EL ANCHO DE BANDA DESENMASCARADO

DEL HILO AL OVILLO

Cuando era profesor adjunto en gráficos de ordenador, a finales de los años sesenta, nadie sabía exactamente lo que era eso. Los ordenadores no formaban parte de la vida cotidiana. Sin embargo, hoy día, magnates de sesenta y cinco años alardean de los bytes de memoria de sus Wizards o de la capacidad de sus discos duros. Algunos hablan, sin mucho conocimiento, de la velocidad de procesamiento de sus ordenadores (gracias a la excelente campaña de «Intel Inside») y con cierto cariño (o no) de las particularidades de sus sistemas operativos. Hace poco conocí a una mujer de la alta sociedad, rica y encantadora, que sabía tanto del sistema operativo del Microsoft que creó una pequeña empresa que asesoraba a los menos informados. Su tarjeta de visita decía: «Trabajo con Windows». El ancho de banda es otro cantar. Este concepto aún no se entiende, y en buena parte esto es debido a que la fibra óptica está haciendo que pasemos de un ancho de banda modesto a uno casi infinito sin pasos intermedios. El ancho de banda es la capacidad de pasar información a través de un canal determinado. Mucha gente se lo imagina como el diámetro de una tubería o el número de carriles de una autopista.

No obstante, estos paralelismos omiten algunas de las diferencias más sutiles e importantes entre los medios de transmisión (cobre, fibra, «ondas por el aire»). Pasan por alto nuestra capacidad de introducir más o menos bits por segundo en la tubería de cobre, de fibra, o de «aire», dependiendo de cómo diseñemos y modulemos la señal. Sin embargo, en términos generales, podemos definir las líneas telefónicas de cobre, las conexiones de fibra óptica y el espectro radiofónico de manera que nos ayuden a entender el movimiento de nuestros ingrávidos bits.

Los cables de cobre del teléfono, conocidos como «par trenzado» porque al principio venían trenzados como los cables de las viejas lámparas que aún podemos encontrar en algunos de los más antiguos y lujosos hoteles europeos, se consideran canales de bajo ancho de banda. Sin embargo, en Estados Unidos existe una red de líneas de teléfono de 60 000 millones de dólares que es capaz de transportar seis millones de bits por segundo con el módem apropiado. La palabra «módem» deriva de modulador-demodulador, el proceso de transformar bits en ondas y a la inversa. Un módem común realiza esta operación a una velocidad de 9600 bits por segundo o 9600 baudios. El «baudio», así llamado por Émile Baudot, creador de la clave Morse del télex, no es técnicamente igual a un bit por segundo (bps), pero ambos conceptos han llegado a utilizarse indistintamente, como lo hago yo en este texto.

Los módems más sofisticados pueden operar a 38 400 baudios (100 veces más lentamente que la capacidad potencial del cable de cobre de la mayoría de hogares norteamericanos). Así que el par trenzado es como la tortuga en el cuento de la tortuga y la liebre: lento, pero no tanto como se nos ha hecho creer.

Imaginemos que la fibra tiene una capacidad de transmisión infinita. De hecho, no sabemos cuántos bits por segundo podemos enviar a través de ésta. Según indican recientes investigaciones muy pronto podremos enviar un billón de bits por segundo, lo que significa que una fibra del tamaño de un cabello humano es capaz de transportar en un segundo todos los ejemplares que el Wall Street Journal ha editado hasta ahora. Una fibra que transportara información a esa velocidad sería capaz de transmitir un millón de canales de televisión simultáneamente, casi doscientas mil veces más rápido que el par trenzado. No cabe duda de que se trata de un gran adelanto. Y sólo estamos hablando de la capacidad de una fibra; si se quiere, se pueden añadir más. Después de todo, están hechas de arena.

Muchos creen que la capacidad de transmisión del éter (lo que llamamos «ondas por el aire») es infinita. Después de todo es aire y hay mucho por todas partes. Sin embargo, yo utilizaré la palabra «éter», y sólo lo haré por motivos históricos. Cuando se descubrieron las ondas de radio, el éter se consideraba la sustancia misteriosa en la que viajaban las ondas; y fue la búsqueda infructuosa del éter la que condujo al descubrimiento de los fotones.

