Madrid. Hotel Miguel Ángel. Julio de 1997
«Nosotros fuimos leales a una Transición que no vindicaba el pasado. Reivindicaba el futuro y de ahí nuestra lealtad de fondo con los gobiernos que nos precedieron, hasta el final, de algunas de esas operaciones de acordeón inacabadas, que se acabaron, durante nuestro gobierno, de algunas de aquellas operaciones que hubo que aplicar para acabar con una parte de la violencia terrorista».
Quien habla tan crípticamente es Felipe González. Se dirige a un ramillete de exaltos cargos de la Seguridad del Estado. Algunos de ellos testigos excepcionales de la Transición: Sáenz de Santamaría, Andrés Cassinello, Manuel Ballesteros, Emilio Alonso Manglano… Pero el protagonista del acto es el exministro del Interior, José Barrionuevo, que presenta su libro: Barrionuevo. 2001 días en Interior. En esas fechas el Tribunal Supremo lo investiga por el secuestro del ciudadano francés Segundo Marey, la primera acción reivindicada por los GAL.
El expresidente del Gobierno se ampara en la Transición para justificar su estrategia antiterrorista contra ETA y echa mano de un instrumento musical, el acordeón, para respaldar sus decisiones políticas:
«En esa maravillosa operación de acordeón hay una serie de protagonistas que permitieron superar el bache y consolidar la democracia… José [Barrionuevo], Rafa [Vera], señores generales [Manglano, Sáenz de Santamaría, Cassinello…], gracias, por lo que hicieron, gracias, por España, y hoy me toca decirles con claridad que hoy estoy aquí para dar la cara y querría darla por ustedes, para que ustedes no tuvieran que darla porque no lo merecen».