Dificultades entre la bonanza

A pesar de su éxito, el ejército Popular no se encontraba ante un panorama despejado. Contaba con escasos medios de paso para cruzar el río, la frontera francesa continuaba cerrada y su aviación no apoyaba la audaz maniobra del Ebro porque la mayor parte de los cazas continuaban en Valencia. Negrín manifestaría en Barcelona que la finalidad de aquella batalla era salvar Valencia, pero no parece que ésta fuera su principal finalidad. Si no se enviaba aviación, significaba que la maniobra del Ebro no era considerada una operación resolutiva y no se creía que pudiera salvar la ciudad del Turia. Por ese se dejaba allí la aviación. Valencia tenía prioridad sobre el Ebro, que era una maniobra de diversión y, sobre todo, una jugada política.

Los republicanos contaban con escasos medios para cruzar el río y, además la acción nacionalista lograba reducirlos. Una vez montadas trabajosamente algunas pasarelas, el mismo día 25 apareció la aviación enemiga, que atacó con toda impunidad, averiándolas seriamente ante las escasas piezas de antiaéreas republicanas. Fue necesario acudir nuevamente a las barcas para cruzar el río. Pero en ella no podían transportarse el material rodante que era ya urgente para continuar las operaciones; las barcas no podían cargar con los automóviles, las municiones y suministros que se necesitaban con urgencia. El dominio del aire había sido determinante en todas las batallas desde 1937, y también lo sería en la batalla del Ebro.

La numerosa infantería republicana que había logrado desplegar en la ribera opuesta necesitaba el apoyo de las carros y la artillería, toneladas de suministros, municiones y camiones para el transporte de tropas. Sin olvidar las cocinas rodantes de campaña, camiones cubas, ambulancias y vehículos para transportar alimentos, tiendas de campaña, municiones, recambios, alimentos y agua. Sin material rodante, la capacidad del Ejército del Ebro quedaba seriamente limitada y el transporte quedaba reducido a mulas, que se pasaban nadando junto a las barcas o las pasarelas. Sin motorización, toda la infantería que había logrado cruzar el río apenas podría alejarse de la orilla.

Josep Pascual había sido seminarista y estuvo en la cárcel por el o. A pesar de todo, lo reclamaron con quinta del biberón, y lo enviaron al frente con un batallón de ametralladores de la 42.ª División. Cruzó el Ebro frente a Mequinenza el día 25 por la mañana, sobre una pasarela montada sobre hexágonos de corcho, llevaba a hombros todo el material que podía sostener, mientras las mulas cruzaban a nado, libres de carga, para ser cargadas nuevamente en la otra orilla. Sin la ayuda de estos animales, ni las pesadas ametralladoras ni los morteros habrían llegado a la primera línea.