Los satélites estacionarios se mantienen en órbita a 35 600 kilómetros de distancia del ecuador (es decir, que el espacio exterior contiene 141 billones de kilómetros cúbicos de éter). Todo ese éter tendría que ser capaz de transportar muchos bits sin que chocasen unos con otros. En cierto sentido es así, ya que existen millones de unidades de control remoto en todo el mundo que utilizan comunicaciones inalámbricas con aparatos de televisión y similares. Puesto que estas unidades tienen tan poca potencia, los pocos bits de información que pasan de nuestra mano al televisor no cambian los canales del televisor del apartamento del vecino o del pueblo de al lado. Pero con los teléfonos inalámbricos, como sabemos, no sucede así.

Sin embargo, tan pronto como empecemos a utilizar el éter para las telecomunicaciones y las emisiones de más alta potencia, tendremos que vigilar que las señales no interfieran unas con otras. Deberemos resignarnos a ocupar secciones predeterminadas del espectro y no podremos utilizar el éter de forma irresponsable, sino de la manera más eficiente. Podemos fabricar fibra, pero no podemos fabricar más éter, puesto que ya lo hizo la naturaleza por nosotros hace algunos milenios.

Sin embargo, existen muchas maneras de utilizar el éter con eficiencia. Por ejemplo, reutilizar partes del espectro construyendo una red de células de transmisión que permita usar las mismas frecuencias dentro de unos cuantos cuadrantes, o usar partes del espectro que antes se evitaba utilizar, aunque sólo sea porque esas frecuencias pueden freír a algunos inocentes pajaritos. Pero a pesar de todos los trucos y estrategias que utilicemos, el ancho de banda disponible en el éter es escaso en comparación con el que proporciona la fibra y nuestra capacidad ilimitada de producirla. Por esta razón propuse un intercambio de lugares entre la información que se transmite por cables y la inalámbrica.

Recuerdo que cuando el senador Bob Kerrey de Nebraska estaba en plena campaña presidencial, pasó un par de horas en el Media Lab del MIT. Al verme, lo primero que dijo fue: «El interruptor Negroponte». Esa idea, que comenté e ilustré por primera vez en una conferencia de Northern Telecom en la que George Gilder y yo éramos los ponentes, trata simplemente de que la información que recibimos por tierra (cableado subterráneo) vendrá por el éter en el futuro, y a la inversa. Es decir, lo que va por el aire irá por tierra y lo que se transmite por tierra se trasladará por el aire. Yo lo llamé «intercambio de lugares», pero Gilder lo bautizó «el interruptor Negroponte» y con ese nombre se quedó.

La razón por la que considero necesario este intercambio de lugares es que en la tierra disponemos de un ancho de banda infinito, pero no en el éter. Poseemos un éter finito y un número ilimitado de fibras, así que no sólo tenemos que utilizar el éter con inteligencia, sino que debemos reservar el espectro para comunicarnos con objetos que se mueven y que no pueden pasar por un cable, ya sean aviones, barcos, coches, portafolios o relojes de pulsera.

LA FIBRA, UNA VÍA NATURAL

Cuando el Muro de Berlín fue derribado hace seis años, el Deutsche Bundespost [correos] opinaba que hubiera sido mejor haber esperado cinco o siete años más. Era demasiado pronto para construir una red telefónica que atravesara Alemania Oriental, puesto que los costes eran aún muy altos.

Hoy día, la fibra es más barata que el cobre, incluso contando el coste de las instalaciones eléctricas que deben ir en cada extremo de la línea. Si por algún motivo no fuera así, conviene esperar unos cuantos meses, pues los precios de las conexiones, interruptores y transductores están bajando a una velocidad sorprendente. En la actualidad, excepto en el caso de líneas de comunicación muy cortas, de sólo unos metros de largo, o en circunstancias en que no se dispone de técnicos especializados en instalaciones de fibra, no hay razón para utilizar el cobre en las telecomunicaciones (sobre todo si se incluye su coste de mantenimiento). En China se utiliza la fibra, pero por razones muy diferentes puesto que la gente de los pueblos desentierra el cobre de las líneas para venderlo en el mercado negro.

