[1] Por si algún admirador de esta singular iglesia me critica por desdeñar su interior, debo señalar que las capillas laterales y el techo de la catedral son una exuberancia de descripciones pintorescas. En torno al coro, ocupando completamente la mitad de la nave, una pálida celosía de piedra caliza labrada alberga docenas de estatuas en nichos. Esta florida reja gótica que separa el coro de la nave se cuenta entre los más primorosos tesoros eclesiásticos de Francia: testamento de la riqueza del episcopado de Albi. No obstante, en la parte posterior de la iglesia hay un enorme fresco del Juicio Final, de cuatro pisos de altura y tan ancho como el mismo edificio. Encargado por Louis d’Amboise, uno de los últimos obispos medievales, es una obra maestra de lo macabro, rebosante de montones de personajes en distintas fases de agonía mientras demonios en forma de reptil y asquerosos sapos los torturan para toda la eternidad. Aunque ya hacía tiempo que los cátaros habían desaparecido cuando el obispo d’Amboise llamó a artistas florentinos para que hicieran ese trabajo entre 1474 y 1480, la grotesca descripción que el fresco hace de las consecuencias del pecado parece todo menos inocente en este bodrio de catedral construida en ladrillo rojo. Otro accidente de la historia del arte produce aún más náuseas. Un obispo del período barroco, Charles Le Goux de la Berchére, hizo un gran agujero en el centro del fresco para construir una capilla en la base del campanario. En la mitad superior de la pintura —la dedicada a las almas que van al cielo—, la modificación tuvo el desafortunado efecto de borrar a Dios, el juez del Juicio Final. De este modo, no hay forma de ver el alivio de lo divino en este espectáculo del horror, como si la escena tratara de asustar y no de elevar el alma. Nuevamente, teniendo en cuenta la historia de la región, el resultado encaja demasiado para ser una coincidencia. [VOLVER]
[2] Esta orden cruel apareció por primera vez en el Dialogas miraculorum del monje cisterciense Cesáreo de Heisterbach, que escribió su admirativo relato de la cruzada unos treinta años después de finalizada. Durante mucho tiempo había sido un reflejo de historiador minimizar la orden como apócrifa y absolver a Arnaud Amaury de cualquier elocuencia brutal como aquélla. No obstante, modernos eruditos han señalado que esas palabras se hacen eco de pasajes de Timoteo 2,2,19 y los Números 16,5. Como señala el escrupuloso Malcolm Lambert en la p. 103 de The Cathars [La otra historia de los cátaros]: «Según ello, es más probable que estas palabras salidas de la boca de un miembro culto de la jerarquía [es decir, Arnaud Amaury] sean auténticas». Sea cual fuere la verdad de su origen, la expresión sigue viva. En su Lipstick Traces: A Secret History of the 20th century [Trazos de carmín, Anagrama, 1991], el crítico cultural Greil Marcus afirma que la expresión «Matadlos a todos, Dios ya lo arreglará» era uno de los eslóganes de camiseta preferidos de los fans del cantante punk Johnny Rotten y, en su versión española, de los integrantes de los escuadrones de la muerte en Guatemala. Según informó el New York Times, Karla Aye Tucker, una asesina ejecutada en Tejas en 1998, en su época de chica mala solía llevar camisetas con el lema «Matadlos a todos». [VOLVER]
[3] La frase se atribuye a Jules Michelet. [VOLVER]
[4] La provocadora frase de Tarantino sobre la Edad Media compite con el memorable pareado inventado en los años sesenta del siglo XX por el satírico Tom Lehrer acerca del segregacionista Dixie: «En la tierra del gorgojo criminal/donde impera la ley medieval». [VOLVER]
[*] En aras de la brevedad, este libro usará términos como Francia o Inglaterra para describir los conjuntos de feudos de los siglos XII y XIII que no se transformarían en estados hasta mucho más adelante. [VOLVER]
[5] Aunque las infamias sobre los herejes se tomaron prestadas de calumnias que abundaban en la época clásica (a veces difundidas por alarmistas paganos sobre las nuevas sectas de la cristiandad), creían en ellas muchos que debían haber sido más prudentes. En 1233, el papa Gregorio IX, el patrocinador de la Inquisición, promulgó una bula papal, Vox in Roma, que repetía hasta la saciedad viejas historias sobre orgías felinas. En los años ochenta del siglo XII, una calumnia muy habitual corrió a cargo de Walter Map, un diácono de Oxford que escribió lo siguiente sobre los herejes: «En la primera parte de la noche […] cada familia se sienta aguardando en silencio en su sinagoga, y entonces desciende por una cuerda que cuelga en el centro un gato negro de tamaño extraordinario. Al verlo, apagan las luces y no cantan ni repiten himnos de manera clara sino que los canturrean con los dientes apretados, y se dirigen al lugar donde han visto a su maestro, yendo a tientas hacia él, y cuando lo encuentran lo besan. Cuanto más apasionados son los sentimientos, más abajo apuntan; algunos llegan hasta los pies, pero la mayoría se detiene en la cola y las partes pudendas. A continuación, como si este asqueroso contacto desatara sus apetitos, cada uno agarra a su vecino y se harta de él con todas sus fuerzas». (Jeffrey Richards, Sex, Dissidence, and Damnation, pp. 60-61). [VOLVER]
[6] Tenemos que agradecer a Pierre de Vaux de Cernay esta excitante invención sobre los cátaros. [VOLVER]
[7] Es habitual comparar la curiosidad del siglo XII con la reacción del XIII. En un estudio de 1948 sobre la dinastía de los Plantagenet de Inglaterra, John Harvey resumió con elegancia el consenso histórico: «El [siglo] XIII iba a ser testigo del primer remache de las cenefas forjadas por la escolástica en las mentes de los eruditos, así como la infructuosa sustitución de la autoridad por el empirismo. Por otro lado, en las artes manuales como la arquitectura, la escultura o la pintura, fueron realizados grandes progresos por artesanos laicos que estaban suficientemente informados del mundo culto de las escuelas para ser capaces de llevar a cabo un empirismo vivo por su propia cuenta. En algunas otras esferas, en especial las de las leyes y la administración, se avanzó en la dirección de la unidad mediante un proceso de codificación y el temple de las primeras fórmulas de tanteo en normas de vida establecidas». (J. Harvey, The Plantegenets [Londres, B.T. Batsford, 1948], p. 50). [VOLVER]
[8] En The Formation of a Persecuting Society, Moore sostiene que el aparato perseguidor era una consecuencia natural, pero no inevitable, del estado naciente. En su opinión, los años 1180-1190 son un momento crucial en el desarrollo de instituciones opresoras. Su libro, publicado en 1987, todavía sigue provocando controversia. [VOLVER]
[9] El año clave para comprender el catarismo fue 1939, cuando Dondaine descubrió varios documentos importantes en archivos de Florencia y Praga: un catecismo cátaro en latín; un tratado filosófico del siglo XIII, El Libro de los dos principios, escrito por Juan de Lugio, y una descripción excepcionalmente imparcial que refutaba el catarismo, Contra Manicheos, escrita por Durand de Huesca, pensador valdense que se había convertido a la ortodoxia durante un debate con Domingo en 1207. Antes de estos descubrimientos, la teología cátara se había armado únicamente a partir de lo que sus adversarios habían escrito sobre la herejía y de dos manuscritos occitanos incompletos hallados en Lyon y Dublín. Naturalmente, los enemigos del catarismo habían descrito la fe como un montón de supersticiones. De esos documentos resultó evidente, sobre todo en el caso de Juan de Lugio (un escolástico cátaro), que la herejía encajaba de lleno en la tradición del racionalismo aristotélico. Tras siglos de ser considerados una quinta columna de un resurgimiento maniqueo, los cátaros podían ser estudiados por lo que eran: cristianos medievales. [VOLVER]
[10] Para identificar estas fuentes, véase Manejo y fuentes principales, más arriba. [VOLVER]
[11] La novela en cuestión es Le Christi, de René-Victor Pilhes. El autor considera que el liderazgo económico americano es una reencarnación de la Iglesia totalitaria medieval, una idea no infrecuente en la Francia de hoy. [VOLVER]
[12] El Languedoc y la gran herejía [VOLVER]
[13] Según la tradición, el dualismo fue difundido por las rutas comerciales del sur por artesanos itinerantes. De entre estos comerciantes, los principales eran los tejedores, y durante un tiempo se conoció a los cátaros como tiserands (tejedores). Opiniones eruditas disidentes ponen en entredicho esta tendencia ocupacional al afirmar que la asociación de los perfectos con los desarraigados artesanos era otro método utilizado por los propagandistas católicos para difamarlos. [VOLVER]
[14] En la época que nos ocupa, el pueblo se llamaba Saint-Félix de Caraman. [VOLVER]
[15] El uso de la mayúscula para la reunión es cosa mía. En cuanto a la reunión en sí, un ruidoso grupo de revisionistas, encabezados por la historiadora Monique Zerner, sostiene que el cónclave herético nunca se celebró. El argumento de los escépticos se apoya principalmente en el hecho de que la única fuente del encuentro de Saint-Félix es un documento del siglo XVII cuyo autor (Guillaume Besse) afirmaba haberse basado en un manuscrito de 1223 hoy desaparecido. En enero de 1999 tuvo lugar en Niza un coloquio para escuchar a los revisionistas, si bien el abrumador consenso entre los expertos cátaros —Anne Brenon, Michel Roquebert, Malcolm Lambert, Bernard Hamilton, Jean Duvernoy y otros— sigue manteniendo que en Saint-Félix se asistió a «la reunión internacional más impresionante jamás habida en la historia de los cátaros» (Malcolm Lambert, The Cathars [La otra historia de los cátaros], pp. 45-46). Sin embargo, algunos afirman que la reunión se celebró en los años setenta del siglo XII, no en 1167. Para un entretenido resumen de muchos de los argumentos a favor y en contra, véase Michel Roquebert, Histoire des cathares, pp. 58-62. [VOLVER]
