Dos pueblos claves

Aquel a tarde pareció que la defensiva daba frutos, tanto en Villalba como en Gandesa. Los nacionales se mantuvieron en sus trincheras y sus parapetos, mientras los republicanos, agotados por la marcha y el combate, se inmovilizaron por falta de artillería que los apoyara.

Corbera y Gandesa, dos pueblos unidos por una carretera de cuatro kilómetros, se convirtieron en el núcleo de los bandos enfrentados. En Corbera se estableció la base de las tropas republicanas, que pretendían apoderarse de Gandesa. La carretera actual tiene el mismo trazado que el camino de entonces. Asfaltada y adecentada, serpentea entre pequeños espacios de tierra llana y ondulaciones suaves, en ocasiones escalonadas por los bancales de la antigua agricultura basada en el secano y el esfuerzo. Cuando se sale de Corbera, surge al poco, tras una loma de la izquierda, la cima del campanario principal de Gandesa. Después se llega rápidamente al pueblo. A la izquierda está el edificio modernista de la Cooperativa y, al fondo, la sierra de pansols impresiona como una fortaleza, situada en el centro de un triángulo cuyos vértices están en Gandesa, el Pinellde Brai y Bot, pueblos a los que el monte domina.

A mediodía del 26 de julio de 1938, la 11.ª Brigada y la 35.ª Internacional habían intentado apoderarse de Gandesa con un ataque por sorpresa contra sus flancos. Como seguían sin artillería, dispararon unas salvas de mortero y se lanzaron al asalto, sólo con el fuego de sus fusiles y granadas de mano, El general Barrón había encargado defender el casco urbano a toda costa al coronel Rubio, que obligó a los hombres civiles a cavar trincheras y levantar parapetos. Los republicanos se encontraban a menos de 500 metros del centro y, a media tarde, intentaron asaltar Gandesa por segunda vez. Tampoco obtuvieron éxito.

Al anochecer llegaron tres carros de combate de la Legión, que supusieron un importante alivio para los defensores. A las once de la noche arrancó una tercera tentativa republicana, que duró hasta la una de la madrugada del 27, cuando desistieron de tomar el pueblo por asalto y se fortificaron en espera de refuerzos. Estaba claro que los republicanos, con su armamento ligero, nada podían contra las tres banderas de La Legión y la media docena de batallones de infantería que ya defendían Gandesa, apoyados por algunas piezas de artillería y los tres carros de combate.

En Villalba, la 3.ª División republicana chocaba con la resistencia de una bandera de legionarios, un batallón de infantería y una batería de cañones antitanque. Los ataques llegaron hasta el cementerio, a 300 metros del centro del pueblo, y, desde allí, intentaron tomarlo. En vano, porque los nacionales resistieron, contraatacaron al llegar a la noche y recuperaron el cementerio.

Este mismo día, los hombres de Modesto, tomaron Mora de Ebro, que mantenían sitiada desde la víspera, capturando a sus 900 defensores. Fue una victoria moral que modificó la situación.

El río continuaba ofreciendo una barrera que impedía pasar a los republicanos y transportar sus reservas, su armamento pesado y prácticamente todo el material motorizado. Los nacionales se aprovechaban de esto para reforzar la defensa de Gandesa y Villalba, mientras trasladaban nuevas tropas al frente del Ebro. El río y el tiempo eran los grandes peligros para los soldados de la República y cada minuto que pasaba era una carta perdida para ellos.

El 27 de julio, los nacionales ya habían acumulado en el sector de Gandesa dos banderas de legionarios, cinco tabores marroquís, un batallón de soldados, una bandera de falangistas, dos grupos de caballería y, durante el día, se incorporaron otra bandera de legionarios y un batallón de Tiradores de Ifni.

Durante la mañana, Líster aprovechó los pocos carros de combate que habían podido pasar el río para insistir en sus ataques contra Gandesa. También presionó entre Pobla de Masaluca y Villalba, sin poder arrollar a los restos de la 50.ª División que allí se habían parapetado. El cuerpo de Ejército del Maestrazgo estaba ya llegando al Ebro y se endurecía la defensiva de los nacionales. Incluso se encontraron con ánimos para intentar un contraataque frustrado contra los republicanos situados en las alturas de Els Auts, en su pequeña bolsa de Mequinenza.

A Pobla de Masaluca llegó media brigada de la 74.ª división y, al anochecer, el frente entre Pobla y Vil aba conoció un trasiego de soldados con la llegada de la 102.ª División. En cambio, al otro lado del río, esperaba desde 24 horas antes la 16.ª división republicana, que debería haber reforzado a las vanguardias. Cerca de los soldados se escondía los numerosos vehículos, carros de combate y cañones que necesitaban urgentemente los republicanos mientras se perdía el tiempo desesperadamente.