La única ventaja del cobre respecto de la fibra es su capacidad de proporcionar energía. Este es un tema delicado para las compañías de teléfonos, que están muy orgullosas de que el teléfono siga funcionando aunque un huracán provoque un corte de corriente eléctrica. Si el teléfono funcionara con fibra en lugar de cobre, tendría que recibir energía de la correspondiente compañía eléctrica de la zona y sería vulnerable a los apagones. Aun cuando se dispusiera de un generador, ésta no sería la mejor solución, ya que este aparato necesita un mantenimiento especial. Por esta razón, es probable que acabe apareciendo un producto intermedio: fibra recubierta de cobre o cobre recubierto de fibra. A pesar de todo, desde la perspectiva de los bits, el cableado del planeta será de fibra.

Un ejemplo de la transición del cobre a la fibra lo constituyen las compañías telefónicas norteamericanas. Están sustituyendo cobre por fibra a razón de un 5% cada año, entre otras razones por su menor coste de mantenimiento. A este ritmo, aunque el incremento no siempre sea uniforme, dentro de veinte años Estados Unidos podría estar utilizando sólo fibra. El hecho es que en poco tiempo este país desarrollará una infraestructura de cobertura nacional de un enorme ancho de banda aunque aún no se sepa cómo utilizarla. Como mínimo, un tendido de fibra proporcionará un servicio telefónico simple y tradicional, pero de mejor calidad y más seguro.

Ha llevado más de una década corregir el error que cometió el juez Harold Greene en 1983 cuando prohibió a las RBOC (Compañías Telefónicas Regionales Bell) introducirse en el negocio de la información y el entretenimiento. Sin embargo, la FCC (Comisión Federal de Comunicaciones) dio un paso importante cuando el 20 de octubre de 1994 aprobó la llamada «señal de tono de vídeo».

Los abogados de las compañías telefónicas utilizaron un argumento gratuito, pero sirvió para justificar su introducción en el negocio de la información y el entretenimiento. Alegaron que el servicio simple y tradicional de teléfonos no era suficiente y que, a menos que se les permitiera proporcionar información más amplia, no podrían justificar el enorme coste que suponía implantar una nueva infraestructura (es decir, fibra).

Analicémoslo detenidamente. Las compañías telefónicas siempre han proporcionado información. De hecho, la mayoría de las RBOC hacen su mayor negocio con las páginas amarillas. Era aceptado por todos que entregaran esta información en átomos y la lanzaran a través del dintel de nuestra puerta. Sin embargo, guardar esta información en bits y entregárnosla por vía electrónica era ilegal. Al menos así lo consideraba el juez Greene.

Por esta razón, los abogados tuvieron que alegar que las compañías de teléfonos necesitaban participar del negocio de entrega de información electrónica para justificar el coste de instalación de un tendido de fibra a nivel regional. Su argumentación se basaba en que si no había nuevas fuentes de ingresos, no habría suficiente incentivo para realizar una inversión tan costosa. El argumento funcionó y las compañías telefónicas están introduciéndose en el mercado de la información y el entretenimiento y aumentando su tendido de fibra.

Creo que el resultado es positivo porque beneficiará al consumidor, pero mantengo que el argumento es gratuito. Si las compañías de teléfonos quieren, pueden caer en la trampa de creer en sus propios engaños, aunque sirvan para rebatir leyes absurdas, pero nosotros sabemos que no necesitamos esos enormes anchos de banda para obtener la mayoría de los servicios de información y entretenimiento. De hecho, un ancho de banda más modesto, de 1,2 a 6,0 millones de bps, ofrece suficiente capacidad para transportar casi todos los multimedia que existen hoy día. Ni siquiera hemos empezado a entender y a explotar el potencial creativo de un ancho de banda semejante porque la verdad es que, durante los diez años que los abogados y los ejecutivos estuvieron presionando al juez Greene, se olvidaron de estudiar el potencial de la enorme infraestructura que ya existía: el par trenzado.