[16] Con gran disgusto, me veo forzado a optar por la terminología acuñada por los perseguidores de los cátaros. Lo he hecho para evitar confusiones, pues los cátaros se referían a sí mismos simplemente como cristianos, buenos cristianos, buenos hombres o buenas mujeres, o amigos de Dios. A los perfectos se los llamaba así no porque no tuvieran defectos; más bien los etiquetaron como hereticus perfectus o herética perfecta —«hereje completado»— en el sentido de que alguien ha pasado de la fase de simpatizante a las filas de los ordenados. El término para creyentes, credentes, también fue acuñado por los enemigos de los cátaros. [VOLVER]
[17] El intercambio de saludos en el melioramentum hacía hincapié en el abismo entre los simples creyentes terrestres y los perfectos cuasidivinos. En The Cathars [La otra historia de los cátaros] (p. 142), Malcolm Lambert recurre a la tesis doctoral de Y. Hagman, Catharism: A Medieval Echo of Manichaeism or a Primitive Christianity, para describir el intercambio: «Con la más solemne ceremonia, tres profundas inclinaciones de cabeza y a las manos, hasta besarlas, iban acompañadas de Bendecidnos (Benedicte), señor —“buen cristiano” o “buena señora”—, la bendición del Señor y la vuestra, rogad a Dios por nosotros —y, a la tercera inclinación—: Señor, rogad a Dios por este pecador, que lo libre de una muerte maligna y le dé un buen final». El perfecto respondía afirmativamente a los dos primeros ruegos, y en el tercero aludía con mucho detalle al consolamentum: «Dios recibirá el ruego de hacer de vos un buen cristiano y conduciros a un buen final». [VOLVER]
[18] No se sabe mucho del catarismo al norte del Loira, salvo que fue reprimido en una fase temprana y, por tanto, nunca se acercó al éxito de que disfrutó en el Languedoc. Parece que la mayor concentración de herejes dualistas en esta región se produjo en la Champaña, zona entrecruzada de rutas comerciales y anfitriona de grandes ferias medievales donde se intercambiaban mercancías… e ideas. [VOLVER]
[19] Los últimos bogomilos de los que se tiene noticia, muchos de los cuales se convirtieron al islam, se detectaron en Bosnia en 1867. Esta perla de sorprendente información se halla en The Medieval World (p. 206) de Friedrich Heer [El mundo medieval (Europa 1100-1350)]. También he visto bogomil traducido como «merecedor de la misericordia de Dios». [VOLVER]
[20] Creer que un sacerdote corrupto no puede administrar un sacramento es una herejía conocida como donatismo. Agustín de Hipona (354-430) combatió sin piedad a los donatistas en su patria, en el romano norte de África. [VOLVER]
[21] La herejía es un pequeño diablo escurridizo. Calificar una idea de herética es saber exactamente en qué cree uno, y saber con precisión qué considera uno que es un intruso inadmisible en su parcela de lo divino. Para la gran mayoría de los creyentes medievales, la línea divisoria entre la ortodoxia y la heterodoxia serpenteaba por todo el mapa. El cristianismo, como otras creencias, era un debate en curso, y las enseñanzas y prácticas de la Iglesia andaban perdidas en discusiones bizantinas, se adoptaban ideas que más adelante se juzgarían repugnantes, se rechazaban otras que posteriormente constituirían un dogma. Para el campesino corriente del Languedoc, no hay duda de que los hombres sagrados y las mujeres sagradas parecían ser totalmente ortodoxos en cuanto a su piedad, más ortodoxos que el cura de pueblo que vivía con su concubina. El estudioso Leonard George ha definido muy bien la herejía como «un crimen de percepción, una acción de ver algo que, según ciertos custodios de la realidad, no está realmente ahí». La palabra deriva del griego hairesis, nombre formado a partir del verbo haireomai, «elegir». En su raíz, herejía significa optar conscientemente por una serie de creencias y, por tanto, un hereje es —el anacronismo es irresistible— alguien que está a favor de elegir. Después llegó a significar la elección de un sistema de creencias incorrectas. Teniendo en cuenta las arenas movedizas de la doctrina, hallar el camino para la salvación aprobado oficialmente exigía a menudo un hábil juego de piernas espiritual. En un pasaje muy citado del Tito 3,9-11 del Nuevo Testamento, Pablo advertía a sus seguidores sobre los herejes: «Pero evitad controversias y genealogías y discusiones y peleas necias sobre la ley, porque son infructuosas e inútiles. A una persona que provoca discordia avisadla una vez, y a continuación una segunda vez. Después de esto ya no hay nada que hacer. Podéis estar seguros de que esa persona es retorcida y pecadora, que se condena a sí misma». En otra influyente observación sobre la herejía, el clérigo inglés del siglo XIII Robert Grosseteste, uno de los raros ejemplares de hombre medieval que superó la barrera de los ochenta años, deja implícita la idea de una verdad simple, demostrada. Según él, la herejía es «una opinión escogida por la percepción humana, contraria a las sagradas escrituras, admitida públicamente y defendida con obstinación». De nuevo, elección y percepción eran primordiales en esa definición, con la condición añadida del carácter público. El viejo y sensato Grosseteste estaba diciendo que no había que llamar hereje a nadie si mantenía la boca cerrada. Como fue notorio, los cátaros no lo hicieron. Su credo abarcaba tantos errores oficialmente proscritos —donatismo, docetismo, dualismo, monofisitismo, etc.— que llamarlos herejes es casi subestimarlos. Exacto, los cátaros pensaban que los católicos eran herejes, pero la Iglesia venció en la disputa con igual notoriedad. Si a los cátaros no se los puede llamar herejes, deberíamos borrar la palabra de nuestros diccionarios. En el texto utilizo el término en el sentido de disidencia, no de depravación. [VOLVER]
[22] Mi rápida reseña de los pintorescos carismáticos del siglo XII debería complementarse con la lectura, por orden de aceptabilidad, de En pos del milenio: revolucionarios milenaristas y anarquistas míticos de la Edad Media de Norman Cohn, The Origins of European Dissent de R.I. Moore, y Medieval Heresy, de Malcolm Lambert [La herejía medieval]. La jungla de la disidencia es exuberante. [VOLVER]
[23] La acusación a los seguidores de Tanchelm, completada con pormenores de cómo adoraban los recortes de sus uñas, puede ser cierta o no, dada la naturaleza partidaria de las fuentes medievales procatólicas. Lo que es más cierto es que el relato, aunque sea un bulo, sigue intoxicando con su perversidad. En el New Yorker del 29 de noviembre de 1999, John Updike escribía sobre Shoko Asahara, el jefe de una secta que liberó gas nervioso en el metro de Tokio: «Sus seguidores también gozaban del privilegio, cuando él estaba en libertad, de besarle el dedo gordo del pie y pagar de doscientos dólares para arriba para beber del agua en la que se había bañado». [VOLVER]
[24] La mención de la anorexia quizá sorprenda, pero el gran Bernardo era locuaz sobre sus enfermedades, reales o imaginarias. Puede hallarse una entretenida descripción del hombre —y de su vengador, Pedro Abelardo— en Strange Landscape, de Christopher Frayling, cuyo capítulo titulado «The Saint and the Scholar» está dedicado a esa famosa enemistad del siglo XII. Frayling habla (p. 123) de los problemas gástricos de Bernardo: «Bernardo estaba siempre enfermo, lo que no era sorprendente dado el modo en que castigaba el cuerpo y los húmedos entornos en que vivía. Parece que sufrió una forma extrema de anorexia nerviosa —rechazaba la comida con tanta regularidad que a veces quedaba paralizado debido a la falta de alimento—, y apestaba continuamente a vómito rancio. “Me duele el estómago —escribía—, pero me duele mucho más el estómago de la memoria, donde se acumula toda esta podredumbre”». [VOLVER]
[25] Se alude al hecho en la medieval Vida de san Bernardo, de Godefroi de Auxerre, y se extiende sobre el mismo el primer capítulo de la crónica de Guillaume de Puylaurens. [VOLVER]
[26] Quizás el incidente más extraño de detección de la herejía en el siglo XII se produjo cerca de Reims, cuando un clérigo llamado Gervasio de Tilbury, mientras cabalgaba junto al arzobispo y algunos prelados superiores, vio a una bonita muchacha que andaba sola por un viñedo. Lo cuenta el cronista Ralph de Coggeshall: «Empujado por la lasciva curiosidad de un hombre joven, tal como supe de él yo mismo después de que se hubiera convertido en canónigo, se acercó a ella. La saludó y le preguntó cortésmente de dónde era, quiénes eran sus padres y qué estaba haciendo sola por allí, y entonces, tras observar su hermosura unos instantes, le habló galantemente de los placeres del amor». Ella lo rechazó diciéndole que siempre sería virgen. Esto despertó las sospechas de él, y Gervasio supo que la chica campesina creía, por razones religiosas heréticas, que su cuerpo no debía corromperse. Entonces él trató de hacerle cambiar de opinión, al eterno modo de quien no acepta un no por respuesta. Por fin, su discusión atrajo la atención del arzobispo, que se acercó a caballo y enseguida quedó escandalizado. No por la conducta de Gervasio, sino por la fe de la chica. Ordenó que la detuvieran y que la llevaran de vuelta a Reims para ser interrogada. La campesina se negó a retractarse y fue arrojada a la hoguera. (R. I. Moore, The Birth of Popular Heresy, pp. 86-88). [VOLVER]
[27] El nombre tiene su origen en Trece sermones contra los cátaros, de Eckbert de Schónau, escrito en 1163. Eckbert también llamó a los cátaros «despreciables imbéciles». [VOLVER]
