Prólogo

LA IZQUIERDA HA DOMINADO EL DEBATE DE LAS IDEAS EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS. Sobre todo, porque ha ganado la batalla de la imagen, y eso ha ocurrido en la mayor parte de los países occidentales. Las ideas de la izquierda han tenido mejor imagen que las ideas de la derecha. La siguen teniendo. Ni siquiera la realidad de unas dictaduras comunistas que fueron más asesinas que las nazi y fascista hizo mella en esa hegemonía. Tampoco lo han hecho los múltiples terrorismos inspirados en la izquierda. Y no está claro que lo vaya a hacer la actual crisis del socialismo.

El triunfo del concepto de progresismo es bien representativo de esa superioridad de imagen de una izquierda que ha conseguido imponer el mensaje de que sus ideas son positivas, transformadoras y generadoras de progreso. La misma izquierda ha difundido, también con notable éxito, un segundo mensaje según el cual las ideas de la derecha serían reaccionarias, o, lo que es lo mismo, negativas y contrarias al progreso. Algo reflejado por la izquierda en múltiples conceptos, en España, en el concepto de la caverna según el cual las ideas de la derecha serían contrarias al progreso y nos llevarían a la época de las cavernas.

Y el mensaje anterior ha tenido notable éxito, no solo porque la izquierda es mayoritaria en los centros de creación intelectual y en los medios de comunicación. También, porque la derecha, desde su condición de minoría intelectual, ha sido poco eficaz en la tarea de desmontar el mito progresista.

Mi objetivo en esta obra es ese, desmontar el mito del progresismo. Desvelar cuáles son algunas de las inquietantes cavernas del progresismo, las ideas que nada tienen que ver con el progreso deseable de la humanidad sino con el cuestionamiento de algunos de sus grandes logros en las conquistas de la libertad, de la igualdad o de la tolerancia.

He analizado la caverna terrorista de la izquierda en otras obras, pero queda aún mucho por decir en este campo, son tantos los lados oscuros del progresismo en su comprensión o justificación de algunos terrorismos. Y algo parecido ocurre con la caverna pacifista, o, lo que el progresismo llama pacifismo, triunfadora absoluta en términos de imagen como también en manipulación del lenguaje.

Sobre la caverna identitaria, probablemente es el lugar donde el progresismo comienza a ser más vulnerable ideológicamente. Ponerse en Europa del lado del islamismo en algunas de sus exigencias a las mujeres como el velo, aliarse con los nacionalismos étnicos o descalificar como xenófoba toda crítica a las leyes de inmigración tiene costes. Y la izquierda europea comienza a sufrirlos de una manera quizá parecida a como ya los sufrió la izquierda estadounidense en tiempos anteriores.

Y, sobre la caverna radical, no solo es la más sorprendente en términos de la amplísima impunidad ideológica con la que ha actuado. También hace muy vulnerable al progresismo de cara al futuro. Su última apuesta, el movimiento Indignados, un movimiento radical, populista y antiintelectual, da una idea de que las ideas progresistas sufren de agotamiento, de incapacidad de renovación, de pérdida de perspectiva. El ala más moderada del progresismo ha sido engullida por el ala radical y las cavernas van a hacerse aún más profundas.

Queda por ver si hay, si habrá, una alternativa intelectual poderosa, inspiradora y con capacidad de liderazgo frente al progresismo. En Estados Unidos, lo es del neoconservadurismo. ¿Y en Europa, en España? Todo está por ver, por hacer. También la primera tarea intelectual para ese nuevo liderazgo, desmontar el progresismo.