Pocos se dan cuenta de las ventajas de las líneas telefónicas de cobre. Una técnica llamada ADSL (bucle suscriptor digital asimétrico) permite desplazar gran cantidad de información a través de líneas de cobre relativamente cortas. El ADSL-1 puede introducir 1,544 millones de bps y recibir 64 000 bps en el 75% de hogares americanos y en el 80% de hogares canadienses. El ADSL-2 trabaja a una velocidad de más de 3 millones de bps, y el ADSL-3 a más de 6 millones de bps. El ADSL-1 es suficiente para transmitir señales de vídeo con calidad VHS.

Ésta no es una solución a largo plazo para hacer llegar los multimedia a los hogares, pero es curioso que se haya ignorado por completo. Se dice que la causa es el alto coste que representa para el abonado. Pero el coste es consecuencia del reducido consumo. Y aunque el coste fuera temporalmente alto, como 1000 dólares por casa, se podría cobrar como cuota. Estoy convencido de que muchos norteamericanos estarían dispuestos a pagar una parte o la totalidad de los 1000 dólares en un período de tres o cuatro años si los servicios ofrecidos fueran atractivos, es decir que participarían del gasto inicial. En resumen, aunque el futuro sea la fibra, aún hay mucho por hacer y aprender con el tendido de cobre que existe actualmente.

De todas formas, el desconocimiento de la importancia coyuntural del cobre es enorme. Se está creando una industria de necesidad inmediata y de abastecimiento de fibra para anchos de banda ilimitados sólo para mantener el liderazgo de las compañías telefónicas en el mercado. Pero éstas no se dan cuenta de que serán la madre naturaleza y los intereses comerciales, más que los incentivos artificiales, los que se encargarán de introducir la fibra de manera natural. Los expertos en ancho de banda están olfateando, como animales en celo, todas las oportunidades que se les presentan a nivel político para instalar las redes de elevado ancho de banda, como si éstas fuesen una necesidad nacional o un derecho civil. De hecho, el ancho de banda ilimitado puede tener el efecto negativo y paradójico de inundar de bits a las personas y desaprovechar las máquinas. El ancho de banda ilimitado no es malo, pero como la libertad sexual, tampoco es necesariamente bueno. Yo me planteo si de verdad queremos o necesitamos todos esos bits.

MENOS ES MÁS

Esta frase del arquitecto Mies van der Rohe adquiere sentido en las numerosas lecciones que he aprendido acerca de la cantidad de información que es necesario transmitir y los medios a través de los cuales se transmite. Puede aplicarse a cualquier nuevo instrumento que vaya a utilizar un principiante, pero los principiantes no entienden este principio.

Tomemos como ejemplo la cámara de vídeo del aficionado. Las primeras veces hacemos muchos zooms y panorámicas porque nos entusiasma el grado de libertad que la cámara nos proporciona y que acabamos de descubrir. Sin embargo, el resultado es bastante penoso; incluso la familia encuentra aburridas estas tomas. Más adelante, con el tiempo y gracias a la experiencia adquirida, aprendemos a utilizar esta libertad con inteligencia y moderación.

Del mismo modo, el exceso de libertad también es nocivo para el manejo de las opciones de salida del disco duro del ordenador a la impresora láser. La capacidad de cambiar el tipo, estilo y cuerpo de la letra es una tentación que contamina muchos documentos de universidades y empresas, en los que se mezclan de manera arbitraria todos los estilos y tamaños: negritas, cursivas, sombreados. Se necesitan ciertos conocimientos de tipografía para darse cuenta de que es aconsejable mantener el mismo tipo de letra en un documento, y que el cambio de tamaño debe hacerse con moderación. También en este caso menos puede ser más.