[28] La negativa a jurar era frecuente entre los herejes, no sólo entre los cátaros. Una de las justificaciones la tenemos en Mateo 5,3-37: «Habéis oído también que se dijo a los antepasados: “No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos”. Yo digo que no juréis en modo alguno: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad de un gran Rey. Ni tampoco juréis por vuestra cabeza, porque ni uno solo de vuestros cabellos podéis hacer blanco o negro. Sea vuestro lenguaje “Sí, sí”, “no, no”, que lo que pasa de aquí viene del Maligno». [VOLVER]
[29] Entre los que admiten que se celebró la reunión de Saint-Félix, hay otra controversia sobre qué sucedió allí. Unos creen que Nicetas (a menudo llamado Niquinta) formuló la ley dualista convenciendo a los cátaros del Languedoc de que se pasaran del «dualismo mitigado» al «dualismo absoluto», siendo este último un credo más duro que postulaba una divinidad diabólica casi igual. Otros sostienen que el relato de la autoridad dogmática de Nicetas es infundado, provocado por una interpretación errónea de la última década del siglo XIX (del historiador Ignaz von Dollinger) y repetida involuntariamente por generaciones de historiadores a lo largo de todo el siglo XX. Lo que sí es cierto es que Nicetas previno a los cátaros del Languedoc contra el divisionismo y aprobó su organización diocesana. [VOLVER]
[30] El caradura de Gregorio VII aún hoy nos deja pasmados. En un volumen de su correspondencia, los historiadores hallaron una lista con las siguientes declaraciones: «Nadie puede juzgar al Papa; la Iglesia romana nunca se ha equivocado y nunca se equivocará hasta el fin de los tiempos; la Iglesia romana fue fundada sólo por Cristo; sólo el Papa puede destituir y restituir a obispos en su cargo; sólo él puede elaborar nuevas leyes, establecer nuevos obispados y dividir los antiguos; sólo él puede trasladar obispos; sólo él puede convocar concilios generales y sancionar derecho canónico; sólo él puede revisar sus propios juicios; sólo él puede llevar las insignias imperiales; puede deponer emperadores; puede liberar a individuos de su vasallaje; todos los príncipes deben besarle los pies» (R. W. Southern, Western Society and the Church in the Middle Ages, p. 102). [VOLVER]
[31] La iglesia del cardenalato de Lotario ya no existe. Tampoco la torre que se erigió en lo alto del arco de Septimio Severo. [VOLVER]
[32] En algunas de las reliquias que se hallaban en el Concilio de Letrán de 1198 puede haber un anacronismo de seis o siete años. Un montón de ellas se pusieron a la venta tras el saqueo de Constantinopla por los cruzados en 1204; así, algunos de los objetos enumerados tal vez no llegaron a Roma hasta después de aquel hecho. Por ejemplo, Enrico Dándolo, el taimado viejo dogo de Venecia, trajo de Constantinopla los leones que hay frente a la plaza de San Marcos, así como un trozo de la Cruz Verdadera, el brazo de san Jorge, un frasco con sangre de Cristo, y un trozo de la cabeza de Juan el Bautista (Marc Kaplan, «Le sac de Constantinople», en Les Croisades, ed. R. Delort). [VOLVER]
[33] No obstante, al final Inocencio terminaría otra vez en San Juan de Letrán, cuando un contrariado pontificado del siglo XIX trasladó su cuerpo a esa iglesia como simbólica respuesta al liberalismo constitucional. Ahora descansa en el crucero su estatua yacente en piedra, en calma altiva y custodiada por un par de efigies que representan mujeres. Una sostiene la luz de la sabiduría; la otra, la bandera de la cruzada. Se rumoreó que esos restos habían sido trasladados desde Perugia a Roma en la maleta de un seminarista que viajaba en tren, en un compartimiento de segunda clase. [VOLVER]
[34] No hay pruebas documentales que demuestren que el joven Lotario quedara impresionado por la canonización de Thomas Becket en la vecina Segni. No obstante, es una suposición bastante razonable que han repetido varios de los biógrafos de Inocencio. Jane Sayers, en su Innocent III, afirma que Lotario visitó la capilla del santo en Canterbury en un viaje a Gran Bretaña como estudiante (p. 19). En «Lotario dei Conti di Segni becomes Pope Innocent III» (de Pope Innocent III and his World, ed. J. C. Moore), el historiador Edward Peters data la visita en 1185 o 1186 (p. 10). [VOLVER]
[35] En A History of Christianity [Historia del Cristianismo, Vergara, 1999] (p. 267), de Paul Johnson, se evoca la visita que en 1511 hizo el erudito holandés Erasmo a la capilla de St. Thomas en Canterbury: «El relato de Erasmo deja claro que quedaron fuertemente impresionados por lo que vieron. Las riquezas que adornaban la capilla eran asombrosas. Erasmo las consideró incongruentes, desproporcionadas, tesoros “ante los que Midas o Creso habrían parecido mendigos”; treinta años después, agentes de Enrique VIII sacaron de allí 141,5 kilos de oro, 125,4 de plata dorada, 149,8 de plata pura y 26 carretadas de otros tesoros». [VOLVER]
[36] Esta perla de misoginia se cita en el clásico Western Society and the Church in the Middle Ages (p. 315) de R. W. Southern. En otras citas seleccionadas Southern hace observaciones sobre el hecho de que la Iglesia había vuelto la espalda a las mujeres. Una de las más destacadas la escribió un abad premontresiano: «Nosotros y toda nuestra comunidad de clérigos, reconociendo que la perversidad de las mujeres es mayor que todas las demás perversidades del mundo, y que no hay cólera como la de las mujeres, y que el veneno de áspides y dragones es más fácil de curar y menos peligroso para los hombres que la familiaridad con las mujeres, hemos decretado unánimemente, por la seguridad de nuestra alma no menos que por la de nuestro cuerpo y nuestros bienes, que bajo ningún concepto acogeremos a más hermanas que provoquen nuestra perdición, sino que las evitaremos como si fueran animales venenosos». [VOLVER]
[37] El caballero católico que hizo esta asiduamente citada confesión al obispo Fulko era Pons-Adhémar de Roudeille. La anécdota está relacionada con Guillaume de Puylaurens. [VOLVER]
[38] Pierre Autier, líder del renacer cátaro en la primera década del siglo XIV, enseñaba que, si uno quería unirse al buen Dios, en la última encarnación debía ser un hombre. La idea de que las mujeres eran sumideros de pecado y corrupción, cuestión muy presente en el catolicismo medieval, parece haber surgido en el catarismo en la época de la persecución. Para un análisis juicioso y exhaustivo de las creencias cataras, véase el excelente Le Vrai Visage du catharisme, de Anne Brenon. [VOLVER]
[39] También aquí debería consultarse el trabajo de la historiadora Anne Brenon, en especial Les Femmes cathares. El papel de las mujeres en el catarismo, largamente desatendido por los historiadores católicos y protestantes a la greña sobre las consecuencias doctrinales del dualismo, se considera actualmente uno de los aspectos sociológicos más notables de la herejía. De las grandes matriarcas cataras, la más notoria fue sin duda Blanche de Laurac. Cuando quedó viuda, Blanche y su hija más joven, Mabilia, recibieron el consolamentum y dirigieron un hogar cátaro en Laurac, la ciudad que daba su nombre a la región del Lauragais. Otra hija, Navarre, dejó a su marido —Esteban, señor de Servián— cuando éste se arrepintió de su herejía ante Domingo. Navarre se fue a Montségur. Otra de las hijas de Blanche, Esclarmonde, emparentó con el clan Niort y llegó a ser la madre de la familia más peligrosa de la historia de los cátaros. La última de las hijas de Blanche fue Geralda de Lavaur, creyente cátara asesinada por los cruzados en 1211. El único hijo de Blanche fue Aimery de Montréal. [VOLVER]
[40] Formaban parte de la fallida embajada el jefe de los cistercienses, Henri de Marcy; un poderoso cardenal, Pedro de Pavía, y los obispos de Bourges y Bath. Marcy regresó en 1181, al frente de una fuerza armada, y tomó Lavaur, una población situada entre Albi y Tolosa que tenía fama de hereje. Aunque la ocupación de Lavaur por Marcy fue efímera, se había establecido un siniestro precedente. [VOLVER]
[41] Vidal no era de ningún modo el único trovador de la corte de Raimundo. En efecto, el secretario del conde fue muchos años Peire Cardenal, consumado compositor de sirventés: canciones rimadas que, por lo general, arremetían contra los enemigos del hombre que las encargaba. [VOLVER]
[42] El efecto de fraccionamiento de las herencias divisibles, que hacía maravillas con las mujeres perfectas de bajo mantenimiento, era desastroso para sus parientes de la pequeña nobleza, cuyo apoyo necesitaba Raimundo. En la primera década del siglo XIII, muchos pueblos y ciudades tenían entre treinta y cincuenta «coseñores feudales» —cincuenta en Lombers, treinta y cinco en Mirepoix (Walter L. Wakefield, Heresy, Crusade, and Inquisition in Southern France, 1100-1250, p. 52)—, como consecuencia de divisiones sucesivas, con lo que todos los implicados estaban más o menos arruinados o peleando entre ellos por unos cuantos y remotos acres de viñedos. Pocos nobles podían contar con una dotación militar estable. El recurso a los routiers (mercenarios armados) independientes para resolver las disputas sólo aumentaba la anarquía. Esos routiers, a menudo hijos menores sin tierras procedentes del vecino reino de Aragón, destacaban por quedarse más tiempo de lo conveniente y hacer estragos entre los aterrados campesinos. [VOLVER]
[43] La estimación se refiere al año 975 (Michael Costen, The Cathars and the Albigensian Crusade, p. 5). [VOLVER]
