Ha llegado la hora de volver a parar. Son las 12:13 de la noche. Mis dedos no parecen dedos. Parecen movimiento en estado puro. Repiquetean el volante mientras conduzco.
Radar busca en el ordenador la siguiente gasolinera BP y decidimos despertar a Lacey y a Ben.
—Hey, chicos, vamos a parar —les digo.
No reaccionan.
Radar se gira y apoya una mano en el hombro de Lacey.
—Lace, es hora de levantarse.
Nada.
Enciendo la radio y encuentro una emisora de canciones antiguas. Suenan los Beatles, la canción «Good Morning». Subo el volumen. No reaccionan. Entonces Radar lo sube todavía más. Y más. Y cuando llega el estribillo, se pone a cantar. Y yo me pongo a cantar también. Creo que lo que al final los despierta son mis gallos.
—¡APAGA ESO! —grita Ben.
Apagamos la música.
—Ben, vamos a parar. ¿Tienes que mear?
Silencio. Oigo ruido en la parte de atrás y me pregunto si tiene alguna estrategia para comprobar el nivel de su vejiga.
—Creo que voy bien —me contesta.
—Vale, entonces te ocupas de la gasolina.
—Como soy el único chico que todavía no ha meado en el coche, pido ir al baño el primero —dice Radar.
—Chis —murmura Lacey—. Chis. Callaos todos.
—Lacey, tienes que levantarte y mear —le dice Radar—. Vamos a parar.
—Compra manzanas —le digo.
—Manzanas —murmura contenta con una bonita voz femenina—. Me encantan las manzanas.
—Y luego tienes que conducir —le dice Radar—, así que despiértate de una vez.
Se incorpora y, con su voz de siempre, dice:
—Eso ya no me encanta tanto.
Nos metemos por la salida. La gasolinera está a un kilómetro y medio, que no es tanto, pero Radar dice que seguramente perderemos cuatro minutos, que el tráfico de Carolina del Sur nos ha hecho perder tiempo y que podemos encontrarnos con serios problemas dentro de una hora, cuando empiecen las obras. Pero no me permito preocuparme. Lacey y Ben se han despertado lo suficiente para colocarse junto a la puerta corredera, como la vez anterior, y cuando paramos delante del surtidor, todos salimos corriendo. Le lanzo las llaves a Ben, que las pilla en el aire.
Radar y yo pasamos como una flecha por delante del hombre que está en el mostrador, pero Radar se detiene al ver que el tipo está mirándolo fijamente.
—Sí —le dice Radar tan tranquilo—, llevo una camiseta de PATRIMONIO CULTURAL NO ODIO encima de la toga de graduación. Por cierto, ¿tiene pantalones?
El tipo lo mira desconcertado.
—Tenemos pantalones de camuflaje al lado del aceite para motores.
—Perfecto —le contesta Radar. Y entonces se gira hacia mí y me dice—: Sé bueno y cógeme unos pantalones de camuflaje. ¿Y quizá una camiseta?
—Eso está hecho —le contesto.
Resulta que los pantalones de camuflaje no llevan las tallas habituales. Hay solo medianos y grandes. Cojo unos medianos y una camiseta grande de color rosa en la que pone LA MEJOR ABUELA DEL MUNDO. Cojo también tres botellas de Bluefin.
Le paso todo a Lacey cuando sale del baño y me meto en el de chicas, porque Radar todavía está en el de chicos. No recuerdo si había entrado alguna vez en el baño de chicas de una gasolinera.
Diferencias:
El olor es más o menos el mismo, lo que me parece bastante decepcionante.
Cuando salgo, Lacey está pagando y Ben toca la bocina. Tras un momento de confusión, corro al coche.
—Hemos perdido un minuto —dice Ben desde el asiento del copiloto.
Lacey se mete en la carretera que nos llevará de vuelta a la autopista.
—Perdón —dice Radar desde el asiento de atrás, donde está sentado a mi lado, poniéndose los pantalones de camuflaje por debajo de la toga—. Pero al menos tengo pantalones. Y otra camiseta. ¿Dónde está la camiseta, Q?
Lacey se la da.
—Muy divertido.
Se quita la camiseta y se pone la de la abuela. Ben se queja de que nadie le haya comprado unos pantalones. Dice que le pica el culo. Y pensándolo bien, tiene ganas de mear.