Lo mismo sucede con el ancho de banda. Existe la idea equivocada de que tenemos que utilizar un elevado ancho de banda sólo porque disponemos de él. Sin embargo, existen algunas leyes naturales respecto al uso del ancho de banda que demuestran que enviar más bits de los necesarios es tan absurdo como subir el volumen del receptor de radio para obtener más información.

Por ejemplo, en 1995, 1,2 millones de bps nos permiten acceder al vídeo con calidad VHS. Basta duplicarlo o triplicarlo para obtener una televisión de mejor calidad. Y es difícil encontrar un uso para más de seis millones de bps por persona que proporcione servicios muy nuevos e imaginativos, si es que éstos existen.

Así que los nuevos servicios de información y entretenimiento no nos los proporcionará la fibra sino la imaginación.

LA COMPRESIÓN DE 100 000 BITS EN 1

La relación entre el ancho de banda y la informática es muy sutil. Hoy día, la interacción entre uno y otra se manifiesta en los videoteléfonos y otros sistemas más caros de comunicación por vídeo, como las videoconferencias. Puesto que existe actividad informática en ambos extremos de la línea, es posible enviar bits de un lado a otro y viceversa. Si se invierte un poco de dinero en el procesamiento del vídeo digital en cada extremo, a través de la compresión y la descompresión, se utiliza menos capacidad de canal y se ahorra dinero en la transmisión.

El vídeo digital, en general, es un ejemplo de compresión de la información en la que no se tiene en cuenta el contenido de ésta. Se utilizan las mismas técnicas codificadoras para un juego de la Liga Americana de Fútbol, una entrevista al estilo de Ted Koppel y una persecución a lo James Bond. Pero no es necesario ser técnico en informática para adivinar que cada uno de esos programas posee una manera diferente de comprimir la información y, si se tiene en cuenta el contenido de cada uno de ellos, esta información se puede comprimir de una u otra manera. Tomemos como ejemplo el siguiente discurso entre seres humanos.

Imaginemos a seis personas muy animadas cenando alrededor de una mesa enfrascadas en una discusión acerca de alguien que no está presente. En un momento de la charla sobre el señor X, yo miro a mi esposa y le guiño el ojo. Después de la cena alguien se acerca y me dice:

—Nicholas, te vi guiñarle el ojo a Elaine. ¿Qué le has dicho?

Le cuento que hace un par de noches estuvimos cenando con el señor X, cuando explicó que, a diferencia de _____________, él estaba ____________, aunque la gente pensara ____________, pero lo que había decidido era ____________, etc. O sea, 100 000 bits más tarde le acabo de contar lo que le dije a mi esposa con un solo bit (pido disculpas por asumir que un guiño es el equivalente de un bit en el éter).

Lo que sucede es que el transmisor (yo) y el receptor (Elaine) compartimos cierta información, lo cual nos permite comunicarnos por señas. En este ejemplo, yo disparo un bit en el éter y éste se expande en su cabeza, desencadenando mucha más información. Cuando alguien me pregunta lo que he dicho, me veo forzado a proporcionarle los 100 000 bits: pierdo la compresión de información de 100 000 a 1.

Cuentan que una pareja sabía de memoria cientos de chistes verdes y sólo tenían que decirse el número del que se querían contar para recordarlo. La mención del dígito hacía surgir todo el chiste y ambos empezaban a reír sin parar. Un uso más prosaico de este método de compresión de información en los ordenadores es numerar palabras muy largas de uso frecuente y enviar unos pocos bits en vez de tantas letras. Estas técnicas serán cada vez más frecuentes en el uso del ancho de banda cuando intercambiemos conceptos generales. La condensación de la información supone un doble ahorro: de gastos de traslado de bits y de tiempo.

LA ECONOMÍA DE MERCADO

Con las actuales tarifas por llamada telefónica, pagaría 100 000 veces más si tuviera que mandarle a usted mi relato sobre el señor X que si se lo enviara a Elaine. Las empresas de telecomunicaciones no obtienen ninguna ganancia del transporte de unos pocos bits, y el modelo tarifario actual de las compañías de teléfonos se sustenta en el cobro por segundo o por bit, sin tener en cuenta el contenido del mismo.