[44] Raimundo VI escribió al Papa sobre la sagrada matanza perpetrada por sus cruzados al tomar por asalto las mezquitas y sinagogas de Jerusalén en 1099: «Y si deseáis conocer qué fue del enemigo que allí encontramos, sabed que en el pórtico de Salomón y en su templo nuestros hombres cabalgaron con la sangre de los sarracenos que llegaba a las rodillas de los caballos». Según fuentes cristianas, fueron diez mil las víctimas; fuentes árabes afirman que la cifra de muertos llegó a cien mil. (Friedrich Heer, The Medieval World [El mundo medieval (Europa 1100-1350)], p. 135). [VOLVER]
[45] En el puerto de Trípoli hay todavía una ciudadela Saint-Gilles. En el idioma local recibe el nombre de Qal’at Sinjil. [VOLVER]
[46] El golpe de gracia llegó en la década de 1930, cuando el claustro de Saint-Pons fue trasladado a Toledo, Ohio. [VOLVER]
[47] La famosa disputa entre Inocencio y el arzobispo Berengar duró más de diez años. El corrupto prelado, que utilizaba mercenarios para recaudar sus diezmos, pudo mantenerse tanto tiempo en su lucrativo cargo pese al disgusto papal gracias a sus espléndidas conexiones familiares. Era el hijo ilegítimo de un conde de Barcelona y el tío bastardo del rey Pedro II de Aragón. [VOLVER]
[48] Guillaume de Puylaurens cuenta la anécdota en su prólogo a la Chronica. Guillaume, acaso exagerando la difícil situación de la Iglesia para justificar el posterior llamamiento a la cruzada, dijo a continuación: «Cuando los clérigos se mostraron en público ocultaron sus pequeñas tonsuras peinándose el largo cabello de atrás hacia delante» (Zoé Oldenbourg, Massacre at Montségur). [VOLVER]
[49] La expresión también tenía el significado literal de liberar siervos. Según la costumbre germánica, cualquier siervo que residiera un año y un día en una ciudad quedaba automáticamente dispensado de sus anteriores obligaciones feudales (Charles T. Wood, The Questfor Eternity, p. 88). [VOLVER]
[50] Para valoraciones eruditas del extraordinario clima de libertad en la Tolosa medieval, véase el trabajo de J. H. Mundy, especialmente su Men and Women at Toulouse in the Age of the Cathars. [VOLVER]
[51] El lamento es de Guillaume de Puylaurens. Su crónica es la principal fuente de información sobre los debates. [VOLVER]
[52] Sobre si la mujer perfecta a la que iban dirigidas esas groseras palabras era Esclarmonde de Foix, la opinión de los estudiosos está dividida. Naturalmente, los defensores de los mitos del «país cátaro» incluidos en el epílogo dan por supuesto que era Esclarmonde. Otros creen que era su prima. [VOLVER]
[53] En un debate celebrado en 1207, Arnold Hot soltó una retahila impresionante. El san Juan a quien se refería no era el Evangelista sino Juan de Patmos, el místico que escribió las Revelaciones: «[La] Iglesia de Roma es la Iglesia del Maligno y sus doctrinas son las de los demonios, es la Babilonia a la que san Juan llamó la madre de la fornicación y la abominación, ebria de la sangre de santos y mártires […] ni Cristo ni los apóstoles establecieron el orden existente de la misa» (citado en Joseph R. Strayer, The Albigensian Crusades, p. 22). [VOLVER]
[54] El historiador Michel Roquebert ha refutado con eficacia la idea, largo tiempo defendida por los apologistas de la ortodoxia, de que el asesinato de Pierre de Castelnau hizo que Inocencio actuara de manera prematura. En realidad, Inocencio estuvo intentando organizar una cruzada contra el Languedoc desde el principio de su pontificado. Véase Michel Roquebert, L’Epopée cathare, vol. 1, pp. 132-133. [VOLVER]
[55] Cuando visité Fanjeaux en el verano de 1998, una monja dominica coreana me enseñó amablemente el convento y me indicó dónde había tenido lugar el milagro. Cuando ya me iba, la religiosa me pidió que firmara en el libro de visitas. Advertí que el último visitante había sido un español que había firmado hacía varios meses; había escrito: «Te perdono, Domingo, burro, no supiste lo que hacías». [VOLVER]
[56] La confesión de Domingo en su lecho de muerte sobre su preferencia por la compañía de muchachas jóvenes aparece en Les Predestines, de Georges Bernanos (p. 77). [VOLVER]
[57] Aquéllos que sean lo bastante mayores para acordarse de los gorjeos de la monja belga que en 1963 logró un gran éxito con una canción sobre santo Domingo, quizá se sorprendan de saber que uno de los versos tiene que ver con los cátaros. Coro y estrofas en francés: «Dominique, ñique, ñique I S’en allait tout simplement / Routier pauvre et chantant / En tous chemins, en tous lieux / Il ne parle que du bon Dieu / Il ne parle que du bon Dieu… A l’epoque oú Jean-sans-Terre / D’Anglaterre était le roi / Dominique, notre Pére / Combattit les Albigeois». Ahora en español: «Dominique, ñique, ñique / simplemente se marchó / Pobre, caminando y cantando / por los caminos / sólo habla del Señor / sólo habla del Señor… / En la época Juan Sin Tierra / de Inglaterra era el rey / Domingo, nuestro padre / con los albigenses estaba en guerra». [VOLVER]
[58] El primer biógrafo de Domingo, un fraile dominico llamado Jordano de Sajonia, hizo hincapié en el piadoso pacifismo del español. Otros no estaban tan seguros. Etienne de Salagnac, dominico de mediados del siglo XIII, escribió que, en una ocasión, un exasperado Domingo pronunció un sermón en Prouille: «Durante varios años os he dirigido palabras de paz. Os he aconsejado; os he implorado con lágrimas. Pero como dice un conocido refrán en España, “Si no es por las buenas, será por las malas”. Ahora levantaremos a príncipes y prelados contra vosotros, y ellos, ¡ay!, a su vez reunirán naciones y pueblos enteros, y muchos moriréis por la espada. Caerán las torres, y las murallas serán reducidas a escombros, y todos vosotros seréis reducidos a la servidumbre. Así, prevalecerá la fuerza donde la amable persuasión ha fracasado». Si Domingo dijo algo tan profético sólo puede ser objeto de conjeturas. Más bien parece la invención de alguien que recuerda, y tal vez trata de justificar, la cruzada de los albigenses. [VOLVER]
[59] No hay duda de que Pierre de Vaux de Cernay, nuestra fuente, habría estado encantado con el apuro de Raimundo. En algún lugar de su Hystoria albigensis, el cronista llama al conde de Tolosa «miembro de Satán, hijo de la perdición, criminal empedernido, masa pecaminosa». [VOLVER]
[60] La cuestión de quién —si no fue Raimundo— ordenó el asesinato de Pierre de Castelnau puede aún inflamar la imaginación, más o menos igual que le ocurriera a Oliver Stone en JFK. En la novela histórica de Jean-Jacques Bedu Les Terres de feu, se esboza con claridad la teoría de la conspiración que circula en ambientes neocátaros. El acusado no es otro que Arnaud Amaury, el colega de Pierre. Si ese día, Arnaud estaba con Pierre —como algunos creen—, entonces ¿por qué el asesino sólo mató a un legado? ¿Y cómo sabía el asesino a quién acuchillaba? ¿Y por qué no se deshizo de los testigos? ¿Quién tendió la trampa del perjurio para que Raimundo no pudiera probar su inocencia? ¿Y por qué no acusaron a Raimundo? Por fin, ¿quién sacó provecho del asesinato? Raimundo no, desde luego. ¿Quién, como consecuencia del asesinato, acabó dirigiendo una cruzada, aplastando a los Trencavel y utilizando la fuerza para colocarse en una posición muy lucrativa como arzobispo de Narbona? Arnaud Amaury. No es imposible, aunque ningún jurado de fuera del Languedoc lo declararía culpable. [VOLVER]
[61] El clero no usaba el término «cruzada». Se la denominó negotium pacis et fidei (empresa de paz y fe). [VOLVER]
[62] La fuente es Vaux de Cernay. Aún se puede ver la tumba. [VOLVER]
[63] En la actualidad es el puerto croata de Zadar. [VOLVER]
[64] La primera cruzada inició lo que se convertiría en una triste tradición. Al marchar por Europa en 1096, los cruzados asesinaron a doce judíos en Spier, veintidós en Metz, quinientos en Worms y mil en Mainz (Paul Johnson, A History of Christianity [Historia del Cristianismo], p. 245). [VOLVER]
[65] Este plan tramposo de Inocencio se ajustó a la carta. La correspondencia se cita en la mayoría de las obras sobre los cátaros. He utilizado la versión de Joseph R. Strayer de The Albigensian Crusades (pp. 58-59). [VOLVER]
[66] El carácter taimado de Raimundo de Tolosa era insondable. En el invierno de 1208-1209, intentó llegar a un acuerdo de defensa común con Raymond Roger Trencavel pero, por razones que se ignoran, se rompieron las negociaciones y cada uno se fue por su lado. Los historiadores de la cruzadas aún están divididos sobre si el conde Raimundo fue sincero al tratar de formar esa alianza. [VOLVER]
[67] Los tres cronistas de Béziers eran Tudela, Vaux de Cernay y Puylaurens. Ninguno fue testigo ocular de los hechos. En este capítulo, a menos que se diga lo contrario, el relato más completo —el de Guillermo de Tudela en la Canso— constituye la base de la narración. Para las citas textuales sobre los incidentes de Béziers he utilizado la excelente versión de Janet Shirley. [VOLVER]
[68] Hay controversia sobre si esta lista incluye a todos los cátaros de la ciudad o sólo a los perfectos. La mayoría cree que el número es demasiado bajo para abarcar a todos los crecientes de Béziers, que en aquella época era una ciudad bastante grande. Junto a un par de nombres aparecen anotaciones que indican que algunos de los herejes buscados quizá no eran cátaros sino valdenses. [VOLVER]
[69] Como se describe en el famoso The Gnostic Gospels [Los evangelios gnósticos] de Elaine Pagels, los escritos antiguos desenterrados en 1945 en Nag Hammadi, Egipto, dan fe del amplio abanico de creencias cristianas que fueron aplastadas por la emergente ortodoxia de Roma. Con respecto a la posición de Magdalena como la primera de los apóstoles son especialmente interesantes el Evangelio de María, el Evangelio de Tomás y el Diálogo del Salvador; en este último se dice que María era «la mujer que conocía el Todo». [VOLVER]
