Llega el amanecer

El alba del día de Santiago quedaban escasos focos de resistencia nacional en la orilla del Ebro donde habían desembarcado los republicanos. Aguantaban las guarniciones de Ascó, del castillo de Miravet, de Mora la Nueva y poco más. Los hombres de Modesto tenían la orden de no entretenerse en sofocar las resistencias locales, sino de adentrarse lo más posible en el terreno hasta conseguir sus objetivos. A la rápida conquista había contribuido la pronta retirada de los nacionales, desbordados por la superioridad numérica y la sorpresa.

Yagüe comprendió que, en aquella circunstancia inútil resistir el primer empujón enemigo.

Primero ordenó retirarse a Corbera y luego, a la vista del rápido avance republicano, decidió abandonar el pueblo a las 14:30. La huida fue tan precipitada que hasta se dejó una pagaduría militar instalada y en las calles de Corbera quedaron desperdigados sus papeles y numerosos billetes emitidos en la zona de Franco. Los soldados republicanos apenas sí recogieron algunos porque estaba terminantemente prohibido y, de hacerlo, se exponían a ser fusilados inmediatamente.

Una vez abandonada Corbera, el mando nacional ordenó concentrarse y defender a toda costa la línea que formaban los pueblos de la Pobla de Maslauca, Villanba y Gandesa. Allí debían esperar, impidiendo el avance republicano y el desbordamiento de sus posiciones, hasta recibir refuerzos y abastecimientos.

Encuadrado en la 11.ª división republicana, F. M. P. cruzó el río el 25 a mediodía, ante Miravet.

Las barcas les dejaron en una islita que había en mitad del Ebro, donde se remangaron los pantalones y cruzaron a pie el trecho que faltaba. Iban cargados con todas sus armas, entre ellas unos morteros franceses de la Guerra del 14, para los que sólo contaban con veinte granadas por pieza. Él no fumaba, pero sus compañeros estaban ansiosos por la falta de tabaco y arrancaban las hojas secas de las viñas para liarlas y encenderlas. En cuanto llegaron a Benissanet, donde no encontraron ningún tipo de resistencia, fueron inmediatamente a saquear el estanque y a buscar alpargatas nuevas, porque tenían las suyas desgastadas y comenzaban a llegárseles los pies. Pero en el pueblo ya poco quedaba para pillar. Unos soldados que habían avanzado antes que ellos les dijeron que no habían encontrado resistencia hasta llegar a Pinell, donde chocaron con un grupo de soldados nacionales que estaban en un baile por ser el día de Santiago. Al día siguiente, su unidad prosiguió la marcha y encontraron un campamento enemigo abandonado. El avance había sido tan rápido que encontraron café caliente y unos soldados canarios rezagados a los que hicieron prisioneros. Luego se dividieron, unos marcharon hacia Pandols y otros hacia Gandesa.

Mientras tanto, como este pueblo era el principal nudo de comunicaciones, Yagüe envió el refuerzo de una bandera de legionarios y un batallón de soldados. Dictó instrucciones para ocupar las sierras de Pandols y Cavalls, que dominaban la zona, para impedir que se apoderase de ellas los republicanos. Pero la situación era tan complicada que les resultó imposible subir hasta las alturas porque se les había adelantado las fuerzas republicanas.

Yagüe apenas pudo concentrar sus tropas en Gandesa y Villalba, que parecían a punto de caer.

Ambas eran también los principales objetivos republicanos, cuyas unidades intentaban llegar a toda la velocidad posible, que no era mucha, porque los vehículos estaban en la otra orilla. Por suerte para los nacionales, ellos podían trasladar en camión sus batallones de refuerzo. A pesar de todo, el avance republicano se revelaba imparable y parecía posible que lograra tomar las carreteras que llevaban hacia Calaceite y Batea. Si lograban pasar material motorizado y artillería, la derrota nacional podía ser sonada.