Secreto a pesar de todo

El 3 de julio, Yagüe había ordenado fortificar las posiciones y desplegar para defender el cauce. Su cuerpo de Ejército Marroquí tenía en vanguardia las divisiones 50.ª y 105.ª y la 13.ª en reserva porque se trataba de una fuerza de élite, destinada a apoyar a las desplegadas en primera línea. En las inmediaciones del río estaban los batallones de infantería, repartidos en puestos generalmente pequeños, de cinco a quince hombres, protegidos por trincheras y parapetos de tierra, piedras y troncos de árbol, capaces de detener un disparo de fusil o de ametralladora, un cascote de metralla, pero no es un proyectil de artillería. A su alrededor y en lugares de paso obligado se tendieron alambrados, disimuladas en la maleza cuando fue posible. Diez días después, el general dispuso que algunas fortificaciones fueran reforzadas con hormigón, pero era ya demasiado tarde.

Tras esa línea de soldados se desplegaron los legionarios y los marroquíes, preparados para servir de reserva si fallaban las primeras posiciones. Ante un ataque republicano, acudirían a reforzar la primera línea o cerrarían los caminos que llevaban a retaguardia.

La documentación italiana asegura que el espionaje del CTV (Cuerpo de Tropas Voluntarias) había informado a Franco de los preparativos y movimientos de tropas republicanas. Se ha dicho también que Yagüe llegó a conocer los planes republicanos. Parece evidente que sus hombres observaron movimientos de tropas al otro lado del río, que los aviones descubrieron grupos de barcas camufladas y que algunos desertores anunciaron que se preparaba un desembarco, se aseguró que hasta Franco conocía lo que iba a suceder y algunos de sus partidarios afirmaron que, en un alarde de habilidad militar, provocó que el Ejército Popular se metiera en aquella ratonera que lo conduciría a su última gran batalla.

Existían muchos indicios y rumores, pero a pesar de ello la sorpresa fue evidente en aquel largo frente lleno de habladurías. Los movimientos observados en el río y los informes de la aviación no bastaban para conocer que se preparaba una ofensiva y las confidencias de los desertores tenían una credibilidad relativa, pues siempre exageraban para lograr mejor trato. Franco estaba empeñado en la ofensiva contra Valencia y no dio excesivo crédito a las informaciones inquietantes que le transmitía Yagüe. Su error fue no enterarse de lo que se preparaba y dejarse sorprender por los republicanos. El desarrollo posterior de la batalla demuestra que ésos atravesaron el río por sorpresa y los avala lo sucedido en la División de caballería.