[70] Entre los historiadores hay un consenso bien fundado sobre el hecho de que Raimundo no participó activamente en las acciones de los cruzados. Teniendo en cuenta su posterior incompetencia militar, es improbable que ensillara y cabalgara a ninguna parte cuando se advertían signos de batalla. Asimismo, parece que fue muy querido por todos en el Languedoc; si hubiera participado en la masacre de Béziers, habría habido occitanos que le hubieran guardado rencor. Por último, Raimundo siempre se mostró reacio a hacer daño a sus compatriotas del sur. [VOLVER]
[71] Guillermo de Tudela, autor de esta sección de la Canso, transcribe estas palabras textuales. A menos que se indique en el texto, las citas son de la Canso. [VOLVER]
[72] Actualmente Cabaret se llama Lastours, por las ruinas de las cuatro torres de castillos que salpican su ladera. [VOLVER]
[73] La expresión es de Guillermo de Tudela. En una nota al pie, la traductora Shirley señala irónicamente: «La balena, ballena, es la palabra que rima; no hay ninguna razón para suponer que las ballenas medievales fueran un prototipo de la estupidez» (p. 20). [VOLVER]
[74] También aquí Guillermo de Tudela transcribe las palabras textuales en la Canso. [VOLVER]
[75] Aunque todas las fuentes se deslizan con sospechosa velocidad sobre el incidente, están en desacuerdo sobre lo que se ofreció exactamente a Raymond Roger. En la Chronica, Guillaume de Puylaurens dice que fue el joven Trencavel quien se rajó y accedió a que lo retuvieran como rehén. Pierre de Vaux de Cernay, que no hace mención alguna al fracasado intento de mediación del rey Pedro, da a entender que la cruzada siempre quiso mantener al vizconde cautivo indefinidamente. Parece que en la Canso falta un pasaje sobre ese momento crucial. Para un análisis completo del incidente, véase el volumen 1 de L’Epopée cathare (pp. 275-278). [VOLVER]
[76] El texto occitano se ha sacado de Le Troubadour Peire Vidal, sa vie et son ocuvre (Les Belles Lettres, París, 1961). [VOLVER]
[77] Algunos de los defensores de Simón de Montfort —la más reciente, Dominique Paladilhe en Simón de Montfort et le drame cathare (pp. 115-119)— señalan que no fue el norteño quien durante los años de la cruzada inició esta horrible costumbre de mutilar. En el invierno de 1210, un noble occitano singularmente violento, de nombre Gerald de Pépieux, cortó los rasgos faciales a un grupo de cruzados que había capturado. Por lo general, los que tratan de excusar la conducta de Simón silencian la verdadera dimensión de su respuesta en Bram, así como su presencia en el saqueo de Béziers. [VOLVER]
[78] El más joven Simón de Montfort es el mejor conocido por los estudiantes de historia británica. Cabecilla del grupo de señores contrarios al espíritu aventurero exterior y al carácter derrochador del rey Enrique III, Simón logró que su monarca aceptara las Disposiciones de Oxford (1258) y las Disposiciones de Westminster (1259), en virtud de las cuales un consejo de nobles ejercería cierto control sobre el tesoro y los nombramientos reales. El rey incumplió el acuerdo, y en 1264 se produjo una guerra civil. Antes de caer muerto en la decisiva batalla de Evesham, en 1265, Simón había empezado a convocar a su parlamento a caballeros y ciudadanos de menos categoría; así se inició la costumbre institucional que, tras madurar, daría paso a la Cámara de los Comunes. [VOLVER]
[79] El adalid de la idolatría homoerótica a Simón de Montfort es, sin lugar a dudas, Fierre de Vaux de Cernay. El autor de la Hystoria albigensis habla del «elegante rostro» de Simón, de sus «anchas espaldas», «brazos musculosos», «torso agradable», «miembros ágiles y flexibles» (Paladilhe, Simón de Montfort, p. 25). [VOLVER]
[80] En una bonita coincidencia léxica, el jefe de los gruñones que estaban preocupados de que los herejes pudieran huir era un señor francés, Robert de Mauvoisin, nombre que recuerda el de la infame catapulta, la Malvoisine. A menos que se indique en el texto, todos los incidentes y palabras textuales que siguieron a la rendición de Minerve son atribuibles a la Hystoria. [VOLVER]
[81] Aunque parezca extraño, la persona responsable de su cambio de opinión fue Matilde de Garlande, madre de Bouchard de Marly, el cruzado que estuvo cautivo en Cabaret. Al parecer, Matilde las sacó de la hoguera de un tirón justo cuando las llamas empezaban a prender. [VOLVER]
[82] Antes de ir a Roma a quejarse al Papa, Raimundo había ido a París a quejarse al rey. Felipe Augusto escuchó amablemente pero no hizo nada para ayudar al acosado conde. [VOLVER]
[83] Inocencio no era el único clérigo que utilizaba esta imagen. En la Edad Media se trataba de una metáfora muy habitual para referirse a las herejías; se hacía eco de un pasaje del Cantar de los Cantares (2,15). [VOLVER]
[84] Pierre de Vaux de Cernay se refiere a las lágrimas de Raimundo, que atribuye de inmediato a «la rabia y la felonía» más que «al arrepentimiento y la devoción». [VOLVER]
[85] Pedro hizo lo imposible por afianzar la paz y, en el proceso, ambos bandos mantuvieron un equilibrio precario. Ofreció a su hijo en matrimonio a la hija de Simón. La guerra rompería esos esponsales. Al mismo tiempo, casó a su hermana con el hijo de Raimundo. Dado que Raimundo VI ya estaba casado con otra hermana de Pedro, él (Raimundo) y su hijo pasaron a ser cuñados, relación ante la cual se enarcaron unas cuantas cejas. En el asunto de los Trencavel, Pedro se comportó de manera tan razonable como cabía esperar. A cambio de que Simón accediera a pagar una pensión a Agnes de Montpellier —viuda de Raymond Roger de Trencavel— Pedro reconocía su legitimidad. A continuación, Agnes y su pequeño Raimundo se trasladaron a Aragón, donde vivieron con la familia real. Tras alcanzar la edad adulta, el hijo desheredado cruzaría por dos veces los Pirineos y trataría de reclamar Carcasona. [VOLVER]
[86] La ultrajante oferta de Arnaud sólo aparece en la Canso, lo que llevó a muchos historiadores a poner en tela de juicio la realidad de la propuesta. Uno de los escépticos más influyentes es Joseph R. Strayer, quien, en The Albigensian Crusades, llama a Guillermo de Tudela «escritor no del todo fiable» (p. 78). No obstante, en el mismo pasaje Strayer admite que el tenor general de las demandas es razonable. [VOLVER]
[87] Entre los grandes señores de la cruzada de 1211 se contaban Robert de Courtenay (primo hermano de Raimundo VI de Tolosa), Juhel de Mayenne, Pierre de Nemours y Enguerrand de Coucy. El último debería sonarles a los que han leído A Distant Mirror, de Barbara Tuchman, un relato de la familia Coucy en el «calamitoso siglo XIV». El Enguerrand de Lavaur es un antepasado del héroe de Tuchman del mismo nombre. Fue nuestro Enguerrand quien, en 1225, comenzó la construcción del gran castillo de Coucy-le-Cháteau-Auffrique, que aparece de forma tan destacada en el relato de Tuchman. Los alemanes volaron la fortaleza de Coucy —el castillo medieval más espléndido de Francia— en su retirada estratégica del Noyon Salient en 1917, uno de los actos de vandalismo más devastadores y gratuitos de la Gran Guerra. [VOLVER]
[88] El número de pecadores y soldados de Fulko crece según las fuentes consultadas, desde unos centenares hasta cinco mil. Lo que sí es cierto es que esos hombres eran agitadores de la ortodoxia. Debido a la costumbre, he optado por seguir el ejemplo de Joseph Strayer y siempre me he referido al obispo como Fulko. En algunos relatos aparece como Foulquet cuando era trovador y Foulque o Foulques en su posterior encarnación como obispo. [VOLVER]
[89] El asesinato en masa de Montgey conmocionó profundamente a los cronistas y clérigos de toda Europa. En primer lugar, era la primera matanza masiva de peregrinos en los veinte años de cruzada. Además, la acción de mutilarlos y rematar a los heridos se dejó en manos de campesinos y villanos, lo que constituía una transgresión casi intolerable del orden social. Puestos a buscar excusas, esto podría justificar la crueldad de Simón de Montfort con Geralda y los ochenta caballeros de Lavaur, que violaba todas las costumbres habituales con los nacidos de noble cuna. Cerca de la actual Montgey, en un calvario del pueblo de Auvezines, junto a la carretera, hay una placa en recuerdo de la columna de peregrinos armados. Ahí tenemos una incongruencia puntual: debe de ser la única placa en Francia que lamenta la muerte de los integrantes de un ejército alemán invasor. [VOLVER]
[90] El pueblo de Montréal no guarda relación alguna con la gran ciudad que hay junto al río San Lorenzo. Primero guarnición romana, la suave elevación se convirtió en pueblo en el siglo IX y debe su nombre a una degeneración del latín Mons Regalis (montaña real) o Mons Revelatus (montaña pelada). Se dice que el nombre de su hermana cátara, Fanjeaux, deriva de Fanum Jovis (templo de Júpiter). La narración en que el voluminoso cadáver de Aimery derriba el cadalso tiene su origen en la Hystoria de Vaux de Cernay. La altura media de los guerreros de la Francia del siglo XIII no llegaba al metro sesenta. En cuanto a Geralda, un cronista católico posterior afirmó que ella y Aimery tuvieron varios hijos nacidos de sus incestuosas relaciones, una difamación bastante corriente de la que eran objeto los herejes. [VOLVER]
[91] Alfonso VII de Castilla, Sancho VII de Navarra, Alfonso II de Portugal y Pedro II de Aragón. [VOLVER]
[92] Al final de su carta fechada el 21 de mayo de 1213, Inocencio apercibió a Pedro: «Éstas son las órdenes que vuestra Alteza Serenísima está invitado a obedecer, hasta el último detalle; de lo contrario… nos veremos obligados a amenazaros con la Ira Divina y tomar medidas contra vos cuyo resultado será un sufrimiento de daño severo e irreparable» (Zoé Oldenbourg, Massacre at Montségur, p. 163). Es asombroso que en apenas diez meses Pedro pasara de héroe de la cristiandad —la batalla de las Navas de Tolosa había tenido lugar en julio de 1212— a peligro para el Papa. [VOLVER]
