Espero recordar a todas las personas que me han ayudado escribir este libro; no son pocas, pero lo intentaré.
Gracias a Cristiano Birga, que me guio a través de los procedimientos policiales y me ilustró sobre los recursos de la policía informática: habría cometido un número limitado de gazapos relativos a este aspecto.
Gracias a Laura Caponi y Federico Soldani, exactos tanto en el aspecto médico como en el literario: me enteré de que no todo lo que mata en las películas es letal también en la realidad.
La historia pormenorizada de Vagli di Sotto me fue contada por Rino Pescitelli; por otro lado, Anna María Fatti leyó el manuscrito con precisión sobrehumana, enmendándolo de varios errores.
A continuación, doy las gracias a mis lectores de confianza: Virgilio, Serena, Mimmo, Letizia, papá y mamá (mi hermano no, sostiene que trae suerte leerlo cuando está impreso y, por tanto, ha permanecido heroicamente en la inopia durante una buena temporada) y los ciudadanos de Olmo Marmorito (Davide, Olmo, Elena, Sara, el alcalde, Lentini, Massimo y el Capitán, en orden rigurosamente azaroso), que leyeron el manuscrito durante la redacción e hicieron sugerencias, críticas, aprobaciones y compañía.
Por último, doy las gracias a Samantha por tener a Leonardo escondido y silencioso en su barrigota el lapso necesario para dejarme terminar este libro; un pequeño gesto que me ayudó mucho. Ahora que está él, ni hablar de escribir durante un tiempo…