Para entender la economía del ancho de banda hay que preguntarse si algunos bits valen más que otros. Sin duda, la respuesta es afirmativa. Pero inmediatamente surge una cuestión más compleja: ¿Debería variar el valor del bit no sólo según su naturaleza (por ejemplo, un bit de cine, un bit de una charla, un bit musical, etc.) sino también según quién lo utilice, o del momento y del modo que lo use?

La mayoría de personas, incluso las del National Geographic, estaría de acuerdo en que un niño de seis años que deseara utilizar su archivo de fotos para hacer sus deberes debería tener acceso gratuito, o casi, a esos bits. En cambio, si yo quisiera aprovecharlo para ilustrar un artículo o para preparar un documento de negocios, debería pagar un precio proporcional, o tal vez un cargo adicional para subvencionar a ese niño. En este caso, los bits no sólo tendrían un valor diferente, sino que ese valor variaría según quién y de qué modo los utilizara. De pronto tendríamos bits sociales, bits de minorías, bits de minusválidos… El Congreso tendrá que ser muy creativo para idear un marco legal que proporcione un sistema equitativo.

Sin embargo, el distinto precio de los bits no es una idea nueva. Yo tengo una cuenta con Dow Jones que utilizo para realizar mis transacciones en la Bolsa y que me proporciona información bursátil con un retraso de quince minutos. Si quiero obtener la información inmediatamente, como hace mi tío de ochenta y seis años que es corredor de bolsa, tengo que pagarle una prima considerable a Dow Jones, o a mi tío. Éste es el equivalente moderno de la diferencia de precio entre el correo aéreo y el terrestre: los bits que llegan por avión y aquellos que llegan por tren.

En el caso de la información en tiempo real, los requerimientos del ancho de banda los determina el canal del discurso. Si mantengo una conversación telefónica con alguien, no tiene sentido gritar para hacer que mi voz le llegue más deprisa de lo que hablo. Y, por supuesto, hablar más despacio o con pausas resulta inútil, además de intolerable. Incluso el cuarto de segundo de retraso en las conexiones telefónicas vía satélite molesta a la mayoría de personas.

Pero si grabo el mensaje en una cinta, y para transmitirlo voy a pagar por minuto, seguro que querré introducir el máximo número posible de bits por segundo. Éste es el punto de vista de los usuarios de módems que establecen comunicación de un lado a otro del país para introducir información en sus ordenadores portátiles o enviar la suya a otras partes. Hace pocos años, una velocidad de 2400 baudios era considerada buena. Ahora lo normal son 38 400 bps, lo cual ha provocado que para transmitir la misma información, el coste de las tarifas telefónicas se haya reducido un 94%.

Por fortuna para las compañías de teléfonos, más del 50% del tráfico telefónico que atraviesa el Pacífico, y el 30% del Atlántico, es información de fax que se transmite a una velocidad de 9600 bps, en lugar de los 64 000 bps, que también se pueden utilizar.

ESTRELLAS Y BUCLES

La cuestión no es sólo el ancho de banda de los canales, sino también su configuración. El sistema telefónico es, en términos muy simples, una red en «estrella», cuyas líneas irradian hacia diferentes puntos, como las avenidas de Washington o los bulevares de París. Es como si hubiese una pista entre nuestra casa y la centralita telefónica más cercana. Si uno quisiera, podría seguir ese par trenzado hasta la central de su compañía de teléfonos.

Por el contrario, la televisión por cable emerge de un bucle, como las luces en los árboles de Navidad, y pasa de casa en casa. Estas redes, estrellas y bucles, tomaron su forma, respectivamente, del pequeño ancho de banda del par trenzado y del mayor ancho de banda del cable coaxial. En el primer caso, cada hogar dispone de una línea de bajo ancho de banda. En el segundo, un gran número de hogares comparten el servicio de un ancho de banda mayor.