[93] Pierre de Vaux de Cernay relata esta acción reveladora por parte de un nervioso Simón. De su crónica procede gran parte de nuestra información sobre los actos de este último. Debería señalarse que, desde enero de 1213 hasta mayo de 1214, Vaux de Cernay se encontraba en Francia; por tanto, no estuvo presente en la fatídica batalla. Sin embargo, tan pronto como regresó al Languedoc y se reincorporó a la cruzada, habló con Simón y sus hombres sobre los hechos acaecidos. [VOLVER]
[94] Existen dos dudosos relatos histórico-eróticos sobre lo que hizo Pedro antes de la batalla. En el primero, Pedro escribe una carta a una dama casada de Tolosa en la que declara que su única razón para luchar es impresionarla lo suficiente para meterse en su cama. Vaux de Cernay cuenta que la carta de Pedro fue interceptada por un prior de Pamiers y mostrada a Simón de Montfort mientras éste marchaba hacia Muret. Simón dio muchas muestras de desaprobación con respecto a la indecencia de los motivos del rey. Los historiadores, aunque no dudan de la existencia de la carta de Pedro, creen que ésta era un saludo poético normal redactado en el cortés lenguaje de la época, dirigido a una de sus hermanas de Tolosa; no hay que olvidar que los dos Raimundos, el mayor y el joven, habían emparentado con la casa real aragonesa. De modo significativo, Vaux de Cernay no revela la identidad de la destinataria. El otro rumor es que, tras sus actividades amorosas en la víspera de la batalla, Pedro estaba tan cansado que por la mañana apenas podía tenerse en pie. Esto aparece en el Llibre deis feyts, una crónica que el hijo de Pedro encargó cuando llegó a la edad adulta y se convirtió en el rey Jaume (o Jaime) el Conquistador. Aunque deliciosa (e improbable), se cree que la historia fue invención de un cronista catalán que quería explicar cómo el por lo demás imbatible Pedro pudo encontrar la muerte en el campo de batalla. El pobre estaba exhausto, así que no perdió en buena lid. [VOLVER]
[95] El insulto está incluido en la Canso. Justo antes de Muret, el cronista anónimo (véase Manejo y fuentes principales) sustituye a Guillermo de Tudela. El hombre que habló de modo tan hiriente al conde Raimundo era Michel de Luesia, que ese mismo día, más tarde, murió luchando al lado de Pedro. [VOLVER]
[96] En los relatos contemporáneos, el preludio y las secuelas de la batalla son espléndidos en el detalle. No obstante, con respecto al verdadero combate de Muret hay una notable escasez de fuentes, como así también una extraordinaria falta de acuerdo sobre dónde se libró exactamente la batalla y la distribución de las tropas. La obra de Michel Roquebert, en el segundo volumen de su L’Epopée cathare, es ejemplar por su carácter exhaustivo y su consideración imparcial de las diferentes teorías. Sus conclusiones, incluido un pasaje de la batalla (pp. 167-236), guiaron mi breve evocación de la misma. Por ejemplo, el recorrido de los cruzados a lo largo del camino de sirga es una hipótesis de Roquebert. [VOLVER]
[97] El cronista anónimo puso por escrito las palabras de Simón en la Canso. [VOLVER]
[98] Según una piadosa leyenda —respaldada por una placa en la iglesia principal de Muret—, en la vigilia de la batalla Domingo inventó el ciclo de oraciones católicas conocido como rosario. Pero, ay, historiadores de la Iglesia demostraron hace tiempo que Domingo no se hallaba entre los clérigos de Muret ese aciago día de septiembre. [VOLVER]
[99] El descriptivo pasaje está en la Canso (p. 70, versión de Janet Shirley). [VOLVER]
[100] El lugar junto al río recibe el nombre de Le Petit Jofréry. Inundaciones producidas en 1875 y 1891 dejaron al descubierto cementerios improvisados y armaduras del siglo XIII (Dominique Paladilhe, Les Grandes Heures cathares, p. 154). [VOLVER]
[101] Para los sucesos del Concilio de Letrán me he basado en la obra de Brenda Bolton, «A Show with a Meaning: Innocent III’s Approach to the Fourth Lateran Council, 1215», Medieval History (1991), pp. 53-67, que a su vez dio lugar al artículo de S. Kuttner y A. García y García, «A New Eyewitness Account of the Fourth Lateran Council», Traditio 20 (1964), pp. 115-178. Hubo otro testigo presencial: el cronista Richard de San Germano. [VOLVER]
[102] El cronista es el anónimo de la Canso. Es posible que asistiera al Concilio de Letrán como parte del séquito de los Raimundo. Al menos habló con muchos de los principales participantes. Todos los discursos se encuentran en la Canso, y en general se cree que proporcionan una idea precisa de las discusiones verbales que allí tuvieron lugar. Se usa la versión de Janet Shirley. [VOLVER]
[103] Montauban, ciudad junto al río Tarn al noroeste de Tolosa, fue el otro centro importante que resistió al dominio de Simón de Montfort. [VOLVER]
[104] En su Hystoria albigensis, Pierre de Vaux de Cernay hace una impresionante lista de atrocidades cometidas por los tolosanos. No hay motivo para no creerle. [VOLVER]
[105] Aquí el testigo ocular no es Vaux de Cernay sino el cronista anónimo. En este capítulo, las citas textuales relativas al asedio están sacadas de la Canso, pero buena parte de los datos se hallan en la Hystoria y la Chronica. Las tres fuentes son prolijas en la descripción del gran sitio de Tolosa; sin embargo, sólo en la Canso hay mujeres que hacen funcionar la petraria que mató a Simón de Montfort. Este lance imprevisto del destino era demasiado hermoso para no repetirlo. [VOLVER]
[106] Es Guillaume de Puylaurens quien afirma que hervir el cadáver era una costumbre funeraria francesa. [VOLVER]
[107] El epitafio al que se refiere este admirable pasaje se ha perdido. En cuanto a la piedra funeraria que representa a Simón de Montfort, actualmente colocada en un muro del crucero de Saint-Nazaire, en Carcasona, se cree que es una mistificación. En 1982, expertos de Tolosa establecieron que la piedra fue labrada entre 1820 y 1829, a petición de Alexandre Dumége, un historiador local con una imaginación romántica excesivamente desatada (Michel Roquebert, L’Epopée cathare, vol. 3, p. 143). [VOLVER]
[108] La matanza provocó casi tantos comentarios como la de Béziers y para muchos cronistas del norte se convirtió en un elemento esencial. En la descripción de la Canso, el cronista anónimo despliega todos sus recursos: «Pero crecieron el clamor y el griterío, los hombres entraban en la ciudad con el acero afilado; empezó el terror y la matanza. Señores, damas con sus hijos, hombres y mujeres desnudados, todos aquellos hombres acuchillados y hechos pedazos con espadas cortantes. Carne, sangre y sesos, torsos, miembros y rostros partidos en dos, pulmones, hígados e intestinos arrancados y arrojados a un lado yacían en campo abierto como si hubieran llovido del cielo. Pantanales y buenas tierras, todo era rojo sangre. No quedó con vida ningún hombre ni mujer, ni viejos ni jóvenes, ninguna criatura viva, a menos que hubieran logrado ocultarse. Marmande fue arrasada y pasto de las llamas». [VOLVER]
[109] La canción del trovador aparece traducida por Roger Depledge en Cathars, de Yves Rouquette, pp. 162-163. [VOLVER]
[110] Según una leyenda puesta hace tiempo en entredicho, se dejó que los restos de Raimundo VI se pudrieran y fuesen comidos por las ratas fuera de las puertas del cementerio, pero su verdadero destino final quizá resultara menos indecoroso. Justo antes de la Navidad de 1997, unos setecientos setenta y cinco años después de la muerte del conde, unos trabajadores que restauraban un edificio medieval de la ciudad vieja de Tolosa descubrieron un hasta entonces insospechado agujero en un muro que contenía un sarcófago de un noble del siglo XIII. En el momento de escribir estas líneas, se están llevando a cabo pruebas de ADN para determinar si su ocupante es el desaparecido Raimundo, y la siempre leal ciudad de Tolosa ha hecho la petición formal al actual Papa de que deje sin efecto la excomunión que aún pesa sobre su alma. Existe una leve esperanza de que los huesos hallados sean los de Raimundo VI. En la espléndida iglesia de Saint-Sernin de Tolosa hay un portal denominado la Puerta de los Condes, donde yacen miembros del clan Saint-Gilles de los siglos X y XI. Se han abierto algunos de estos sarcófagos, y se está analizando genéticamente el revoltijo de huesos de novecientos años de antigüedad. Si algunos de ellos pudieran «emparejarse» familiarmente con el montón encontrado en 1977 en el sarcófago oculto en el nicho de los antiguos cuarteles de Tolosa de los Caballeros Hospitalarios (más adelante, los Caballeros de Malta), la metrópoli del Garona construiría sin duda un digno mausoleo dedicado a su querido conde. El alcalde de Tolosa, Dominique Baudis, es en cierto modo un estusiasta cátaro. Su novela, Raimond «le cathare», cuenta una historia de Raimundo VI en primera persona, y cuando se publicó en 1996 tuvo una buena acogida en círculos neocátaros. Un grupo establecido en Tolosa, la Flamme Cathare (La Llama Catara), divulgó una petición —Manifesté por la Réconciliation— en que se solicitaba al papa Juan Pablo II que fuera a la iglesia de Saint-Sernin en el año 2000 y pidiera perdón al Languedoc por los actos de sus antecesores. El primer signatario de la petición era el alcalde Baudis. [VOLVER]
[111] Mientras sus nobles ayudaban a Simón de Montfort, el rey Felipe Augusto había estado hostigando a sus enemigos en campaña. En el año posterior a Muret, rechazó a una fuerza inglesa comandada por el rey Juan, que había sacado provecho de la agitación cátara para intentar ampliar sus dominios en el noroeste de Francia. En la decisiva batalla de Bouvines, el 27 de julio de 1214, derrotó a las tropas de Otto IV, el Sacro Emperador romano. Los alemanes quedaron neutralizados; los ingleses huyeron en desbandada. [VOLVER]
