Cisneros dejó al nieto de los Reyes Católicos un Estado respetado y fuerte. Murió sin haber podido entrevistarse con el nuevo soberano, don Carlos. ¿Hubiera cambiado algo aquel encuentro de haberse podido celebrar? Tal vez; por algo procuró el séquito flamenco —e incluso el español— del futuro emperador retrasar la entrevista hasta que la muerte del cardenal la volviera imposible. A Cisneros se le respetaba y se le temía: ¿quién sabe si no hubiera sido capaz de influir en la voluntad del joven rey?
A los historiadores no les gustan los futuribles, lo que pudo ocurrir pero no ocurrió; los ven como un juego de especulaciones en las que se suponen hechos que no se produjeron para deducir de ellos consecuencias posibles. Sin embargo, los futuribles no carecen de interés; dan la oportunidad de reflexionar sobre aspectos o facetas de la realidad histórica que suelen pasar inadvertidos, algo que se asemeja a la casualidad en historia —la «nariz de Cleopatra» de la que hablara Pascal…
¿Qué rumbo hubiera tomado el destino histórico de España si Cisneros, en vez de morirse en noviembre de 1517, hubiera vivido solo diez años más, hasta 1527, por ejemplo? Probablemente, las grandes orientaciones del reinado de Carlos V, en lo que se refiere a la política exterior, hubieran seguido el mismo cauce, el que conocemos: elección imperial, marcha a Alemania, regreso a España, enfrentamiento con los luteranos, con Francia y con los turcos… Pero, tratándose de los problemas específicos de España, es probable que las cosas hubieran seguido un rumbo distinto. Al embarcarse para Alemania, en 1520, don Carlos no se hubiera visto en la obligación de nombrar a un extranjero —el cardenal Adriano— para gobernar el reino en su ausencia; tenía a mano a un hombre de Estado, Cisneros, que ya había ejercido aquel cargo en dos circunstancias anteriores y había demostrado poseer la autoridad y las dotes necesarias para cumplir con el oficio sin menoscabo del poder real, manteniendo el orden público y la justicia a pesar de la oposición de nobles y ciudades, dispuestos a aprovechar las circunstancias para pescar en aguas turbias. Los cortesanos flamencos y el mismo Adriano hubieran tenido que inclinarse, mal que les pesase. Cisneros era la garantía de una gobernación leal e imparcial; el rey no podía desear más.
Con Cisneros en el poder, ni Toledo ni Salamanca, ni cualquier otra ciudad, se hubiera atrevido a pedir la reunión de las ciudades con voz y voto en Cortes con el pretexto de procurar el remedio de la gobernación. O sea, que, con Cisneros gobernador, no hubiera habido Junta de Ávila, ni Comunidades, ni batalla de Villalar, ni lista de exceptuados del perdón… Tal vez se hubieran producido disturbios, lo mismo que en las gobernaciones anteriores, pero el cardenal hubiera reaccionado con su habitual método, hecho de autoritarismo, fuerza y persuasión.
El siglo XVI fue, no cabe duda, una época de preponderancia y de prestigio, pero ¿lo fue para España o para la dinastía austriaca? Ya planteó Forner el problema, en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando se empezó a revisar en sentido crítico la historia nacional: «se puede dudar si el reinado de Carlos V fue tan próspero para sus reinos como favorable a la gloria personal del príncipe». Las glorias del imperio no deben engañarnos sobre la política iniciada por Carlos V y continuada por sus sucesores. ¿Se trataba de defender intereses auténticamente españoles? Es muy dudoso. Ya lo presintieron los comuneros, quienes tuvieron la intuición de que el césar iba a sacrificar el bien común de Castilla y recelaron de que el reino tuviera que sufragar una política exterior distinta y tal vez opuesta a sus intereses nacionales, intuición que la historia posterior ha ratificado. Manuel Azaña lo dijo muy bien:
Las acciones pasadas bajo el nombre de España […] tienen dos componentes: lo europeo y lo español estricto […]. Lo político europeo y lo español no coinciden […]. Lo europeo se cifra en la corona […]. Por ejemplo, el ejército […] no era español, sino de la corona […]. La acción de la corona católica en Europa, desde el emperador hasta su triste tataranieto, es mucho menos española de lo que aparenta[588].
Lo que Cisneros no pudo transmitir a don Carlos fue el concepto de res publica, la idea de que, como enseñaba la doctrina tomista, «el reino no era del rey, sino de la comunidad»; no era un patrimonio familiar. Con Cisneros no era solo un hombre el que desaparecía, sino toda una concepción de la política: una orientación más nacional y menos dinástica que la de los Austrias, más atenta al bien común que a los intereses privados; piénsese que uno de los principales ministros del emperador va a ser Francisco de los Cobos, el hombre que Cisneros despidió en 1516 por corrupto; todo un símbolo. El ambiente ideológico, político y social de los años 1520 hubiera sido completamente distinto del que fue. Donde se hubiera notado el cambio de forma especial es en el campo de la religión y de la espiritualidad. No se puede descartar una perspectiva que ya se había contemplado hacia 1512: la de ver a Cisneros elegido papa en lugar de Adriano. El cardenal de España gozaba en Roma de un prestigio muy superior al del flamenco. ¿Cómo se hubiera comportado el papa Cisneros frente a Lutero y los problemas de la Reforma? Es difícil adivinarlo. Lo que sí es cierto es que, como inquisidor general y arzobispo de Toledo, Cisneros no hubiera firmado, en 1525, el edicto contra los alumbrados. Es probable que también hubiera sido mucho más benévolo con los discípulos españoles de Erasmo, tanto más cuanto que muchos de ellos, y de los más importantes, eran sus amigos y sus colaboradores.
Una España sin Comunidades, tolerante para con los alumbrados, las beatas y la espiritualidad popular, para con las ideas y los seguidores de Erasmo…, es todo el panorama político, intelectual y espiritual de Castilla el que hubiera sido completamente trastornado. Aquella «otra España» progresista que añoraba José F. Montesinos cuando, en la década de 1930, editaba las obras de Alfonso de Valdés[589], Cisneros la pudo realizar de haber vivido solo diez años más… No fue así. Desgraciadamente para España.