Los desastres de la guerra

Muchas calamidades habían llegado tarde para los habitantes de aquella zona, que luego resultaría arrasada. En 1936 se produjo una seria represión contra los ricos y personas consideradas de derechas. Su huida o asesinato, la confiscación de sus tierras y la acción de colectividades, cooperativas y sindicatos habían hecho pensar a las gentes de izquierdas que comenzaba una época de prosperidad. Se sintieron liberados de trabajar las fincas en beneficio de los propietarios que vivían en Tortosa o Tarragona; en adelante, todo el fruto de su sudor sólo sería suyo. La guerra existía, pero estaba lejos y se encargaban de ella los soldados, los policías, los guardias civiles, los milicianos voluntarios, sin reclutar a nadie forzoso. Nada estaba militarizado en la retaguardia, donde seguían funcionando los cines, los teatros y se celebraban las fiestas tradicionales, eso sí, despojadas de sus componentes religiosos. Tenían recién recogida la cosecha y contaban con alimentos suficientes. Hasta se organizaron juntas y comisiones de espectáculos en algunos pueblos, que procuraban impulsar las actividades lúdicas. Las gentes de derechas se sentían inseguras, recelaban y añoraban la religión, en cambio, las de izquierdas se sentían libres como nunca.

La sensación de que la guerra estaba lejos cambió desde que comenzaron los bombardeos en febrero de 1937, cuando se produjo el primero sobre Flix. Poco a poco, se hacían patentes las dificultades. Ya llevaban algún tiempo intervenidos el carbón y otros combustibles, cuya falta no afectaba a los habitantes de los pueblos, que cocinaban y se calentaban con leña. Pero los problemas se hicieron patentes desde aquel mes, comenzando por la implantación de la tarjeta de racionamiento familiar, creada por la Generalitat.

Las dificultades aumentaron con la llegada de los refugiados. Ya en 1936 aparecieron personas huyendo de Madrid y, desde el verano de 1937, llegaron numerosos fugitivos del norte. Se les sumaron los refugiados de Aragón, hasta crear un importante núcleo de personas sin casa ni medios de subsistencia. Por si fuera poco, durante el invierno de 1937 se produjo una gran riada que inundó todas las tierras bajas y arrasó los cultivos de los huertos ribereños. Ya no fue posible reparar los destrozos y volver a producir en aquellos márgenes, porque se inició la ofensiva de Aragón y la guerra llegó hasta el Ebro.