[112] En un bar de Montségur, varios clientes me aseguraron que amaury o maury es una palabra del dialecto local que significa «perdedor». Por desgracia, fui incapaz de encontrar una entrada semejante en ningún diccionario regional del Midi. [VOLVER]
[113] A la muerte del rey Juan de Inglaterra en 1216, su sucesor, el futuro Enrique II, sólo tenía nueve años. Los siempre díscolos señores de Gran Bretaña vieron la oportunidad de derrocar a los Plantagenet invitando a Luis a aceptar el trono. [VOLVER]
[114] Roquebert presenta argumentos en favor de un pánico colectivo en el capítulo 22, «Le Printemps de la grande peur», del volumen 3 de su L’Epopée cathare. [VOLVER]
[115] Al parecer, el persistente rumor fue difundido por estudiantes irreverentes del barrio Latino. Los escolásticos de la Ribera Izquierda tomaban a mal el poder de Romano en el Louvre y la Cité. Fue el cronista inglés Matthew Paris quien dio a conocer el rumor (Krystel Maurin, Les Esclarmondes…, p. 88). En cualquier caso, Blanca, como madre de once años, quizá creció recelosa de las consecuencias de la compañía masculina íntima. [VOLVER]
[116] Casi es seguro que Ugolino dei Conti di Segni era sobrino de Lotario. Se discute más sobre su fecha de nacimiento. En el pasado, los historiadores se han basado en informaciones proporcionadas por el cronista Matthew Paris, que afirmaba que Gregorio, al morir en 1241, estaba cerca de cumplir cien años. Actualmente se cree más probable que el sobrino de Inocencio fuera diez años más joven que su tío, lo que colocaría su año de nacimiento en torno a 1170. [VOLVER]
[117] El comentario se debe a Guillaume de Puylaurens, que en otro tiempo estuvo al servicio de Raimundo VII De las tres principales crónicas sobre los cátaros, la suya es la única que abarca estos años. [VOLVER]
[118] Quizá la cláusula más asombrosa del tratado afectaba al futuro del Languedoc. Jeanne, hija de Raimundo, fue obligada a casarse con Alphonse de Poitiers, hermano de Luis. A la muerte de Raimundo iban a heredar… aunque Raimundo hubiera tenido otros hijos. A continuación, la sucesión pasaría a los Capetos. Raimundo murió en 1249, tras haber dedicado los últimos veinte años de su vida a intentar hallar un modo de procrear un heredero masculino legítimo… quien, en cualquier caso, habría tenido que luchar para ver reconocidos sus derechos de nacimiento. Entonces el conde Alphonse gobernó Tolosa in absentia. Él y Jeanne murieron en 1271, con tres días de diferencia, sin haber tenido hijos, y el Languedoc quedó definitivamente anexionado al dominio real. [VOLVER]
[119] La Universidad de Tolosa, fundada en 1229, todavía funciona muy bien. La ciudad cuenta con unos cien mil estudiantes de enseñanza superior. [VOLVER]
[120] La justamente célebre Leonor determinó la política y la cultura dinásticas de la Europa del siglo XII. Nieta del primer trovador, Guillaume de Poitiers (Guilhelm de Poitou), recibió como dote el inmenso ducado de Aquitania. Su primer marido fue el rey Luis de Francia. Le dio dos hijas, lo acompaño en la desastroza segunda cruzada predicada por Bernardo de Clairvaux, y después, tras regresar a Francia logró que su matrimonio quedara anulado por razones de consanguinidad. Ese ardid de librarse del cónyugue no querido era una costumbre habitual entre los nobles: Leonor fue la iniciadora de esta práctica entre las mujeres. A continuación se casó con el conde Enrique de Anjou, once años más joven que ella, que llegó a ser el rey Enrique II de Inglaterra. Le dio numerosos hijos, defendió celosamente su independencia y por fin abandonó Inglaterra para presidir una luminosa corte de eruditos y trovadores en Anjou. Su vida ha inspirado un torrente de arte y de saber. En Medieval Lives, de Norman F. Cantor, una serie de viñetas imaginadas con personajes emblemáticos de la Edad Media, el capítulo dedicado a Leonor, «The Glory of It All» pone de manifiesto su importancia de una manera entretenida. Su relación con el drama cátaro es bastante clara: su hija Juana de Inglaterra se casó con Raimundo VI y engendró a Raimundo VII; otra hija, Leonor, se casó con Alfonso VIII de Castilla (que combatió en las Navas de Tolosa) y concibió a Blanca de Castilla. Así, Raimundo y Blanca eran primos hermanos. Sus hijos respectivos, Jeanne de Tolosa y Alphonse de Poitiers, se casaron según los términos del tratado. [VOLVER]
[121] Esta historia la cuenta Guillaume Pelhisson en su Chronica, traducida al inglés por Walter L. Wakefield como The Chronicle of William Pelhisson en Heresy, Crusade and Inquisition in Southern France, 1100-1250 (pp. 207-236). [VOLVER]
[122] Se cita el severo sermón de Inocencio en The Medieval World [El mundo medieval (Europa 1100-1350)] de Friedrich Heer (p. 220). Heer también halla un pasaje en De contemptu mundi de Inocencio, escrito antes de ser Papa, en el que se queja de los obispos que «por la noche abrazan a Venus y a la mañana siguiente honran a la Virgen María». [VOLVER]
[123] Entre los historiadores parece haber consenso sobre el hecho de que Conrado era un peligroso ser antisocial que arrojó a la hoguera a muchos inocentes. Heer, historiador de lengua alemana que escribió en la década de los cincuenta, hace una comparación implícita entre Conrado y Hitler. Las pruebas contra Robert le Bougre, instigador de una enorme hoguera en Mont Aimé, en la Champaña, son algo más ambiguas. Como señala Malcolm Lambert en The Cathars [La otra historia de los cátaros], «la exculpación de Robert como inquisidor arbitrario e intencionado no está aún justificada: un veredicto de no probado es lo que mejor se ajusta a las pruebas existentes» (p. 125). [VOLVER]
[124] La poco sincera carta del papa Gregorio aparece citada en Heer, The Medieval World [El mundo medieval (Europa 1100-1350)] (p. 217). [VOLVER]
[125] De Practica Inquisitionis, de Bernard Gui, citado en Massacre at Montségur, de Zoé Oldenbourg (pp. 307-308). [VOLVER]
[126] En su crónica, Guillaume Pelhisson se refiere a este lúgubre canto. [VOLVER]
[127] El encarcelamiento no tardó en ser una causa célebre en Tolosa, e incitó a ciudadanos antes inactivos a denunciar las acciones de los inquisidores. De manera inoportuna, el patán Jean Textor se convirtió públicamente al catarismo mientras estaba en prisión —recibió el consolamentum de un perfecto cautivo—, con lo que sus antiguos defensores quedaron en ridículo. Guillaume Pelhisson, quien narra la historia, reprime la risa ante el desconcierto de los partidarios de Textor. Después muchos de ellos fueron encarcelados… o algo peor. [VOLVER]
[128] La hoguera de 1234 de Montpellier es quizás el único caso en que la Inquisición ha hecho algo por los judíos. Hacia 1240, se habían vuelto las tornas definitivamente; el Talmud fue juzgado, declarado culpable y arrojado a la hoguera en París. Esto fue un simple preludio de varios siglos de actividades antijudías a cargo de los inquisidores (R. I. Moore, The Formation of a Persecuting Society, p. 10, y L. Poliakov, The History of Anti-Semitism, vol. 1, From Román Times to the Court Jetas, Elek Books, Londres, 1966, pp. 68-70). [VOLVER]
[129] El nombramiento pudo haber sido también un intento de arrebatar la institución del inquisidor de manos de los dominicos. En años posteriores, los dominicos y los franciscanos librarían indecorosas peleas barriobajeras que llevarían a un atasco la causa de la pureza doctrinal. En los Balcanes del siglo XIII, los frailes se enfrentaron enconadamente sobre la precedencia durante casi una década antes de que se creara la Inquisición. [VOLVER]
[130] La historia de Avignonet, como la mayoría de los hechos que siguen en el relato, se entresacó de interrogatorios de la Inquisición, en este caso los del hermano Ferrer, el inquisidor que se ocupó de los supervivientes de Montségur unos dos años después. La historia del cráneo del hermano Guillaume procede de la misma fuente. [VOLVER]
[131] No obstante, algunos hicieron el viaje. Uno de los señores que se embarcaron para luchar contra los franceses, y con ello ayudar indirectamente a Raimundo VII, era el cuñado del rey inglés, Simón de Montfort. Su padre, el Simón de Montfort de la cruzada de los albigenses, y su hermano mayor, Amaury, que había muerto en 1241 tras una década de servicio como Alto Condestable de Francia, sin duda se habrían revuelto en la tumba si hubieran visto ese cambio de lealtades. [VOLVER]
[132] El Tratado de Lorris. [VOLVER]
[133] El examen más escrupuloso del asedio de Montségur, sin recurrir a los mitos que normalmente envuelven la ciudadela del «país cátaro», es nuevamente la obra de Michel Roquebert, Montségur, les cendres de la liberté. [VOLVER]
[134] Guillaume de Puylaurens refiere el horror retrospectivo de los gascones. [VOLVER]
[135] No todos los crecientes que se unieron a los perfectos de Montségur en la hoguera eran piadosos. Guillaume de Lahille era uno de los tres faidits que dirigían el grupo asesino que asaltó los aposentos de los inquisidores en Avignonet. Lahille era hijo de una mujer noble perfecta a la que Guilhabert de Castres había administrado el consolamentum, junto a Esclarmonde de Foix y otras dos mujeres de elevado rango, en la concurrida ceremonia de Fanjeaux, en 1204. Lahille fue herido de gravedad en Montségur justo antes de la rendición y decidió acompañar a su tía perfecta, India, a la otra vida. Uno de sus cómplices, Bernard de Saint-Martin, también decidió recibir el consolamentum y, por tanto, condenarse. El tercer cabecilla de Avignonet, Guillaume de Balaguier, había sido capturado en las tierras bajas mucho antes del asedio a Montségur. Por su complicidad en los asesinatos, fue arrastrado atado a un caballo y después colgado. Véanse las notas de Jean Duvernoy a su traducción, Guillaume Pelhisson Chronique (1229-1244), pp. 103-104. [VOLVER]
