El guardia civil prepara una exposición

Andaba el brigada Francisco Cabrera encariñándose con su nueva afición cuando en 1998 le llamó la atención un artículo con ocasión del sexagésimo aniversario de la batalla del Ebro. Su autor era Jaume Escudé, un maestro que llevaba veinticinco años estudiando el tema y aseguraba que parecía increíble que nadie se preocupara por aquel acontecimiento, a pesar de su trascendental importancia histórica.

Cabrera contactó con Escudé y, junto a otros aficionados, decidió organizar unas jornadas sobre la batalla, centradas en un ciclo de conferencias y una pequeña exposición, utilizando algunos cascos y fusiles que tenía Escudé. Una de las conferencias, titulada La batalla del Ebre, corrió a cargo del historiador Josep M.ª Solé i Sabaté, que, tiempo atrás, había recorrido la Tierra Alta tomando datos sobre los muertos de la represión.

Era Josep M.ª Solé un joven estudioso y entusiasta que preparaba su tesis doctoral. Junto con Joan Villaroya, estudiaba los efectos de la represión en la retaguardia catalana y ambos recorrían los pueblos, en un incansable trabajo de campo Josep M.ª había comenzado por trabajar las comarcas más alejadas de su domicilio, es decir, el Montsià y la Tierra Alta, de modo que llegó al antiguo campo de batalla sin muchas ideas al respecto.

Hablando con la gente de Corbera comprendió que la Guerra Civil no era una historia de buenos y malos, sino algo más doloroso y profundo. La brutal tragedia colectiva que arrasó a una generación. Todavía encontraba en las personas una actitud sectaria, que le atemorizaba, pero comprendía que la guerra había destrozado sus vidas y el mundo que habían conocido.

Las calles de aquellos pueblos habían quedado empedradas por los sufrimientos.

En todos los sitios se había torturado y algunas personas padecieron martirios brutales. Los autores republicanos de tales fechorías habían huido o estaban muertos; sin embargo, muchos del otro bando estaban vivos y seguían habitando en sus pueblos, donde la gente lo sabía todo y todo lo cal aba. El historiador se hizo pasar por representante de piensos y, una noche, logró reunir en una casa a varias familias, que le contaron los asesinatos, las torturas y todo cuanto había sucedido en aquel tiempo terrible.

Al cabo de dos o tres días, el historiador acudió al ayuntamiento para recabar informaciones oficiales. Al salir del edificio, montó en su coche y comprobó cómo le seguía un Simca.

Superando la vergüenza, se detuvo ante el edificio de la Guardia Civil de Gandesa y entró para solicitar una información que no necesitaba. Se entretuvo allí todo el tiempo que pudo. Al salir, sus seguidores se habían marchado. Nunca ha sabido quiénes eran.

En Villalba pudo conocer a un hombre imputado secretamente por sus vecinos de asesinatos y torturas terribles. Superando sus sentimientos de repulsa, Josep M.ª buscó un pretexto para conversar con él de asuntos intrascendentes. Tomaron un café y la conversación con el verdugo le dejó sorprendido. Era un hombre elemental, que no sabía nada de política y cuya simpleza se reflejaba en todos los actos de su vida. Resultaba un misterio qué había pasado por la mente de aquel hombre ignorante, qué había sentido ante el dolor ajeno y cuáles habían sido sus motivos.

El trabajo del historiador despertó la suspicacia de algunos personajes de la comarca, interesados en que nadie refrescara la memoria. Cuando se anunció su conferencia en Gandesa, asistieron unas cincuenta personas del pueblo, entre ellas el brigada Cabrera, que se molestó cuando Solé utilizó el término «historiadores franquistas» y le discutió en nombre del Centro de Estudios de la batalla del Ebro, entidad que sólo existía en su imaginación. Después de la conferencia, Cabrera decidió crear dicho centro y, además, montar una exposición mayor en el casino de Gandesa. Mientras le daba vueltas a la idea, durante una visita a Corbera conoció a Pepe Gamero, un hombre que comenzaba a sonar en la política local.

Gamero había llegado a la Tierra Alta para trabajar en las obras de la central de Ascó en 1981.

Se habían reunido allí unos 7.000 trabajadores procedentes de toda España. Carecían de representantes sindicales, a pesar de que entre ellos había personas muy politizadas. Poco a poco aparecieron pequeños grupos de intención sindical, que no tenían ni un local en el que reunirse.

Se formó un grupo de independientes de izquierda, donde Pepe Gamero defendió la idea de emprender la recuperación de la memoria histórica. El ejemplo más significativo de aquel olvido impuesto era el llamado Poble Vel, la zona de Corbera arrasada por un bombardeo nacional durante la batalla del Ebro. El barrio no sólo había sido abandonado, sino que, durante los años sesenta, derribaron parte de las ruinas, aplanaron los escombros y sembraron pinos. La gente mayor del pueblo no hacía comentarios, pero Pepe los había visto pasear en silencio por el espacio en que estuvo su hogar y que ahora no era nada.

A través del Patronato del Poble Vel comenzaron a moverse, con la intención de dar a conocer el nombre y el pasado de Corbera. En el Poble Vel crearon el Abecedario de la Libertad, formado por letras debidas a diferentes artistas. En una ocasión acudió con un compañero a un programa de Catalunya Radio, donde Pepe aseguró que nadie conocía Corbera y propuso llamar a Informació Turística de la Generalitat para comprobarlo. Allí respondieron a la emisora que Corbera era un pueblo que ya no existía, porque había sido destruido por las bombas durante la Guerra Civil. Tenía razón, nadie lo conocía, y se prometió recuperar la memoria y hasta el nombre del pueblo que hoy era su hogar.

En las elecciones municipales de 1989, la candidatura de independientes de izquierdas logró sus primeros concejales con el nombre de Unió per la Terra Alta y, en 1995, gracias a la alianza con los socialistas del PSC, Pepe Gamero fue alcalde de Corbera. El ayuntamiento arrancó los pinos del Poble Velle inició la recuperación de las ruinas y las antiguas calles. El éxito le sorprendió, la memoria emergía con fuerza. La gente mayor, hasta entonces callada, pareció recordar de golpe. Corbera recuperaba su historia. Esto le animó a continuar.