La configuración de las estrellas y los bucles depende de la naturaleza del contenido de las comunicaciones. En el caso de la red telefónica, cada conversación es diferente, y los bits que van a una casa no tienen absolutamente nada que ver con los demás. Se trata de un sistema que opera en un diámetro muy extenso. En el caso de la televisión, los vecinos comparten el contenido de la programación y era lógico adoptar el enfoque del árbol navideño, un sistema que tiene su origen en un punto y se dirige hacia múltiples puntos. El sentido común de los operadores de televisión por cable consistió en copiar la emisión terrestre, tal como la conocemos, pero trasladándola del éter a sus cables.

Sin embargo, el futuro de la emisión televisiva está cambiando de manera radical; pronto ya no nos conformaremos con recibir la misma selección que nuestro vecino o con ver algún programa a una hora específica. Por esta razón, las empresas de televisión por cable piensan cada vez más como las compañías de teléfonos: muchos interruptores (o centralitas) y muchas pistas. De hecho, puede que dentro de veinticinco años no exista ninguna diferencia entre el cable y el teléfono, no sólo en términos corporativos sino en el sentido de la configuración de redes.

En el futuro, la mayor parte del cableado será de tipo radial (estrellas).

Los bucles sólo se utilizarán en áreas muy pequeñas o en emisiones inalámbricas, en las que en teoría el canal de distribución pasa por todas las casas a la vez. En GM Hughes Electronics están orgullosos del sistema de televisión en directo vía satélite al que llaman «tubo doblado», y explican cómo su emisión en directo vía satélite es un sistema de cable que pasa por todas las casas de Estados Unidos. Y es cierto. En este instante, en Estados Unidos, están lloviendo sobre cada ciudadano mil millones de bps, a menos que uno esté protegido bajo un paraguas de plomo.

EMPAQUETAR BITS

Muchas personas que han empezado a ser digitales imaginan que el ancho de banda es como la fontanería. Pensar en los bits como átomos nos conduce a imaginar tuberías grandes y pequeñas, grifos y bocas de riego. Con frecuencia se dice que la utilización de fibra es como beber agua de una manguera. La comparación es constructiva pero engañosa. El agua fluye o no fluye; se puede regular la salida de agua de una manguera abriendo o cerrando el grifo. Pero a pesar de que el flujo pueda reducirse a un chorro pequeño, los átomos de agua se mueven en grupo, todos juntos.

Sin embargo, los bits se comportan de forma diferente. Un telesquí es una comparación más apropiada. El telesquí se mueve a una velocidad constante, independientemente de si sube a él más o menos gente. De la misma manera, introducimos bits en un paquete y luego lo mandamos por una tubería capaz de transportarlo a una velocidad de millones de bits por segundo. Ahora bien, si enviamos un paquete de 10 bits cada segundo por una tubería rápida, 10 bps será nuestro ancho de banda efectivo, no la velocidad de la tubería.

Aunque parezca un desperdicio, de hecho es un concepto inteligente, porque otras personas también están enviando paquetes por la misma tubería: éste es el sistema en que se basan Internet y ATM (el modo de transmisión asíncrona, que todas las redes telefónicas utilizarán en un futuro próximo). En lugar de instalar toda una línea telefónica, que es lo que hacemos ahora para la voz, los paquetes se colocan a la cola, con nombres y direcciones para saber cuándo y dónde deben bajar del telesilla. Y cada uno paga por paquete enviado, no por minutos de transmisión.

Otra manera de entender el empaquetado del ancho de banda es pensar que la mejor manera de utilizar mil millones de bits por segundo es usar mil bits en una millonésima de segundo, un millón de bits en una milésima de segundo y así sucesivamente. Por ejemplo, en el caso de la televisión, sería como recibir una hora de vídeo en unos cuantos segundos, al revés que en el ejemplo del grifo.

Las empresas de televisión por cable, en lugar de entregar mil programas idénticos a todos, decidirían que sería mejor entregar un programa a cada persona en una milésima del tiempo real.

Esto cambiaría por completo nuestra concepción de la emisión de los media: la emisión de la mayoría de bits no tendrá nada que ver con la velocidad a la que los consumamos.