[136] Se pueden encontrar extensas notas del testimonio de los frailes ocultos —un suceso bien documentado en esos años de traiciones— en el epílogo de Carol Lessing a The Albigensian Crusades de Joseph Strayer (pp. 225-228). [VOLVER]
[137] La letanía de crímenes se recopiló en el Concilio de Tarragona. Traducida y citada por Edward Peters en su Inquisition (p. 63), éste sostiene que la verdadera Inquisición no era en modo alguno tan temible como el mito creado por la Ilustración y la imaginación romántica. Escribe «inquisición» en minúscula cuando describe la institución histórica y en mayúscula cuando analiza el mito. He decidido seguir la costumbre aceptada: siempre en mayúscula. [VOLVER]
[138] La afortunada expresión se debe al inquisidor Bernard Gui, citada en L’Inquisition: Rempart de lafoi? de Laurent Albaret (p. 53). [VOLVER]
[139] Se desarrolló enseguida un culto en torno a la víctima, Pedro de Verona, un cátaro que se volvió predicador y luego inquisidor. Orador de gran carisma y obrador de milagros, Pedro fue asesinado por crecientes cerca de Milán. Según la leyenda, cuando yacía moribundo escribió la palabra credo con su propia sangre. Uno de los santos medievales más populares, fue venerado como san Pedro Mártir. Quiero añadir que este libro fue escrito mientras yo vivía en una antigua casa occitana de labranza llamada Mas D’En Pere Martre. Para turbación mía, tardé al menos un año en darme cuenta de que en mis señas constaba el nombre del personaje más famoso de la historia cátara italiana. [VOLVER]
[140] En un principio planeado para celebrarse cada siglo, el Jubileo acabó teniendo lugar cada cincuenta años, después cada treinta y tres, después cada veinticinco, hasta el momento presente, en que la perspectiva de un estallido milenario, un Jubileo que habría eclipsado incluso el de 1300, ha tenido en ascuas a la Roma contemporánea durante más de una década. Con respecto a los detalles sobre el Jubileo, estoy en deuda con Medieval Rome, de Paul Hetherington (pp. 78-81). [VOLVER]
[141] Esta estimación, que realizó el historiador J. M. Vidal en 1906, se cita en The Cathars [La otra historia de los cátaros] de Malcolm Lambert (p. 259). Lambert considera que el número es demasiado bajo, pero admite que no hay modo de hacer un recuento preciso. Para una mejor descripción, véase su capítulo «The Last Missionary» (pp. 230-271) sobre el resurgimiento de Autier. [VOLVER]
[142] En los años sesenta del siglo XX, Jean Duvernoy tradujo al francés los archivos de Jacques Fournier que se conservaban. Partiendo de esta versión, Emmanuel Le Roy Ladurie, en Montaillou, trazó un memorable retrato de la vida sexual, religiosa y social de los campesinos del siglo XIV. En el sitio web de la Universidad Estatal de San José, Nancy P. Stork ha traducido amablemente al inglés algunos extractos del archivo de Fournier: la dirección es www.sjsu.edu/depts/english/Fournier. Para una gratificación inmediata de la curiosidad lasciva, acudid al testimonio de Béatrice de Planissoles. [VOLVER]
[143] El singular detalle que podemos utilizar para contar la triste historia de Bélibaste lo debemos también a los archivos de la Inquisición. No se conserva la transcripción del interrogatorio de Bélibaste, pero el informe que Arnaud Sicre dio a Fournier en octubre de 1321 suministra abundantes detalles. Igual sucede con el testimonio del pastor Pierre Maury, que había sido liberado imprudentemente por los hombres que detuvieron a Bélibaste en Tirvia. Maury fue detenido de nuevo en Mallorca dos años después. La historia de los últimos perfectos del Languedoc se convirtió en una muy lograda novela, Bélibaste, escrita por Henri Gougaud. [VOLVER]
[144] El castillo todavía permanece en pie y no ha sufrido muchas transformaciones desde la época de los cátaros. El pintoresco pueblo celebra un concurrido fin de semana medieval cada mes de julio en el que queman una efigie del pobre Bélibaste. [VOLVER]
[145] La canción pertenece al álbum de Francis Cabrel Quelqu’un de l’interieur. La escultura al borde de la carretera también se llama Les chevaliers d’Oc. [VOLVER]
[146] Las credenciales anticlericales de Napoleón Peyrat quedaron muy maleadas cuando, poco después de morir, su viuda, Eugénie, hizo una conversión muy pública al catolicismo. No obstante, está volviendo a escena, como se demuestra en la obra erudita colectiva dedicada a Peyrat en 1998: Cathares et camisards, l’oeuvre de Napoleón Peyrat (1809-1881). [VOLVER]
[147] La postura sostenida por los historiadores católicos del siglo XIX ha resonado a menudo en el siglo XX; a saber, que los cátaros eran adeptos de la religión fundada por Mani, el autoproclamado mesías de la Babilonia del siglo III. Muchos de los enemigos medievales de los cátaros se referían a cualquier dualista —en realidad, hereje— como maniqueo, y la asociación se daba por sentada. Historiadores del pensamiento cátaro ponen hoy seriamente en tela de juicio el magistral trabajo de 1947 de Steven Runciman en The Medieval Manichee, que recorrió una línea directa que partía de los gnósticos y pasaba por los maniqueos, los paulicianos (dualistas del siglo IX de Armenia y Tracia), los bogomilos (dualistas del siglo X de los Balcanes) y llegaba a las primeras herejías medievales. Según el consenso contemporáneo, los cátaros eran cristianos, el dualismo siempre había sido una rama underground del credo cristiano, y demostrar un vínculo directo entre los dualistas de la Antigüedad y los de la Edad Media es una tarea imposible, si no fuera de lugar. El acento del debate actual está puesto en si el catarismo constituyó una Iglesia, es decir, una jerarquía independiente con reglas, dogmas y organización coherentes. [VOLVER]
[148] Para un análisis completo del mito de Esclarmonde, así como del lugar que ocuparon otros personajes femeninos históricos (Blanca de Castilla, Etiennette de Pennautier, Agnes de Montpellier, Alice de Montmorency, etc.) que aparecen en el delirio neocátaro, véase la entretenidísima Les Esclarmondes…, de Krystel Maurin. [VOLVER]
[149] Citado en Charles-Olivier Carbonell, «D’Augustin Thierry á Napoleón Peyrat: Un Demi-siécle d’occultation», Cahiers de Fanjeaux 14 (1979), p. 161. [VOLVER]
[150] Citado en Jean-Louis Biget, «Mythographie du catharisme», Cahiers de Fanjeaux 14 (1979), p. 279. [VOLVER]
[151] Citado en Michel Roquebert, «Napoleón Peyrat, le trésor et le “Nouveau Montségur”», Héresisl (1998), p. 365. [VOLVER]
[152] Para un examen completo de este extraño florecimiento de fin de siglo, véase Suzanne Nelli, «Les Néo-gnostiques. Jules Doinel évéque de Montségur», Héresis 7 (1998), pp. 121-129. [VOLVER]
[153] La obra de Péladan-Sar de 1906 sobre el Grial se tituló Le Secret des Troubadours: De Parsifal a Don Quichotte. Está agotada. [VOLVER]
[154] Los pedantes tal vez dirían que Emile Novis no es un anagrama de Simone Weil. En todo caso se parece, y en francés funciona fonéticamente. La relación de Weil con Roché se evoca brevemente en «Mythographie du catharisme», de Biget, p. 317. [VOLVER]
[155] Magre no estaba solo en la construcción de una galería imaginaria de retratos de personajes históricos, especialmente vivos cuando se trataba de mujeres. En Les Esclarmondes, Krystel examina el orgullo del lugar concedido a Esclarmonde de Foix en la mitología neocátara, pero también ofrece una descripción de los personajes femeninos secundarios que se sitúan en uno u otro lado de la línea divisoria entre brujas y cenicientas que aparece en las novelas y obras de teatro procátaras. Entre las especialmente denigradas, aparte de Alice de Montmorency, estaban Agnes de Montpellier y Blanca de Castilla; las mujeres glorificadas eran Geralda de Lavaur, la Loba y Béatrice de Planissoles. [VOLVER]
[156] La obra definitiva sobre la curiosa trayectoria de Otto Rahn es un libro de cuatrocientas páginas de cuidadosa investigación llevada a cabo por Christian Bernadac: Montségur et le Graal. Un resumen más conciso del fenómeno es «Otto Rahn entre Wolfram d’Eschenbach et les Néo-nazis», Héresisl (1998), pp. 165-179. Las palabras del perfecto ario, tomadas de Rahn, aparecen en un artículo de Viguier. Los rumores sobre la relación entre Rosenberg y Hitler con Montségur fueron difundidos sobre todo en Nouveaux Cathares pour Montségur, una novela de pretensiones históricas sobre Rahn publicada en 1969 por el escritor ultraderechista francés Marc Augier con el seudónimo de Saint-Loup. El relato del incidente de 1978 en el que se relacionaba a boy scouts alemanes con el robo de piedras en Montségur lo detalla Charles-Olivier Carbonell en «Vulgarisation et récupération: Le Catharisme á travers les mass-média», Cahiers de Fanjeaux 14 (1979), pp. 361-380. [VOLVER]
[157] De hecho, el misterioso cura de pueblo, Bérenguer Sauniére, había montado un chantaje de simonía por correspondencia, en virtud del cual colocaba anuncios en pequeñas publicaciones de toda la Europa católica ofreciendo decir —o sea, vender— misas. Amasó una fortuna. La historia de su descubrimiento del tesoro queda desenmascarada de manera concluyente en Rennes-le-Chateau, autopsie d’un mythe, de Jean-Jacques Bedu, que estudia detenidamente los libros de Sauniére. En cuanto a The Holy Blood and the Holy Grail, quedó muy embellecida en la obra de 1967 L’Or de Rennes, de Gérard de Sede, prolífico autor de trabajos sobre ocultismo que halló lectores crédulos en toda Francia. Holy Blood internacionalizó la mistificación de Sede y, para gran regocijo de todos los implicados, puso en entredicho las bases de la civilización judeocristiana. [VOLVER]