasado —dijo Nick—. Protege el fluir de la historia de los ofan, que creen que es posible alterar el río y cambiar el futuro.

—Esa es la teoría. Si la historia es un río que fluye hacia el mar, el Gremio sería el guardián de ese fluir. Pero últimamente…

El regidor hizo una pausa y bajó la mirada hacia sus manos, apoyadas sobre la mesa. Llevaba un pesado anillo de oro con una piedra pulida de color púrpura. Parecía muy antiguo, casi primitivo. Nick hizo girar el suyo alrededor del dedo. Arkady tenía la mano sobre el pie de su copa y el enorme rubí de su anillo brillaba bajo la luz suave de las velas. Y la piedra amarillo pálido de Alice; Nick no podía verla porque la regidora tenía las manos sobre su regazo, pero siempre la llevaba. Ahn tenía las manos sobre la mesa; lucía lo que parecía ser una sencilla alianza de oro en el dedo anular. ¿Y Saatçi? ¿Y Marjory Northway? No podía verles las manos.

Penture cubrió los dedos de su mano izquierda con la derecha y Nick perdió de vista el anillo.

—El Gremio siempre ha protegido el río de la historia, Davenant, desde tiempos inmemoriales.

—¿El tiempo puede ser inmemorial para el Gremio? Seguro que lo sabéis todo, desde la época en que cazábamos rinocerontes lanudos en Dordogne.

—¿Alguna vez ha visto a un hombre de las cavernas?

—Sí. —Nick señaló a Arkady—. Ahí lo tiene.

Arkady asintió y decidió tomárselo como un cumplido.

—Me refiero a un hombre de las cavernas de verdad —dijo Penture, con una leve sonrisa en los labios—. No se moleste, ya sé la respuesta: no. La ventana para viajar al pasado es igual para todos y se remonta, como mucho, unos mil años, siglo arriba, siglo abajo. Si saltara hasta la conquista normanda, podría conocer a alguien de la época de Cristo, de modo que podemos hablar con gente del pasado en un intervalo de unos dos mil años.

—¿Y cuál es la ventana para saltar al futuro?

Penture no respondió. El silencio alrededor de la mesa era absoluto.

—El hombre que me recibió había saltado desde el imperio de Carlomagno. Ricchar Hartmut —continuó Nick.

—Sí, aún recibimos gente de unos mil años atrás que saltan al siglo XXI —intervino Alice—. Como Ricchar. Pero tras el cambio del siglo XX al XXI, los viajes empiezan a hacerse cada vez más difíciles. Los saltos son más cortos. La gente que salta desde el siglo XXI… —Alice sacudió lentamente la cabeza—. Cada vez cuesta más saltar hacia el futuro, Nick. No sabemos por qué. Normalmente, la gente da un salto inicial, como tú o como yo. Varios cientos de años, a veces muchos. Mucho más allá de sus esperanzas de vida. Sin embargo, últimamente la gente que salta desde los siglos XX o XXI apenas avanza unos años, unas cuantas décadas como mucho. Es muy extraño; sus parejas o sus hijos aún están vivos. Y para aquellos de nosotros que sabemos cómo viajar en el tiempo, hacerlo más allá del siglo XXI es casi imposible. Se necesitan una energía y una concentración increíbles, y además tenemos que encontrar lugares muy específicos donde anclarnos a una corriente que nos lleve hasta allí. Es como si más allá no hubiera sentimientos que podamos reconocer, como si el futuro se estuviera convirtiendo en una cicatriz.

—¿Y esto es nuevo? ¿Antes podíais viajar al futuro con más facilidad?

—No, no exactamente —respondió Marjory—. Siempre era más difícil saltar después del siglo XXI. Como ha dicho la regidora, el futuro está cicatrizando. Una vez que estás allí, no es nada agradable. Más adelante, las cosas son aún peores, mucho peores. Sin embargo, antes sí podíamos ir más allá y algunos hacían su salto inicial hacia allí, pobrecillos.

Nick vio que Alice le daba la mano a Arkady, sentado a su lado. Él la acarició.

—Lo que ha cambiado —dijo Alice— es que hay una fecha a partir de la cual ya no podemos saltar. Es como chocar contra una pared en movimiento. No importa adónde vayamos, no importa lo mucho que nos esforcemos, no podemos ir más allá de esa fecha. Ni siquiera sabemos si el Gremio sigue existiendo, si la humanidad existe.

—Un momento… ¿A partir de una fecha? ¿Qué fecha?

Todos miraron a Ahn, con sus ropajes dorados brillando bajo la luz de las velas.

—Hoy la Empalizada está en el diecinueve de diciembre de 2145 —dijo él.

—¿La Empalizada?

—La barrera. El momento a partir del cual no podemos saltar.

—¿Hoy es el diecinueve de diciembre? ¿Qué día era ayer?

—El veinte.

—Y mañana será el dieciocho —dijo Marjory.

Nick los miró uno a uno a la cara.

—¿Qué estáis diciendo?

Su voz sonó como un susurro ronco.

—Estamos diciendo que el futuro ha dado la vuelta —respondió Penture—. Está volviendo hacia atrás, consumiendo el pasado. Día a día. El tiempo que nos queda va disminuyendo lentamente.

Todos miraban a Nick, todos con las manos sobre la mesa. Todos, observó Nick, cada vez más cerca del ataque de pánico, llevaban un anillo. Empujó hacia atrás su pequeña silla de madera y se levantó.

—¿Se puede saber de qué demonios estáis hablando?

—Del futuro, Nick —dijo Alice—. Está empujando las aguas del río hacia el nacimiento. Hacia nosotros. Como un tsunami.